Solo nos queda bailar – El corsé de la tradición | La Cabecita

Solo nos queda bailar (And ThenWeDanced) se estrenó internacionalmente en el pasado Festival de Cannes y no ha parado de recoger premios y buenas críticas en festivales de todo el mundo, aunque finalmente haya quedado fuera de las nominadas a los Oscar por mejor película en lengua extranjera. Dirigida por Levan Akin, cineasta sueco de ascendencia georgiana cuyos trabajos han hablado con frecuencia sobre clase y género, vuelve a poner sobre la mesa la incomprensión hacia la comunidad LGTBI+ en sociedades tradicionales.

La historia gira en torno a Merab (Levan Gelbakhiani), un bailarín del Ballet Nacional de Georgia que lleva practicando desde niño junto a su pareja de baile Mary (Ana Javakishvili). Cuando Irakli (Bachi Valishvili) llega a la Compañía se convierte en su mayor rival, pero además despertará en él sentimientos de deseo que tendrá que aprender a aceptar en un entorno extremadamente conservador y estricto.

La trama personal avanza con gracia y naturalidad tanto por la exploración de los sentimientos del chico como por su situación familiar y social, creando una de esas pequeñas historias que nos enamoran desde la primera secuencia, sin dramatismos ni grandilocuencias. Entre pinceladas de realismo y cotidianidad, conocemos a dos personas que se encuentran y no pueden evitar sonreír cuando están juntas, que conectan y se desean. Un enamoramiento juvenil, natural, bello, iniciático y alegre que se topa con una sociedad anticuada que no acepta que ese amor pueda darse entre dos hombres.

La película crea así una reflexión sobre el peso de las tradiciones, en este caso a través de la danza folklórica georgiana, uno de los emblemas de su cultura nacional que se utiliza como seña de identidad y como consecuencia de ello acaba siendo rígida, estricta y anclada en el pasado. El uso de las tradiciones como excusa para perpetuar injusticia y barbarie es un tema que no sólo funcionaría en una danza folklórica, ni en Georgia, pero ese entorno se usa aquí de manera maravillosa para reflejarlo. La elección de unos protagonistas que provienen del mundo de la danza nos regala unas interpretaciones que han sabido expresar también con movimientos la evolución de los personajes y su ansia de libertad, de una forma tan natural y orgánica que olvidamos el artificio que puede ser a veces el cine.

La escena final de la película sirve para explicarla en su conjunto, y ejerce una poderosa conclusión a una aparentemente sencilla historia, haciéndola universal mediante una metáfora maravillosa: así como la rigidez de la danza tradicional limita como un corsé el movimiento y la expresividad del protagonista, la sociedad retrógrada que no acepta un amor homosexual limita la felicidad de unas personas mediante prejuicios estúpidos e injustificados. Pero sí, ese corsé puede y debe romperse, porque sólo evolucionando y adaptándose a su tiempo (y a su gente) las tradiciones pueden conservarse y seguir vivas, si no quieren convertirse en algo que muchas ya son: una página color sepia de un libro que ya hemos cerrado.

 

Crítica escrita por Ester Marí

 

Título original: And Then We Danced Director: Levan Akin Guión: Levan Akin Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler Fotografía: Lisabi Fridell Reparto: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Giorgi Tsereteli Distribuidora: Avalon Cine Fecha de estreno:  07/02/2019