Esta semana hemos conocido una noticia que me ha puesto muy triste. El señor Harvey Weinstein le ha dicho a Kevin Smith que no pondrá los seis millones que éste le pidió para producir Clerks III. No le ha cerrado todas las puertas, le ha dicho a Kevin que si él mismo se la produce, él al menos le garantizará la distribución. Oh, gracias señor Weinstein, es usted extremadamente generoso. Porque no nos engañemos, para Harvey Weinstein soltar 6 millones para hacer una película es más o menos el mismo gasto que para nosotros que comprar un DVD de tercera mano y medio corroído en El rastro. Vale, no es el primero que hace esta maniobra, los señores de Warner le dijeron lo mismo a Rob Thomas con la película de Veronica Mars y la maniobra en Kickstarter salió maravillosamente, pero los fans de Kevin Smith no son los mismos que los de Veronica Mars, es más, no sabría decir si Kevin Smith tiene más fans en el mundo que un servidor. Y es que yo aún me rindo a los pies de Kevin como lo hacía siendo un chaval.
Para comprender mi admiración a Kevin Smith voy a remontarme a mi más tierna adolescencia, cuando un servidor tenía poco más de doce años y guardaba como un tesoro su copia en VHS de Clerks, la cual llegué a ver en innumerables ocasiones. Una buena tarde de verano, abrasados por el calor de la calle, decidí invitar a mis amigos a mi casa a ver una película, estaba solo en casa, y tenía un ventilador que apreciaríamos con gusto, y también dos armarios llenos de películas VHS, la mayoría de ellas grabadas de la televisión, y es que semana a semana examinaba con detenimiento el Teleprogramas para ver con que nueva películas podía aumentar mi colección. Aquella tarde tenía un pequeño plan para con mis amigos, quería que viesen Clerks, no para inculcarles la doctrina de Kevin Smith, sabía que poco importaba pues ellos nunca fueron demasiado cinéfilos, si no para compartir en comunión con ellos aquello que para mí un verdadero ritual de solitarias carcajadas que no cesaban durante la hora y media que duraba la película.
Antes de empezar el visionado, yo intenté allanar el terreno creando expectativas sobre lo que íbamos a ver: “Os vais a partir cuando escuchéis la historia del primo que se partió el cuello tratando de chuparse su propia polla”, era la excusa ideal. No nos engañemos, cuando tienes doce años nada mola más que los chistes sobre penes. Antes de introducir la película, cuidadosamente rebobinada, suspiré, “allá vamos” me dije. Poco duró la experiencia, a los dos minutos yo me encontraba de rodillas, suplicando clemencia y pidiendo que le dieran una oportunidad a la película mientras trataba de esquivar los zapatos y cojines que sobrevolaban mi cabeza. Fue inútil, no me quedó otra que quitar la película y poner Terminator 2, porque entre los dos armarios llenos de películas, siempre acabábamos viendo Terminator 2. Y es que lo único que molaba tanto como los chistes de penes era Terminator 2.
Años más tarde, cuando el acné de nuestros rostros ya había desaparecido volví a intentar la jugada. Mis amigos seguían teniendo la misma tirria por el blanco y negro, así que esta vez fui un paso por delante de ellos. Por supuesto, cuando se estrenó Clerks 2 me tocó ir solo al cine a verla, es más, fui completamente solo, porque en aquella calurosa tarde de septiembre en la que se estrenó, hace ya 8 años, fui incapaz de compartir mi experiencia Clerks con nadie más. Ahí estaba yo, una vez más con mis carcajadas solitarias en una sala de cine completamente vacía que exhibía Clerks 2 para el único fan de Kevin Smith. Meses más tarde, cuando ya tenía mi copia en DVD volví a invitar a mis amigos a casa para ver la película, no les comenté en ningún momento que aquella película que íbamos a ver era la secuela de esa película en blanco y negro que casi provoca mi linchamiento años atrás. Como Clerks 2 estaba rodada en color, sabía que aquel escollo estaba superado, pero aún no las tenía todas conmigo. Esta vez les abordé con menos entusiasmo, me limité a decir que era una película divertidísima, introduje el DVD en la bandeja y volví a suspirar. Era ahora o nunca. Esta vez sí, la experiencia fue un éxito, por fin podía compartir mi ritual de carcajadas con Clerks con mis amigos. Y es que a los 20 años, nada resulta más molón que una película en la que hay sexo con burros. Fue tal mi éxito con la película que días más tarde alguno de mis amigos me comentó que había visto la primera parte de la película y le había encantado. Mi yo de cuando tenía 12 años se chocó de manos con mi yo de cuando tenía 20 años. Lo habíamos conseguido.
Y ahora, mi yo de cuando tengo 27 años se siente realmente desolado ante la idea de que el señor Harvey Weinstein es incapaz de poner 6 millones de dólares que es el precio de mi felicidad. Yo, que defiendo a Kevin Smith a capa y espada, yo que como fan incondicional del señor Smith ni siquiera he visto Vaya par de polis aunque en ocasiones me pueda la curiosidad, como respeto a él, negándome a ver esa película que le obligaron a hacer. Yo, que cuando alguien critica Una chica de Jersey la justificó a toda costa diciendo: “Vale que podía ser algo moñas, pero se había muerto su padre y Kevin necesitaba hacer una película para él”. Yo, que debo gran parte de mi cinefilia al señor Kevin Smith no puedo quedarme sin ver Clerks III.
Y Kevin tampoco se puede quedar sin hacerla, porque sería la estocada final de ese chico que se pasó la vida leyendo comics y que aún hoy se emociona cuando visita el set de Star Wars. Un chico que se financió una película con apenas 30.000 dólares y filmó la mejor comedia de los años 90. Que tenía talento de sobra para ser el nuevo gran heredero de la comedia americana, y al que Hollywood mató poniéndole sobre las manos proyectos soñados para un friki como él como los de Superman o El avispón verde para luego quitárselos. Kevin Smith se merece mucho más que acabar firmando guiones falsos para Batman vs Superman para evitar filtraciones (y que nadie dude que lo que él escriba será infinitamente superior a cualquier cosa que esté escrita por David S. Goyer). Señor Weinstein, se lo ruego por mí, único fan de Kevin Smith que hay en el mundo, pero se lo ruego sobre todo por el propio Kevin al que admiro y respeto, dele esos 6 millones que para usted no son nada y que significaran la felicidad de al menos dos personas en el mundo. No parece mucho para usted.