Si no nosotros, ¿quién? – Aquellos Maravillosos 60 | La Cabecita

Años setenta en la Alemania ocupada, no es un lugar fácil para una juventud llena de sueños y con ganas de borrar su pasado. El joven Bernward Vesper con aspiraciones de llegar a convertirse algún día en escritor decide crear una editorial para publicar poemas de su padre y de otros antiguos escritores tildados como nazis y así de paso intentar demostrar su inocencia. Por el camino conocerá a Gudrun Ensslin, otra joven intelectual con sueños y ambiciones bastante similares, entre ambos intentarán llevar el proyecto adelante, pero no es buen tiempo para los soñadores sobre todo cuando se intenta cambiar toda la historia de un país de un plumazo. El debutante Andres Veiel se intentará adentrar con esta historia de amor y sexo en los primeros años de la célula terrorista de la RFA.

Pese a un arranque algo dubitativo y al que le cuesta encontrar el camino, la primera parte de la película me acaba gustando y siento que es la más desarrollada de la cinta, pero aún así me queda la continua sensación de no saber muy bien a dónde se dirige en ningún momento.  Toda esta primera parte se centra primero en contarnos la tórrida relación entre sus protagonistas, él con tendencia a la infidelidad y a la necesidad de no quedarse encerrado nunca en una relación, ella con cierto gusto por la automutilación, una historia de amor que para desgracia del espectador resulta bastante plana por la imposibilidad de empatizar con ninguno de los protagonistas y que por su tratamiento nos puede recordar un poco a Bertolucci. La figura de los padres también se presenta como un interesante ingrediente en esta parte, él claramente marcado por culpa de su padre el poeta nazi Will Vesper, ella por su parte se siente encerrada por culpa del trato de su padre un pastor evangelista. Pese a todas sus deficiencias, y cómo indicábamos la sensación de no saber muy bien qué dirección pretende tomar hasta llegar al ecuador de la película, resulta bastante entretenida y acaba estando bastante bien construida, a base de unos saltos temporales muy bien seleccionados y que consiguen despertar el interés del espectador.

La segunda mitad que es dónde la película debería haber pegado un salto cualitativo digno de mención ante lo ofrecido en la primera parte, pero ésta resulta igual o incluso más insatisfactoria, sobre todo por cual de la mala construcción. Pese a tardar tanto en llegar, una vez que nos colamos de llenos en el centro de la historia, dentro de esa cúpula terrorista de La Fracción del Ejército Rojo, la película consigue interesarnos aún más, y es que por suerte la película en ningún momento llega a perder el interés del espectador, el problema es que sentimos que todo va llegando de una forma bastante atropellada y difusa, con pasajes que realmente no nos importan los más mínimo y otros que necesitaban un mayor desarrollo. Todo esto ocurre por culpa de intentar no dejar de lado todo lo construido en la primera mitad que visto en perspectiva desde los compases finales de la cinta se antoja todo bastante innecesario y como un lastre que llegado este punto es imposible de soltar, los problemas siguen ahí, los problemas paternos simplemente cambian las tornas y ahora se suman también a la escena las drogas y por supuesto el terrorismo, pero no hay forma de que los problemas de sus personajes nos lleguen a afectar lo más mínimo.

Lo mejor lo encontramos sin lugar a dudas en su reparto, en una labor de casting bastante laboriosa, no sólo por el talento de todos sus protagonistas, si no por el parecido que todos tienen con sus alter-egos reales. Destaca excepcionalmente su protagonista August Diehl, al que ya habíamos en los Malditos Bastardos de Tarantino y que su mirada nos evoca irremediablemente al joven Cristopher Walken de El Cazador. Éste se bien acompañado por una genial Lena Lauzemis (que no para de cambiar de aspecto durante toda la película) y otro bastardo como Alexander Fehling que es el encargado de cerrar el triángulo.

Quizá el mayor problema de la película de Andres Veiel, debut en la ficción del cineasta alemán que ya antes se habría adentrado en la RAF con el documental Black Box RBD, es el de tratar de crear una película excesivamente ambiciosa. Lo que en un principio parece ser la historia de una pareja joven a través de una época convulsa y unos tiempos de cambio en todo el mundo se le acaba yendo al cineasta por completo de las manos, cayendo incluso en ocasiones en el exceso. Aunque en ningún momento llega a aburrir pese a sus dos largas horas, la sensación agridulce al terminar la película es inevitable, sobre todo por lo interesante que resulta el material original y como acaba éste perdido en medio de una cinta que se pierde por su ambición y que se queda lejos de otras cintas alemanas recientes que nos han acercado a la historia de cambios que vivieron durante la segunda mitad del siglo XX como Good Bye Lenin! o La Vida de los Otros.

2.5_estrellas