Empecemos por la anécdota, que quizá no lo sea tanto. La novela de Nick Hornby se llama A long way down, que es también el título de la película que comentamos, basada en dicha novela. Pero ese respeto al título original solo se ha producido en territorio anglosajón. En España, en cambio, han decidido distribuir la película con el nombre Mejor otro día. No hace falta ser Lord Byron para saber que no se trata precisamente de una traducción literal del título.
Hasta aquí, todo razonablemente bien, entendiendo por “bien” que ya nos hemos acostumbrado a que las distribuidoras enmienden la plana a autores y productores, personas que por supuesto no están capacitadas para decidir cómo deben llamarse sus propias obras en territorios extranjeros. Lo llamativo en este caso es que si uno quiere comprar la novela de Hornby en español no debe buscar el título Mejor otro día, pero tampoco Un largo camino abajo ni Un largo camino hasta abajo, que serían (esta vez sí) traducciones aproximadas de la perífrasis que da nombre al libro. No. Ni lo uno ni lo otro. En español, el libro de Hornby se llama En picado. A long way down, Mejor otro día, En picado: tres nombres distintos para el mismo relato, dependiendo de si hablamos de cine o literatura y del idioma en que lo hablemos. Es lo que yo llamo hacer la respetabilísima picha del público un completo lío. O quizá una magnífica estrategia para que el público lea/vea tres cosas distintas sin reparar en que está consumiendo la misma historia hasta, digamos, mitad de camino. Pero vamos con la película.
No es mi condición de ferviente seguidor de Hornby la que habla si digo que no se trata de una adaptación satisfactoria. En otras ocasiones no he tenido inconveniente en halagar las adaptaciones a la gran pantalla de sus creaciones. Hornby ha sido bien trasladado al cine en más de una ocasión (Un niño grande o Alta fidelidad son buenos ejemplos), pero no es el caso. Y lo digo sin ningún afán de hacer sangre, ya que la novela me parece tremendamente complicada de llevar al cine, como ya intuía antes de ver el fruto del intento. De hecho, aplaudo el arrojo de intentarlo en mayor medida que censuro el que hayan fracasado parcialmente. Asumieron el riesgo. Les salió mal, o regular, digamos. Pero se acercaron al texto de Hornby con respeto e hicieron lo posible por hacerle justicia.
Si consideramos el audaz punto de partida del libro (cuatro suicidas coinciden por casualidad en la azotea de un edificio y, tras contarse unos a otros sus casuísticas, terminan por darse un margen de unos meses antes de decidir si finalmente se quitan la vida), comprenderemos lo difícil de su traslado al formato audiovisual. Tanto el arranque como el desarrollo de esta idea demandan grandes dosis de talento para implantar una suspensión de incredulidad lo suficientemente firme, y esa suspensión resulta más fácilmente diseñable a través de la búsqueda de una alquimia literaria que por medio de imágenes. Los cuatro personajes centrales quedan (en relación al trazo de la novela, pero también –creo sinceramente- si uno obvia ese punto de referencia) desdibujados y acartonados, ajenos a la riqueza que cobran en las páginas del libro (o a cualquier otra forma de riqueza distinta, creo también poder decir). Sus reacciones chirrían en numerosas ocasiones y no se comportan con la naturalidad que hace que el espectador, precisamente, olvide que hay un guionista detrás, llevando la manija. Aquí no se olvida nunca, por lo forzado, lo aparatoso del guión. Sin un buen trabajo de guión, es muy difícil que el resto de elementos de la película puedan hacerla funcionar. Ya expongo como atenuante que ese trabajo de guión se antojaba a priori bastante hercúleo, casi destinado al fracaso. Tampoco ayuda una puesta en escena cercana al video-clip, hasta el punto en que hay momentos en que parece que las imágenes están al servicio de la música y no al contrario.
Por lo demás, los cuatro actores protagonistas se desenvuelven admirablemente, si tenemos en cuenta lo limitado del material con que trabajan, y gracias a ellos vivimos momentos de genuina emoción, así como algunas escenas de comedia más o menos certeras. Los actores son, con mucho, lo mejor de Mejor otro día (o como queramos llamarla).
Pierce Brosnan no fue nunca un gran actor dramático, pero su experiencia y empaque logran crear en el espectador sincera empatía. El mayor reto es para Aaron Paul, que hace lo que buenamente puede (y a veces puede bastante) con el más difuminado y chocante de los cuatro desgraciados a cuyas peripecias asistimos. Imogen Poots, por su parte, supone una agradable sorpresa.
Capítulo aparte merece esa gran actriz que es Toni Collette. Los primeros compases parecen relegarla a una caricatura bastante burda de personaje. Sin embargo, hay un momento de la cinta a partir del cual toma las riendas y se reafirma gloriosamente ante nuestros ojos, deparándonos nudos en la garganta difíciles de olvidar. Aunque solo fuera por ella, valdría la pena ver Mejor otro día y también A long way down, rematando la tarde con una somera lectura de En picado.
Ficha técnica:
Título original: A Long Way Down Director: Pascal Chaumeil Guión: Jack Thorne Música: Dario Marianelli Fotografía: Ben Davis Reparto: Aaron Paul, Imogen Poots, Pierce Brosnan, Toni Collette, Rosamund Pike, Sam Neill Distribuidora: A Contracorriente Fecha de estreno: 11/04/2014