En los últimos años, y a excepción de obras tan notables como Midnight in Paris o Blue Jasmine se ha tendido a acusar a la obra de Woody Allen de ser excepcionalmente baja. Bien, no creo que sea así, está claro que su gran periodo de madurez profesional lo vivió especialmente en los años 80 y 90, pero Allen, si tiene algo, es que es un tipo capaz de mantener el más agudo ingenio en cada uno de sus trabajos. Sí, también venían voces del otro lado del charco que acusaban a Magia en la luz de la luna de ser un trabajo menor de Allen, pero claro ¿qué es lo menor en una filmografía perfecta de casi 50 películas? Algo extremadamente extraño para un realizador en los tiempos que corren. Acusar a Magia en la luz de luna de ser una obra menor es extremadamente injusto, porque aunque no sea una pieza de engranaje clave dentro de la carrera de su autor, uno de los más grandes artistas que nos ha dado el Siglo XX, es una obra más lúcida, fresca e inteligente que la que pueda realizar cualquier cineasta mucho más joven que Allen a sus casi 80 años, y además tiene una clase y un estilo tan obsoleta que la convierte en una revisión imprescindible de aquellas fantásticas comedias de los años 30 y 40.
Magia a la luz de la luna es una historia muy típica del realizador, una historia de amor en la que se enfrentan la lógica contra el impulso, la razón contra el corazón. Para ello nos traslada a la Costa Azul en plenos años 20, un toque puro de esa distinción que comentábamos al empezar este texto. Allí va un famoso mago que llena teatros interpretando a un misterioso personaje chino capaz de hacer desaparecer un elefante, para poder desenmascarar a una supuesta médium que habla con los muertos. Él, es un tipo que sólo cree en la razón, es un mago que no cree en la magia, rechaza sistemática cualquier insinuación de que ésta pueda existir, ya que todo se trata de trucos mecánicos para engañar al público. Pero se enamorará de esta misteriosa muchacha a la que no podrá desenmascarar, lo ilógico de su flechazo con alguien que no le conviene, y el secreto que ésta oculta haciéndole rebatirse todo aquello en lo que siempre ha creído hará que el mundo de este señor se ponga patas arriba.
Y estamos ante un cine puramente Allen, ante una comedia Alleniana dónde su humor nace de la frescura de unos diálogos siempre ingeniosos, a las réplicas rápidas, a la construcción del material siempre desde el guión. Porque Allen es un perfecto conocedor de la imagen, pero ésta siempre se acaba por complementar en el guión, con el texto hablado, es ahí donde los personajes se perfilan a la perfección. Las diatribas de estos podrían ser casi pensamientos en off teatralizados, algo que ocurre con frecuencia en el personaje de Colin Firth, pero Allen sabe encontrar la forma de que estos expulsen sus pensamientos en un diálogo. Ésta forma que tiene Allen de entender el texto dialogado como parte imprescindible a la hora de comprender la historia, sumado a su dominio del juego cinematográfico hace de él capaz de regalar escenas tan fantásticas como la de la proposición de matrimonio y los toques en la puerta. Una escena que nace desde un punto de guión nacido mucho antes, en el que de nuevo juega con el diálogo, en esta ocasión perfectamente sintetizado, para que introduciendo un elemento fuera de campo, todo se conjugue a la perfección en el clímax de la cinta.
Igualmente es cierto que estos elementos que alabamos existen en todas las películas de Allen con distintas derivaciones, al final la calidad de la película acaba residiendo principalmente en la fuerza de la historia, en este caso bastante liviana, y el ingenio que muestre Allen en dicha ocasión, aquí completamente inspirado. Pero hay algo que me seduce completamente de Magia a la luz de la luna, y es la clase de ésta, y es que como decíamos al principio, la película parece ser casi una screwball de los años 30 y 40, bien podría ser incluso Colin Firth un sustituto de Cary Grant, ambos además actores de cualidades parecidos, pues Firth, como Grant es perfecto para el drama y tiene elegancia innata, pero cuando tiene que hacer el ganso y ser divertido es el que más, aunque como Grant, Firth es un tipo que jamás pierde la clase. Y además Firth se complementa a la perfección con Emma Stone, esa actriz de ojos saltones, cuya presentación parece casi salida del cine mudo, y que nunca me ha dicho demasiado, pero que aquí se muestra realmente divertida, y es más, parece la sustituta natural de Diane Keaton y Mia Farrow que Allen parecía llevar tanto tiempo buscando.
Bien, podemos aceptar que Magia a la luz de la luna no es un trabajo mayor de Allen, como muchos de los trabajos que el realizador ha hecho en los últimos años. Y sin embargo, no deja de ser una fantástica película. En Midnight in Paris Allen hablaba al público sobre sí mismo, y le criticaba precisamente eso, que su forma de atrás, el estandarte en el que solemos poner el pasado nos impide valorar a la perfección el presente y básicamente rechazaba categóricamente aquello de que “Cualquier tiempo pasado fue mejor”, no, simplemente lo calculábamos con distinto baremos. Es por ello que me es injusto criticar Magia a la luz de la luna como una película menor por estar lejos de sus mejores trabajos, cuando es, sin más, una estupenda película. Y siendo justos, ¿cuántos cineastas tienen una filmografía comparable, no ya a la de Allen, si no a la de Allen en el Siglo XXI?.
Ficha técnica:
Título Original: Magic in the Moonlight Director: Woody Allen Guión: Woody Allen Fotografía: Darius Khondji Reparto: Emma Stone, Colin Firth, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver, Eileen Atkins, Simon McBurney, Hamish Linklater, Erica Leerhsen Distribuidora: Warner Fecha de estreno: 05/12/2014