Festival de Cannes 2015 – Día 3 | La Cabecita

En el tercer día de Cannes la cosa se iba a arreglando, al haber más sesiones en el gigantesco Lumiére y varios filmes a la misma hora, es mucho más fácil para los de la clase baja ir a ver más películas, en este caso, cuatro, lo último del griego Yorgos Lanthimos, Woody Allen, Gus Van Sant y Les Anarchistes con Adèle Exarchopoulos

The Lobster de Yorgos Lanthimos

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Dejarse sorprender por películas esperadas es cada vez más complicado. Tendemos a leer y ver todo lo relacionado sobre el nuevo film de uno de nuestros directores favoritos. Sin embargo, y aunque desconocía la trama de The Lobster, está tan repleta de sorpresas y genialidades que me permito comentaros la hilarante premisa inicial: En La Ciudad está prohibido ser soltero, si eres uno de esos desgraciados deberás pasar un máximo de 45 días en un hotel donde tendrás que encontrar un nuevo compañero. Si tu plazo se acaba, recibirás un castigo, digamos…animal.

Los colores en las habitaciones de los solteros son apagados, David (Colin Farrell), nuestro protagonista que encaja perfectamente con la paleta que se le es asignada, intentará volver a encontrar el amor tras divorciarse de su mujer. En un lugar donde la masturbación está estrictamente prohibida, Lanthimos aprovechará para criticar esos hoteles para parejas en problemas y las convicciones sociales sobre la pureza y rectitud que debe tener el amor. El griego se armará de todos los tipos posibles de comedia para hurgar en las reglas que nos suelen ser impuestas, siendo Farrell su brillante aliado. El irlandés hace gala de sus dotes para el humor corporal, el timing cómico y la entrega de frases absurdas que han hecho reír a carcajadas a la gran mayoría de la sala, servidor incluido.

La película logra que nos descojonemos de los diálogos y situaciones más tristes y depresivos que recuerdo, el amor se buscará en las similitudes físicas y no en las emocionales y los solteros serán tratados como animales.

El problema es que la imaginación parece acabársele a los dos tercios de la película, el último se torna en un drama con contados chistes que vuelve a repetir su mensaje cada 5 minutos. Sin embargo la sensación final es agradable, ha conseguido estimular la parte analítica y humorística de tu cerebro a la vez y eso , siempre es una gran noticia.

Irrational Man de Woody Allen

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El primer acto de lo nuevo de Woody Allen indicaba una nueva versión de Magia a la luz de la luna, la historia de un romance con toques cómicos entre un hombre mayor que ha perdido las ganas de disfrutar de la vida y una joven llena de vida que se enamorará perdidamente de él. En lugar de la religión aparece la filosofía como tema a tratar pues Abe Lucas es el nuevo y depresivo profesor de la asignatura en una pequeña universidad.

Esto le servirá a Allen para, una vez más, sacar su yo interior a la luz a través de sus personajes y dejarnos frases icónicas como “La filosofía no es más que masturbación verbal”. Parecía que la trama iba a seguir el romance entre su estudiante Jill y la obsesión de otra profesora (Parker Posey) por buscar una huída a su matrimonio en Abe y de pronto, escuchar una simple conversación entre extraños provocará un cambio tonal hacia el thriller moral y un reencuentro con una razón para seguir sintiéndose vivo en Abe.

Cuando entran en juego las decisiones criticables y los malos actos es cuando nos damos cuenta de que entre los diálogos sobre la filosofía de Kant, Kierkegaard se escondían los verdaderos temas de la película: ¿Merece la pena simplificar los debates ético-internos para sentirse feliz? ¿Hasta qué niveles de hipocresía puede llegar un racionalista? ¿Es el azar la fuerza más justa del universo?

El reparto como es habitual en Allen está fantástico, Phoenix clava la ansiedad y depresión de un existencialista sin ganas de vivir y Emma Stone vuelve a insuflar vida y alegría a la pantalla cada vez que aparece.

Sin embargo, y aunque la mezcla de thriller y drama romántico esté tan bien llevada como siempre, lo que más me ha gustado ha sido el uso de la música jazzistíca en  el momento decisivo del filme, al poner ese tipo de canción, ¿quería Woody animarnos a compartir la decisión de Abe? 

Les Anarchistes de Elie Wajeman

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Les Anarchistes tenía una gran oportunidad entre manos: lograr matizar la temida ideología que siempre aparece como villana y tratarla como otra cualquiera, otorgarle sus razones de ser y dudas internas. Pero Elie Wajeman no ha sido capaz y es una verdadera pena ya que hay líneas de diálogo aquí y allí, debates ideológicos y frases con capacidad de resonancia como para haber obtenido un mejor resultado. 

La película abre con las razones por las que Judith (Adèle Exarchopoulos)  se volvió anarquista: por amor, como cosecha, la estimulación intelectual de un buen profesor. El protagonista masculino, Jean es un policía que recibirá órdenes de infiltrarse en el grupo radical. Aquí comienza el paseo de lugares comunes, lo peor es que están mal tratados y ni siquiera intenta aportar aire fresco: el triángulo amoroso es poco creíble, siendo uno de los picos eliminados sin explicación alguna; el anarquista que no se fía del nuevo,  el amigo fiel y honorable que será traicionado por el héroe a pesar de su amistad, el alivio cómico por el que de repente nos tenemos que preocupar, los besos a escondidas y los informes a regañadientes a los superiores.

También cuenta con un par de diálogos sobre el amor extremadamente forzados, como el romance sobre el que se erige todo el film, desapariciones de personajes cuando conviene a la trama, hasta las escasas escenas de acción son extremadamente predecibles. 

Ni siquiera Adèle y Tahar Rahim, que ya han demostrado la genialidad de la que son capaces, logran hacer brillar a un relato simple y manido que sólo logra interesar cuando se habla de política real. La música llega como salvadora en un par de ocasiones, dotándole de cierto dinamismo y evolución pero como la ilusión de ver un thriller policíaco y político inteligente, se desvanece rápidamente.

The Sea of Trees de Gus Van Sant

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Un mar de árboles, un bosque al que los desesperados acuden a dejar atrás los remordimientos y las penas insufribles al quitarse la vida. ArthurBrennan viajará sin maleta a Japón para ir a ese frondoso bosque situado a los pies del Monte Fuji.

Es casi un milagro que un melodrama comprometido con sus temas llegue a los espectadores más experimentados, conocedores de las reglas, trampas y mecanismos del género. Se mira por encima del hombro al cine centrado en provocar sentimientos profundos a través del drama más emperifollado.

No obstante, cuando gracias a una milagrosa combinación de situación personal, lenguaje cinematográfico y temático, actores en su mejor momento desgarrándose por esas líneas de diálogo pomposas y la música melancólica a todo trapo; el relato puede llevarte a asomar lágrimas en tus ojos. Sabes perfectamente cómo lo ha hecho, pero se ha ido cocinando a fuego lento, los temas, creciendo poco a poco de la tierra sembrada.

Gus Van Sant se toma su tiempo para establecer de lo que realmente quiere hablar, induciendo un desapego con gran parte del público que no tiene o quiere la paciencia o capacidad de perdón para dejarse llevar por el drama más puro y carente absoluto de subtexto. Y no pasa absolutamente nada, no estoy aquí para atacar por qué la grandísima mayoría del público ha aborrecido lo nuevo del estadounidense. Mi trabajo como, más que probable, único enamorado de la película es dar las razones por las que ha conectado conmigo a pesar de ciertos fallos que podrían haber tirado todo por la borda.

En un primer tercio el relato saltará entre flashbacks y tiempo real sin ninguna conexión, parecían dos películas distintas, además el tono serio y de pose melodramática estaba ya presente así que resultaba difícil seguir confiando. Gracias al cielo, el film cuenta con un Matthew McConaughey que sigue entregando actuaciones libres de cualquier miedo.

En las escenas de un tiempo pasado Van Sant muestra un drama de pareja bastante sencillo, carente de novedad. El truco está en que esa aparente ausencia de chicha servirá para preparar los desgarradores monólogos de Matthew. Arthur se verá inmerso en un viaje físico en el que acabará destrozado y en uno emocional en el que logra tocar la fibra con temas tan mundanos como la culpa, el perdón, colores preferidos y apreciación de la vida mundana.

Sí, el guión juega a intentar dar sorpresas, pero quizás esta vez, al estar un poco más experimentado, el giro que podría haber resultado absurdo se asume como algo propio de la película, por lo que no molesta. Quizás utiliza demasiados mecanismos de “pay-off”, sembrar y recoger, ya que en una última tanda de minutos hacer cobrar todas esas coincidencias y detalles puede resultar muy forzado.

 The Sea of Trees es un melodrama a veces torpe, pero tan sincero e ingenuo que no puedo hacer otra cosa que no sea adorarlo. Porque a veces lo mejor es dejarse coger la mano por la película y pasear por el bosque que plantea.

Son of Saul de Laszlo Nemes

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Todo está desenfocado, vemos figuras borrosas mientras escuchamos empujones, quejidos y lamentos. Una figura se acerca en el encuadre, sabe lo que está haciendo, será el primer rostro que veamos enfocado en primer plano, le seguimos mientras realiza su trabajo: guiar a los condenados al matadero.

En este prólogo el director no cortarán ni una sola vez a reacciones o sucesos que oímos, se trata de un plano secuencia en primerísimo plano, desde el punto de vista de Saul, logrando así aumentar la tensión de una forma inteligente y económica, deseamos un corte en el montaje, una mínima huída para poder ver lo que provocan esos alaridos. No la obtendremos, conseguiremos sólo un brusco corte a negro.

Saul Ausländer pertenece a un Sonderkommando, un grupo de judíos obligados a ayudar a los nazis a exterminar a sus propios congéneres. En una de las rondas de aniquilación el húngaro se fijará en el cuerpo de un niño, al que intentará dar un entierro de verdad. Mientras Saul busca por todas partes un rabino que pueda oficiar el funeral, el Sonderkommando prepara una rebelión inminente.

La estructura del prólogo se repetirá durante toda la película: extensísimos planos secuencia sin desviarse del punto de vista de nuestro protagonista, el ruido proveniente del pánico será usado para situarnos en la acción,  la muerte estará a menudo fuera de campo, la cámara centrada en la reacción de Saúl. Geza Röhrig está verdaderamente espléndido pues logra que siempre resulte interesante volver a su rostro casi impasible, a su mirada llena de trauma e ímpetu.

Otro de los aciertos del director, Lászlo Nemes, es el carácter decisivo del que impregna al protagonista, que navega con una determinación inusual ayudando así a mantener el ritmo de la narración y a involucrar aún más al espectador.

El director húngaro mostrará sin tapujos el infierno en la tierra si debe hacerlo, sólo cuando afecta a Saul, anímicamente o en forma de acción que impulsa el relato. El compromiso es absoluto con mantener el punto de vista en el prisionero húngaro, el pequeño problema es que es que el esquema “Saul va a lugar X buscando Y” se repite una y otra vez sin descanso.

Con un uso de la cámara voraz y desgarrador Son of Saul ahondará en los efectos de tener que ayudar a los nazis por obligación, a poblar los encuadres de pequeños detalles que conmueven por su delicadeza y horror. El uso de largos planos secuencia que se entrelazan entre sí como si nada nos hará exclamar por una pausa, un descanso para coger aire en el brillante thriller de horror bélico. Pero si Saul no lo tiene, nosotros tampoco.