Hay algo que quiero confesar: Soy heterosexual. Sí, soy un tío hetero y no tengo ningún complejo en decirlo, me da igual lo que los demás piensen de mí, si creen que está mal ser hetero haya ellos, yo viviré igual de feliz. Y ser hetero no implica que solamente te gusten los coches, las hostias (que me gustan, y mucho) o las tetas (idem), lo digo porque yo soy un tío hetero sensible, de esos que las mujeres piden a gritos, sí, pero aquí sigo, soltero, ninguna me queréis, ¡Si hasta lloro con El Diario de Noa! ¿La escena de la barca? Mi favorita, es imposible no derretirse, “Te escribí 365 cartas, todos los días durante un año” Jolín, es la hostia de bonita. Uy, y no me pongáis Love Story, que soy un mar de lágrimas cuando veo a Oliver buscando a Jen desesperado: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento” Joder, ¿Pero quién no puede enternecerse con eso? ¡Hasta adoro a Jack y a Rose! Pero nada, aquí sigo yo, un tipo realmente sensible y soltero. ¿Qué tengo que hacer cuando estrenan películas como Todos los días de mi vida? ¿Voy solo al cine a verlas? Pero es que eso es muy de perdedor y tampoco quiero que me vean así, ¿No queréis chicos sensibles? Pues aquí estoy yo esperándoos, pero ninguna me hacéis caso, claro que luego llega Vin Diesel y a todas se os caen las bragas, ¡hipócritas!
Hacer una película romántica no es nada complicado, básicamente tienes que tener una idea en la cabeza, hacer ver que el amor es lo más importante de todo y que luchen por él por que se aman del todo, si consigues mantener un buen ritmo y no caer en unos límites de excesivo ridículo sabes que su público potencial (la mayoría de las mujeres del mundo y yo) va a darse por satisfecho con la película. Hacer una gran película ya es otra historia, pero bueno, no le pidamos peras al olmo. Si además tienes la suerte de coger una historia tan “Sparksiana” como ésta pero que encima es real y te empeñas en que la gente se acuerde siempre de que es una historia real, poniéndole incluso la foto de la familia real al final de la película, pues es inevitable que todas las mujeres (y yo) acaben saliendo del cine con los ojos hinchados y el moco colgando.
Vendrá luego el típico listillo a decirme de lo ridículo que resulta su guión en ciertas ocasiones, de lo estereotipados que están todos los personajes, de lo absurdo que resulta esa división dónde los jóvenes bohemios, músicos y artistas, que escuchan a The Cure y Radiohead, visten chaquetas de lanas y viven en estudios votando a Obama son los que realmente aman, mientras que los pijos y ricos son gente odiosa, superficial, casi sin corazón y para poder ser feliz hay que escapar como sea de ese mundo de republicanos con fiestas de mojitos. Pues no le quitaré la razón, es que lo es, es que no hay forma de justificar todo eso, y aunque no sea un justo argumento ¿Se esperaba algo distinto? No, verdad, pero es que resulta todo taaaaaaan bonito, que se me acaba cayendo la lagrimita. ¡Qué leches! Si hasta a mi me resulta bonito ver llorar a un mastodonte como Channing Tatum mientras toca la guitarra. ¡Es un tío enamorado! Joder, ¡pero si es que me recuerda a Fran Perea!
El amor nos hace creer en todo y sobre todo, el amor es más fuerte que nada, así esos votos matrimoniales a los que hace referencia el título original de la película cogen más importancia que nunca en esa improvisada boda cuando los de él dictan que no importa que desafío ocurra que estarán juntos, te lo tienes que creer, porque sabes que van a superarlo todo y te contagia esa energía y sonríes como un pringado viendo como él pobre enamorado hace lo imposible para recuperar a su amada, joder creo que me entran ganas de volver a llorar. El amor lo puede todo, hasta a hacernos creer a Channing Tatum como un tío verdaderamente romántico, un sufridor nato, aunque sea incapaz de mover un solo músculo de la cara, y eso que músculos tiene muchos, pero nada no se mueven ni aunque le pegues una patada en los cojones. Más o menos lo mismo pasa con los de Rachel McAdams, muy guapa ella, ¡Ay El Diario de Noa! ¿Cómo me cambias a Ryan Gosling por Channing? Pero el caso es que entre los dos consiguen una química que hace que salten las chispas y lloramos desconsoladamente en la escena de la boda, sí, también yo, me creo toda esa historia tan bonita y lo paso mal.
Seamos justos, Todos los días de mi vida no tiene nada que la haga especial, ni siquiera es tan defendible como alguna otra película tan vilipendiada como ese referente del drama romántico actual que es la mil veces mencionada El Diario de Noa y por supuesto poco tiene que ver con propuestas recientes tan interesantes como Blue Valentine o Like Crazy. Pero da igual, porque el caso es que la suma de esa ración de nostalgia, la idílica idea de que el amor está por encima de todo y el hecho de que la película no llegue a resultar tan ridícula como otras muchas sí lo hacen, consiguen hacer de ella una propuesta segura que difícilmente defraudará en su objetivo, ser la película perfecta para la cita de San Valentín. Porque sí, los americanos son muy listos y ni un solo año falta la cita para esas fechas y rara vez fallan con una película así y si no quedan historias reales siempre quedaran libros de Nicholas Sparks para adaptar.
Mujeres que os encontráis solas, aquí estoy yo, solito, viendo estas películas y llorando desconsoladamente, ¿No queríais a un tipo romántico? Alguien que os lleve a ver las estrellas y a pasear por el parque, que tenga detalles bonitos en las fechas importantes y con quien poder tumbaros a ver películas románticas cual Bridget Jones zampando helado toda la noche sin parar. Pues aquí estoy yo, soy vuestro hombre ¿Y sabéis lo mejor? ¡Ni siquiera me gusta el fútbol!