El mundo sigue fue durante mucho tiempo un secreto. La película permanecía clandestina, escondida, poco visible y en copias deterioradas. Pero las pocas personas que la habían visto la reivindicaban como una de las mejores de nuestro cine. El mundo sigue es sin duda una de las películas más malditas de nuestra filmografía. Su autor y promotor era Fernando Fernán Gómez, que aquel año cumplía 25 años en el cine, como actor y director de prestigio. Ese guion era un empeño personal, con el que pretendía contar la cara oculta de un Madrid que parecía que crecía pero que no podía olvidar las miserias del pasado reciente. Pero las autoridades vetaron la película, y solo permitieron un estreno de tapadillo, dos años después de terminada la película, en un cine de Bilbao. El fracaso de la película fue uno de los mayores dolores de la longeva carrera de Fernán Gómez
El problema que detectaron los censores y las autoridades es que El mundo sigue denunciaba la hipocresía y de la doble moral de la época, pero sin ningún tipo de comedia. De hecho, el microcosmos que se veía era real y existía en cualquier calle de cualquier ciudad. La película le mostraba a la sociedad de aquel momento aquello que no se podía admitir que existía: adulterio, prostitución, aborto, violencia machista, y sobre todo una corrupción moral generalizada, interclasista. El mundo sigue era una película adelantada y a la vez una película hija de su época. Fernán-Gómez no contaba, no inventaba. De ahí, que la familia aparezca como microcosmos de odios y rencores, lo que contrastaba con la idea franquista de la familia como creadora de valores humanos.
Pero no son sólo era la temática lo que convertía la película en el adalid de la modernidad, también era la forma. Aquí vemos el despojamiento de lo bello, de lo superfluo, en pos de algo más real: el verismo casi documental con el que rueda las calles, o esa tendencia fragmentaria al monólogo interior. En la película hay una mirada moderna como moderna era la intención de denunciar la hipocresía que cimentaba muchas de las relaciones sociales en este país.
Cincuenta y dos años después de su estreno, la película se restauró y se volvió a estrenar en salas, con los honores que se merecía. Fernán Gómez había muerto ocho años antes, pero su sueño se cumplió por fin. El mundo sigue sorprendió a todos los que no la habían visto y pudo tener por fin el prestigio que se merecía. Desde entonces es considerada una de las mejores películas de la historia de nuestro cine, al mismo nivel que El verdugo o El espíritu de la colmena.
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