Bien sabido es que Gus Van Sant tiene dos vertientes muy diferenciadas en su cine. Por un lado tenemos al que más alegrías nos suele dar, el autor de cine independiente que ha filmado obras tan interesantes como Mi Idaho Privado, Drugstore Cowboy, Elephant o la reciente Restless. Por el otro, el que le ha dado mayor prestigio y fama con resultados dispares, desde obras interesantes como Mi nombre es Harvey Milk o El Indomable Will Hunting, a verdaderos despropósitos como Descubriendo a Forrester o el remake de Psicosis. Con Tierra Prometida vaga por primera vez en tierra de nadie, en una película, en cuya factura, Van Sant, se empeña por acercarla, más a su lado independiente, pero que acaba naufragando por culpa de un guión, escrito, como en el caso de El Indomable Will Hunting, por Matt Damon, en esta ocasión cambiando a Ben Affleck por John Krasinski, dónde además ambos se reparten los personajes protagonistas. Es fácil imaginarse que Van Sant ha dirigido la obra más por compromiso con sus amistades que por ser un proyecto que realmente le atrajese, porque cuesta mucho ver en ella nada del cine del realizador de Kentucky, en un producto cuyo resultado final es además, bastante detestable.
Aunque se empeñe en vestirse de película, realmente lo que cuenta Tierra Prometida es tan poco interesante, que pocas veces tienes la sensación de estar asistiendo a una película, si no, más bien, de estar presente en un mitin ecologista. Un mitin que nos acerca a la figura de dos empleados de una compañía de gas que van por pueblos rurales de Norteamérica a hablarles del sueño del oro, encarnado en grandes pozos para sacar el gas. Por supuesto, todo no es tan bueno como se presenta, y aunque se callen todos los problemas que puede acarrear esto para gente que vive en el campo, un viejo maestro de escuela, y un ecologista que llegará al pueblo cuando se entere de esto, trataran de hacer todo lo posible para que el pueblo se niegue a que la empresa trabaje en sus tierras por muy tentador que parezca el dinero que traen consigo. Hay más de esto, por supuesto las dos semanas que estarán en el pueblo les dará para enamorarse de simples pueblerinos y también a ahondar en lo fondo de su ser y buscar la ética de sus acciones, algo que parece que no les ha importado durante todos sus años de carrera por que no habían dado hasta ahora con unos pueblerinos tan agradables.
Y es cierto que el buen hacer de Van Sant, el trabajo de un actor como Matt Damon que siempre da la talla, un Hal Holbrook al que siempre da gusto ver y el eficiente trabajo de todos sus secundarios, desprendiendo además una gran química evitan a la película de ser un desastre estratosférico. Pero resulta imposible no estallar en carcajadas cuando se asiste a un triángulo amoroso tan ridículo como el que plantea la película, cuando los tópicos se vuelven gigantes y no se disimula absolutamente nada, cuando con un tono melodramático, más propio de un telefilm de sobremesa tratan de concienciar desesperadamente al espectador de lo importante que es mantener la tierra a salva de las gigantes compañías que sólo buscan sacar dinero a base de los pobres que viven lejos de las grandes urbes. Y hay que sonreír a esos pueblerinos tan agradables que parecen salidos de una serie adolescente cualquiera.
Pero cuando estalla en la cara, y te das cuenta que a lo que estás asistiendo es un producto demencial, es en su acto final. Un acto final que no engaña a nadie, porque realmente el giro que pronuncia es bastante predecible, pero resulta tan ridículo que el espectador se reniega a creer que vayan a tomar una salida como ésa. Pero por mucho que nos engañemos, finalmente lo hace, vira hasta el punto más denostado de la inverosimilitud, se vuelve esperpéntica, todo para explicar las acciones a las que son capaces de llegar estos malvados gigantes poderosos y apostar por la fe del ser humano, que por mucho dinero que tenga, siempre será bueno. Es inevitable no carcajearse con cierto discurso que se pronuncia al final de la cinta.
Podríamos decir que Tierra Prometida anda en tierra de nadie dentro de la filmografía de su director, su cargante, tópico, y ridículo guión está lejos de ese cine parco en palabras que suele redondear su director en sus películas más independientes. Pero aún así, siempre apuesta por un tratamiento bastante alejado del gran producto, algo que pese a todo le sienta bastante bien, aunque los personajes sean meros cartones, aunque realmente nunca trate ninguno de esos temas constantes en su cine y que tan bien sabe retratar como son la adolescencia, la homosexualidad o la muerte. Tierra Prometida es un panfleto deleznable que hará las delicias de los ecologistas, pero que aquellos que vayan esperando una sesión de cine, será mejor que la dejen pasar.
Título Original: Promised Land Director: Gus Van Sant Guión: Matt Damon, John Krasinski Música: Danny Elfman Fotografía: Linus Sandgren Interpretes: Matt Damon, John Krasinski, Lucas Black, Frances McDormand, Rosemarie DeWitt, Hal Holbrook, Titus Welliver, Tim Guinee, Scoot McNairy Distribuidora: Universal Fecha de Estreno: 19/04/2013