Si en la pasada entrada musical hablé de un compositor medianamente actual y arraigado a Darren Aronofsky, el protagonista de hoy es alguien totalmente diferente, en todos los aspectos. Bernard Herrmann, además de ser uno de los hombres más controversiales y difíciles de su época, destacó por poner música a clásicos de los 40, 50 y 60, y también, por qué no decirlo, por su relación amor-odio con el maestro del suspense, Alfred Hitchcock.
Desde muy joven Herrmann ya demostró su fuerte carácter. Siendo niño tomaba clases de violín, y un día, durante una clase, propuso a su profesor tocar algo más tenebroso y al ver que éste se negaba al pequeño Bernard no se le ocurrió otra cosa que romper el violín en la cabeza de su profesor. Desde luego, saber ésto y proponerle trabajo debe reflexionarse durante mucho tiempo. A pesar de todo, su debut no pudo ser más espectacular, con 30 años uno de los hombres más importantes de los cuarenta llamó a su puerta para que compusiera la música de uno de sus filmes (quién nos diría tiempo después que ésta se consideraría una de las mejores películas de la historia). Orson Welles fue el director y Ciudadano Kane la elegida, obviamente Herrmann aceptó.
¿Un prodigio en potencia? Lo más probable es que sí. Lo innegable es que Herrmann debutó de la mejor manera posible, creando una melodía fantástica para un filme del calibre de Ciudadano Kane. ¿Cuántos compositores pueden presumir de conseguir una nominación al Oscar en su primera incursión en el cine? Bernard sí, y no fue la única, hasta cinco veces le nominaron a lo largo de su carrera. Tras su éxito de la mano de Welles llegó otro con mejor resultado aún (Oscar a la mejor Banda Sonora original). Se trata de El hombre que vendió su alma (The Devil and Daniel Webster), una película de William Dieterle que destacó principalmente por el trabajo de Herrmann, soberbio. Hoy en día es difícil encontrar muchas de sus obras porque a pesar de trabajar con grandes del cine siempre pasó muy desapercibido fuera de Estados Unidos, por ello me disculpo si no puedo ofrecer alguna de sus composiciones, de cualquier modo cada minuto que este hombre dedicó a sus partituras son gloria para nuestros oídos y por breve que sea lo que publique vale la pena.
Pronto comenzó la andadura de Herrmann con Hitchcock, en 1955 trabajaron juntos por primera vez en Pero… ¿Quién mató a Harry?, a ésta la siguieron algunas como Falso culpable o El hombre que sabía demasiado. En total fueron ocho las participaciones entre director y compositor antes de su fatídico final. Las colaboraciones de Herrmann dejaron BSOs para la historia, como las archiconocidas melodías de Vértigo, Psicosis o Con la muerte en los talones.
Sin embargo su relación se rompió en Cortina rasgada, y es que juntar a dos hombres de caracteres completamente opuestos no puede traer nada bueno, Herrmann tan apasionado y Hitchcock tan frío (y con esto no quiero decir que él no sintiese pasión por su trabajo). Todo terminó con una gran pelea cuando el director rechazó la música de Herrmann para un proyecto. Éste, enfurecido, se marchó de Nueva York para siempre y se mudó a Londres, después de aquello no se volvieron a ver. Lo curioso es que tras este incidente Herrmann se pasó toda la vida buscando películas que se pareciesen a las de Hitchcock y Hitchcock evitó música que tuviera un sonido similar al de su viejo conocido. Lástima que una relación que ha hecho tanto bien al cine terminase así, pero son anécdotas que también quedan en la historia.
Después de aquello Bernard trabajó para Truffaut, quién también sufrió la ira del compositor de primera mano, y es que siempre se debía hacer lo que él quería, en vez de acoplarse él a la película, la película debía adaptarse a su música. Brian de Palma fue otro de los que conoció de cerca el desprecio del compositor, que sacaba su mal humor en el momento menos pensado. Trabajaron juntos en Hermanas y Fascinación. Bernard dijo que las cosas se harían a su manera, y el problema llegó cuando De Palma le sacó el nombre de Hitchcock a relucir; estas fueron las palabras textuales del enfrentamiento: “¡Usted no es Hitchcock! Con usted la gente se irá a los diez minutos de la sala”. Y lo cierto es que la manera de trabajar de Herrmann siempre era la mejor, así que al final las cosas se hicieron como él quiso.
Su último trabajo fue Taxi Driver y Martin Scorsese tampoco se salvó de las bonitas palabras del compositor, cuando Martin le propuso trabajar en su película éste le respondió que él no hacía películas sobre taxistas. Obviamente al contarle que su protagonista era un psicópata Bernard aceptó. Murió el último día de grabación de la banda sonora por un infarto.
De Bernard Herrmann se pueden decir muchas cosas, que era un tipo imposible, que disfrutaba haciendo sufrir a los directores o que era demasiado exigente, pero lo cierto es que sus trabajos eran magistrales, música como la suya hace posible disfrutar plenamente del Séptimo Arte y a pesar de todos esos problemas, los enfrentamientos o las malas palabras, nosotros le perdonamos todo, porque sí, era un cabroncete, pero también un maestro.