Calle Cloverfield 10 – Jugando con la sociedad del pánico | La Cabecita

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En 2008, J. J. Abrams sorprendió a todos con el anuncio del estreno de Monstruoso apenas unos meses antes de su estreno y sin ni siquiera desvelar cuál era su título hasta unas semanas antes. Con unas piezas informativas en distintas partes del mundo que narraban la catástrofe que veríamos en la película, las redes, que por entonces no tenían el peso que tienen ahora, estallaron en elucubraciones. Esto no era nuevo para Abrams, estaba afrontando un gran momento y el mundo se estaba empezando a fijar en él, Perdidos estaba en la cima de su éxito y todo Internet no hacía más que hablar de la serie y tratar de encontrar explicación a los misterios que se planteaban en ella en los foros de debate. Mucho ha cambiado la figura de Abrams en estos ochos años, ha revitalizado dos sagas claves de la historia del cine como Star Trek y Star Wars y además ha dirigido la tercera película más taquillera de todos los tiempos. Pero el estreno de Calle Cloverfield 10 demuestra que Abrams, convertido en el sucesor de Spielberg, en el fondo es el mismo que siempre. Primero por la forma de estrenar la película, con la aparición de un tráiler sorpresa hace apenas dos meses. Y segundo por la capacidad de Abrams para reunir un extraordinario equipo de trabajo, si la primera fue la catapulta para dos hombres que han cogido tanta relevancia en la industria como Drew Goddard y Matt Reeves, en esta da los mandos de la dirección a un sorprendente debutante Dan Trachtenberg, y une la mano de Damien Chazelle (director y guionista de Whiplash) a la de otros debutantes: Matthew Stuecken y Josh Campbell. Sí, ahí está el genio de Abrams, no sólo en encontrar talento joven, sino capitanear un barco que siempre navega coordenado.

Hacía mucho tiempo que una película no me sorprendía tanto como lo ha conseguido hacer Calle Cloverfield 10, porque no es ni mucho menos el producto que el espectador podía esperar. La primera Monstruoso era espectacular, una película que era capaz de hacerte sentir la presión sin apenas enseñarte nada. Además se atrevía a usar el tan abusado found footage y le dotaba de sentido mientras que narraba el miedo instalado en un pueblo americano en el que la huella de los ataques del Once de Septiembre seguía aún presente. Es por este último punto, quizá, por el que podemos hermanar ambas películas, ya que del mismo modo que ocurriese con la primera entrega, también ésta es una narración de la situación de la sociedad actual, elevándolo a un plano mucho más inteligente y trabajado que el de la primera entrega y mostrando a la perfección la situación de pánico y alerta continua en la que se ha instalado el mundo. Pero, al contrario que la primera, estamos ante una película austera, y si en aquella la continua huída facilitaba el elemento de tensión, aquí toda está trabajada concienzudamente desde el guión y perfectamente estructurada en una planificación prácticamente hitchcockniana.

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Es increíble el control que tiene un debutante como Trachtenberg sobre el plano. Es capaz con una sola imagen de darte toda la información para forma una escena de tensión y desarrollarla a partir de ahí. Sabe siempre que es lo que debe enseñarle al espectador y como jugar con la imagen y con los detalles de la película. Unos detalles que también se encuentran pulidos en su guión, porque no hay nada aquí que se deje al azar. El comentario más banal puede ser en realidad una información para el espectador, para jugar con él y con la tensión. En cierta forma la película siempre es un juego autoconsciente de los recursos del cine, el estupendo personaje de Emmet, al que da vida John Gallagher Jr., es en realidad un comodín, un comodín justificado y desarrollado como personaje pero consciente de que su único cometido en la película es filtrar la relación de confianza y desconfianza que siente el personaje de Mary Elizabeth Winstead hacia el de John Goodman. La única razón de su existencia es conseguir que estos cambios de actitud puedan justificarse de algún modo, para hacer que la película tenga más ritmo sin profundizar en asuntos pocos importantes, pero sin perder jamás la credibilidad. Es tan consciente de esto que ni siquiera disimula cuando el personaje deja de ser útil, pero una vez más la mayor virtud de Calle Cloverfield 10 no es sólo el perfecto conocimiento de los trucos cinematográficos, sino sobre todo lo inteligentemente que todos estos encuentran insertados en el guión e integrados en la propia historia. Sí, incluso y de nuevo volviendo a ese aire hitchcockniano que tiene el film, Calle Cloverfield 10 llega incluso a resucitar la figura del macguffin.

Pero la de Hitchcock no es la única referencia claramente identificable de la película, quizá incluso mucho más visible por su cercanía temporal sea la más que obvia influencia de Stephen King sobre todo el relato. Desde ese perfecto uso de los espacios cerrados, descritos casi como si los hubiera escrito el de Portland, a la esa captura del terror que siempre ha tenido como gran cronista de los miedos americanos de finales del Siglo XX y principios del XXI. Aunque quizá la más obvia influencia sea Misery, incluso no es difícil remitirnos a su versión cinematográfica en la que Kathy Bates nos deslumbró con una impresionante actuación al ver al personaje de un John Goodman que brinda una de las mejores actuaciones de su carrera.

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Pero si algo es Calle Cloverfield 10 es una película juguetona. Es gamberra, y es divertida. Su humor es negrísimo, pero está perfectamente medido. El uso de la música acaba resultando tan divertido y excitante como aquel Make your own kind of music con el que la segunda temporada de Perdidos nos sorprendía dentro de la escotilla. Incluso en su parte final, una parte final que únicamente sirve para conectar ambas películas y ayudar en su campaña de marketing, pero que no deja que este motivo sea un lastre. Porque su tramo final se convierte en un excelente ejercicio de cine género en el que Mary Elizabeth Winstead saca de nuevo ese lado duro con el que sorprendió en La Cosa y nos evoca a la Teniente Ripley de Sigourney Weaver, ataviada con un cóctel-molotov que si están atentos observarán que como todo lo que pasa en la película tampoco es una cuestión de azar. Lo mejor de todo en una película tan cuidada hasta el último detalle, tan redonda, es que jamás se olvida de que trabaja para el espectador, e incluso se disfraza de algo mucho más liviano del producto que realmente es. Estamos ante una película sorprendente, pero dejarlo ahí sería injusto, porque estamos ante una película verdaderamente portentosa que por derecho propio acabará convirtiéndose en una obra de culto. No se la pierdan.

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Ficha técnica:

Título original: 10 Cloverfield Lane   Director: Dan Trachtenberg Guión: Damien Chazelle, Josh Campbell, Matthew Stuecken Música: Bear McCreary Fotografía: Jeff Cutter Reparto: Mary Elizabeth Winstead, John Goodman, John Gallagher Jr. Distribuidora: Paramount Pictures Fecha de estreno: 18/03/16