Festival de Cine Alemán 2014: Día 2 | La Cabecita

Los adolescentes han vuelto a ser los protagonistas del segundo día de la 16ª edición del Festival de Cine Alemán de Madrid. El programa del festival de este año parece dejar claro que la juventud y todo lo que la rodea es un tema de gran interés para los directores alemanes actuales. En esta segunda jornada nos hemos puesto en la piel de adolescentes melómanos y enamoradizos, de niños gritones y siniestros, y hemos pasado de todo menos miedo entre las paredes de un piso berlinés habitado por un estudiante de Derecho.

Querida Courtney – Música para amar

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Quizá Querida Courtney sea la película que más expectación levante en esta edición del Festival de Cine Alemán. Su premisa prometía hacer las delicias de los amantes de la música, pero también de aquellos cinéfilos que sintieron debilidad por aquella cinta que Cameron Crowe realizó en el año 2000 llamada Casi famosos. La comparación era inevitable. Ambas tratan de un adolescente amante de la música que viaja (cada uno a su manera) con grupos exitosos. Nada más lejos de la realidad.

Aunque el punto de partida de Querida Courtney promete mucho, la película se desinfla con gran rapidez conforme va avanzando. Sus minutos iniciales apuntaban a una comedia muy simpática, con referencias musicales que mantendrían al público despierto (y contento). El tono era muy alocado e incluso alguna secuencia estaba rodada con mucha pericia (como el travelling de la escena en la que el muchacho va a la tienda de música a comprar una guitarra). La idea sobre la que giraba el filme daba para hacer una película entretenida pero, sobre todo, divertida.

Lástima que a medida que pasan los minutos la cinta se vaya volviendo más y más tonta. El despertar sexual del protagonista, Paul Thomas, se retrata de manera muy torpe, cayendo en todos los tópicos imaginables y simplificando al máximo los aspectos más interesantes de un asunto como ese. Los personajes, muy bien definidos pero muy mal desarrollados, entran y salen de la película sin demasiada explicación, lo que hace que el espectador desconecte con mayor facilidad de lo que Querida Courtney nos quiere contar. Además Rolf Roring no se come la cabeza y actúa de manera muy cobarde ante determinadas escenas que podrían haber aportado mucho a nivel interpretativo por su carácter intimista. Roring opta en esos momentos por alejar la cámara de la acción, y en una película que se basa en la búsqueda incansable del amor esto no viene muy bien.

El extraño gatito – Ballet de lo cotidiano

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Probablemente El extraño gatito sea la película más extraña que se verá este año en el festival. Una cinta singular que ha causado reacciones dispares entre los asistentes: unos han protagonizado una espantada a los 15 minutos de proyección y otros han salido fascinados con todo lo que Ramon Zürcher pretendía mostrar. Al margen de estos dos grupos, están los que reconocen la belleza de las imágenes de Zürcher pero que no han conectado con aquello que el director quería contar.

Zürcher, un iconoclasta en toda regla, realiza en El extraño gatito un experimento estilístico muy difícil de definir pero cercano, por la ausencia total de planos en movimiento, a la forma de rodar de otros directores europeos como Michael Haneke o Ulrich Seidl. El extraño gatito no es un cine accesible, puede que en esencia su mensaje sí lo sea, ya que, al fin y al cabo, el cineasta se limita a mostrar la indiferencia y frialdad con la que actúa una familia alemana ante la rutina (aunque es probable que Zürcher quisiera mostrar otras cosas que han escapado a mi entendimiento), pero el modo en que se transmite dicho mensaje no es nada convencional. La película se apoya en personajes perturbadores y a nivel técnico utiliza encuadres desde puntos de vista nada usuales, mantiene fijos los planos durante bastante tiempo y utiliza el fuera de campo en situaciones que no se esperan.

La narrativa de Zürcher es lo que choca, la entrada y salida de personajes resulta caótica en muchos momentos y nunca llegas a estar seguro de si lo que entiendes es todo lo que el director quiere contar. Los flashbacks, los cortes para meter imágenes estáticas de vasos, polillas o bolsas… Es difícil saber con exactitud a qué se refiere Zürcher cuando muestra todo esto, aunque a veces tampoco es necesario saberlo todo para disfrutarlo, y lo que es innegable es que, a nivel estético, su película es muy disfrutable. El problema es que si no conectas con la historia y no consigues entrar en la película, es muy difícil llegar hasta el final sin haber mirado varias veces el reloj.

Susurros tras la pared El terror hecho comedia

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Los telefilmes alemanes no gozan de demasiado prestigio en nuestro país. La culpa es de Antena 3, que ha hecho que nos mostremos reticentes al cine destinado a televisión que nos llega de este país. Susurros tras la pared no es una excepción, y es que la película de Grzegorz Muskala pegaría más en una Muestra Syfy o en Nocturna que en un festival como éste, porque lejos de infundir miedo al público, que era su intención diga lo que diga el director, lo que hace es provocar sonoras carcajadas.

Desde el principio Susurros tras la pared te incita a que no te las tomes en serio, porque está claro que si tú eres un adolescente desesperado por encontrar piso en Berlín (a pesar de que tus padres tienen un bolsillo bastante abultado) lo primero que haces es decirle que sí a la propuesta de un tipo que te habla a través de una alcantarilla cuando vas caminando por la calle. Vaya cosas… ¡Y cómo no vas a aceptar vivir en una casa después de saber que el chico que vivía antes en ella desapareció bajo extrañas circunstancias! Si dudas ante un ofertón así es que eres un poco tonto…

El caso es que la película se toma todo muy en serio. Poco importa que las cosas pasen sin venir a cuento y que no sepas qué pintan unos personajes u otros. Y tampoco importa que en algún momento la cinta sea el colmo del absurdo. Lo importante es que los personajes hagan el amor a todas horas, entre plásticos tirados por el suelo, empotrados en la pared… Sin olvidarse de meter de por medio algún momento terrorífico con algún personaje mirando de manera penetrante al protagonista.

Está claro que Muskala lo ha intentado, ha metido incluso referencias lynchianas y hitchcockianas, con un personaje (el protagonista) que mira por la ventana cual James Stewart en La ventana indiscreta, y tampoco tiene pérdida el momento Psicosis. El problema es que todo es un disparate continuo, incluida una brillantísima escena final con la que es muy difícil disimular la sonrisa.