Agua para elefantes es la tercera película de Francis Lawrence, tras la aburrida ‘Constantine’, y la sobrevalorada ‘Soy Leyenda’, se atrevía con la adaptación de uno de los mayores éxitos literarios del siglo XXI, el libro homónimo de Sara Gruen. La expectación por la película y por ver lo que había hecho Lawrence con este material de tanto éxito.
Bien, no conozco la obra original, pero sin duda puedo decir que tanto Lawrence como LaGravenese fallan estrepitosamente en su cometido, dejándonos una película totalmente vacía, e incapaz de emocionar al espectador en ningún momento.
Cabe decir que la película es muy pretenciosa, tanto es así, que incluso el principio recuerda irremediablemente a ‘Titanic’, al menos nos regala una pequeña pero fascinante actuación de Hal Holbrook, el mejor de la película sin duda, y es él, el que narrará la película.
Aunque solo una pequeña parte, ya que alguien tuvo la magnífica idea de seguir usando la voz en off, pero haciendo que esta fuera la de su alter-ego joven, Robert Pattinson, haciendo perder la magia que daría esa narración, y convirtiéndola en algo bastante innecesario.
Hay que decir que la película empieza bastante bien, y consigue meterte en ella durante la presentación de los personajes, pero todo esto se pierde muy pronto, en el momento que empieza el inevitable triángulo amoroso, algo llevado de una forma tan terrible que destroza toda la película. Tampoco la dirección de Lawrence ayuda a tapar todas las carencias de su guión, siendo esta bastante superficial, y sin llegar a acercarse lo suficiente en los momentos de más emotividad.
Tampoco sus protagonistas se salvan, si, es cierto, Robert Pattinson no esta tan mal como podríamos esperar, pero desde luego, la cara palo, y el tono de voz invariable, no se los quita ni dios… Christoph Waltz está muy lejos de lo mostrado en su maravilloso Hans Landa de ‘Malditos Bastardos’, aunque curiosamente no deja de recordarnos constantemente a ese papel, y debe de tener cuidado, porque después de enseñarnos ese maravilloso papel, corre riesgo de estancamiento inminente. La única que salva un poco los platos es Reese Witherspoon, lejos de su mejor papel.
La parte técnica es una gozada, con una dirección artística, una fotografía y un vestuario, que casi seguro estarán presentes en las próximas nominaciones a los Oscar, pero claro, ese no es motivo suficiente para ver una película, de la que al menos hay que decir, que no llega a aburrir.
La película pudo ser bastante más, desde luego había material más que de sobra para ello, pero se pierde entre su pretenciosidad y en el mal logrado triángulo amoroso que acapara casi toda la trama. Una lástima, porque podríamos estar hablando de una de las películas del año.