No debió ser cómodo para Vincente Minnelli, la injusticia de tener que haber vivido siempre a la sombra, primero a la de su mujer, Judy Garland, y luego a la de su hija Liza. Por suerte, parece que el tiempo pone a cada uno en su lugar, y la historia está siendo justa con Vincente. Si hubo una cualidad que le definió siempre, además de ser uno de los más inteligentes y creativos directores de musicales, fue el hecho de ser un esteta. En los inicios del color, cuando poco a poco se iba imponiendo, pocos directores supieron sacarle partido como Minnelli. En películas como Un Americano en París, el color es un arma fundamental, haciendo de cada plano de la película, una fusión de colores de tono pastel que lo acercan a lo pictórico. Es por eso que llama poderosamente la atención que decidiera rodar El Padre de la Novia en blanco y negro, más aún, cuando para entonces, ya había rodado El Pirata. Quizá con el uso del color, ese bello y pulcro vestido blanco que viste Elizabeth Taylor habría conseguido un estampado precioso en la pantalla. Pero no fue así, movido quizás por el espíritu de pequeña producción que era El Padre de la Novia, se decidió por el formato más clásico, y a la vez, económico. Y pese a todo, nunca renunció a estilizarla.
Pero aunque Minnelli la hizo suya, realmente la fuerza de la película no residía en su dirección. Eran dos las cartas que jugaba con especial maestría, por un lado teníamos el rico guión que escribieron Frances Goodrichm y Albert Hackett, una de las mejores parejas de guionistas de la historia del cine y que de sus manos salieron obras como La Cena de los Acusados o ¡Qué bello es vivir!. Desde la supuesta liviandad de la que siempre hace gala la película, con su humor blanco y familiar y su simpleza, confeccionan una obra rica en matices. Lo primero que destaca es lo efectivo del propio planteamiento, con una distribución muy clara. La película que nos cuenta la historia de un padre que acaba de casar a su hija, y recula para contar la historia hasta el momento en el que conoce la noticia, tiene una distribución ejemplar, así, vemos como poco a poco van sucediendo las distintas fases: la noticia, la presentación del novia, conocer a los suegros, dar la noticia del enlace a los allegados, los preparativos de la boda y los problemas que conlleva esto, las dudas de última hora, el ensayo general y finalmente, la ceremonia y el banquete. Todo perfectamente ordenado y marcado.
Pero el libreto no se queda en esto, tiene uno de esos detalles que hacen a las obras universales, y es su perfecta disposición en el tiempo y el conocimiento de las costumbres. Vista hoy, nos sirve como una perfecta toma de conocimiento para los costumbres de la época. La familia protagonista, es una familia típica de clase media. El padre trabaja, la madre está en casa, la hija es perfecta y es el ojo derecho del padre, los hijos son unos pequeños gamberretes y hasta tenemos a un ama de llaves, por supuesto, de color. El ambiente siempre es cordial, y se respeta al cabeza de familia, las tradiciones están siempre vigentes. Así tenemos a ese matrimonio que pese a llevar años casados, duermen en camas separadas o el hecho de que entre todas las dudas y temores que despierta al padre que su hija se vaya a casar, nunca se plantee el tema sexual, porque se da por hecho que su hija llegará virgen al matrimonio. Aún así los personajes y las situaciones que se derivan son fácilmente identificables por el espectador de cualquier época.
Otro de los grandes aciertos del guión es en la forma de la que están organizados los sketches. El gag nunca está forzado, siempre aparece desde la situación y tiene el punto y la duración justa para que la película fluya a la perfección. De hecho, hay algo en la película que me gusta cómo funciona, y es su coqueteo con el desastre que nunca termina de llegar, así podemos ver en la escena de la cocina, como sentimos que a Tracy en cualquier momento se le caerá la bandeja, pero ésta nunca se cae. O en esa misma escena, cuando la puerta de un armario no cierra bien, y Tracy no para de ir de un sitio a otro. Juegan con que en cualquier momento, se dará un porrazo con ella, pero no existe ni siquiera el amago de hacerlo, tan sólo, la percepción en el espectador de que puede caer en ello, algo que al final acaba resultando más divertido que cualquier truco sencillo. Quizá, el mejor ejemplo de esto, nos lo encontramos en la ceremonia, cuando Tracy expone sus temores a que su torpeza termine haciéndole tropezar, pero todo discurre con normalidad, flirteando con el desastre pero sin llegar a caer en él. Y aunque la película sea realmente una sencilla comedia romántica, también hay lugar para el pastiche y para traer comedia de otros lugares, la fantástica escena del traje, en la que un Spencer Tracy, excepcionalmente divertido, y gesticulando de una manera muy divertida, lucha por meterse en un traje que ya le queda pequeño, acabando con un excepcional «¡Me metí!», parece sacada de una película de Chaplin, como es de esperar, en el primer esfuerzo, el traje da de sí, pero de nuevo aquí se vuelve a mostrar su acierto en el humor al no estirar más el gag. También hay detalles de la «screwball» como ocurre en la fiesta final, cuando en una casa alborotada de gente, el padre trata de encontrar a su hija para despedirse antes de que ésta se vaya, incapaz de moverse entre el gentío.
Pero si algo destaca entre las líneas de El Padre de la Novia es la forma que tiene la película de analizar, de manera minuciosa, el miedo existente en el personaje principal. La noticia cae sobre él como una bomba, sin haber estado pendiente de la gente que ha traído su hija, en una excepcional escena, trata de recordar todos los chicos que han pasado por casa, obviamente, ninguno es de su agrado. El motivo es sencillo, él está completamente enamorado de su hija, al mayor nivel de amor paterno-filial. Él mismo confiesa al inicio de la película que estamos hablando de su hija favorita, pero el momento con el que más claridad lo observamos es en la cena en casa de los suegros, dónde es incapaz de dejar de hablar de ella y de toda su vida. Por un lado teme sentirse desplazado, la película ahonda en los detalles, la primera vez que Tracy se da cuenta de que la ha perdido es cuando le pide que se ponga un abrigo antes de salir de casa, ella no le hace caso alegando que no hace frío, pero cuando el novio le diga lo mismo, obedecerá sin rechistar. Es un paso adelante en la vida que no quiere dar. Es el hecho de aceptar que está terminando una fase, y que ahora llega una nueva etapa en su vida, que el padre se convertirá, presumiblemente, en abuelo. En la misma boda expresa sus temores, al escuchar la frase «Toma a esta mujer como esposa», él piensa que su hija no es una mujer, es sólo una niña, pero llegado el momento, es capaz de enfrentarse, y dar un pequeño paso atrás, representado de manera física, en una excepcional toma, echándose atrás, desplazando su posición en la boda, y simbolizando que por fin es capaz de retirarse y dejarla avanzar.
Pero más allá de su guión, hay otra baza aún mayor, que es la interpretación de Spencer Tracy. En un principio Tracy no quería aceptar el guión, pero los propios guionistas fueron los que hablaron con Katharine Hepburn para que presionase al actor, que finalmente aceptó. Aunque en un principio ella iba a hacer el papel de Joan Bennett, finalmente se declinó la idea al ver que realmente la pareja protagonista estaba muy alejada de las que ambos solían interpretar, mucho más tradicional y que podría no hacer funcionar a la película, algo que sin duda, también fue un acierto, además de que Joan Bennett está muy contenida y realiza una gran interpretación. Spencer tenía ese aire de hombre afable, cascarrabias pero entrañable, que tan bien supo imprimir en el papel. Desde la primera escena, en la que un travelling recorre toda la casa destrozada por la fiesta hasta llegar a un hombre desabrochándose los zapatos y contándonos, como llegó hasta ahí, Tracy consigue transmitir al espectador un aire de cercanía.
Todo el peso de la película, ya sea el cómico, o el dramático, recae sobre él. De hecho la película tan solo tiene un momento en el que se para a explorar los sentimientos de otro personaje, en la conversación junto a la ventana en la que su mujer le recrimina el hecho de no poderse haber casado de blanco. Pronto vemos en esta escena que pese a su tozudonería, en realidad también estamos ante un hombre compresivo.
La película se engrandece por el personaje pero también por el actor que lo interpreta, vemos una evolución constante en él, y sin embargo, es incapaz de ser otra persona distinta a la que es. La misma noticia en la que la hija da la noticia del enlace, vemos por la noche que es incapaz de dormir, todos los miedos que le corroen son demasiados, pero una vez que se desahoga con su esposa, le pasa la preocupación a ella y el consigue echarse a dormir, dejando con sus preocupaciones a la mujer. En la conversación que mantiene con el novio, es incapaz de dejarle hablar, algo de lo que no se da cuenta, hasta que su mujer, que ha hablado con su hija, le habla de él y se percata de que no sabe nada. Pero aún así, ha conseguido lo que quería, ha aceptado al novio en una conversación en la que solo ha hablado él, pero el simple hecho de ver que éste le escuchaba con atención, algo que nadie hace en su casa, no le ha dejado tiempo para pararse en otros detalles. Algo similar ocurre cuando conoce a sus suegros, siempre se pone en lo peor, dice que vivirán en una choza, que ni siquiera beberán. Nada más llegar, se encuentra con que estos viven en una casa enorme, y además, para disfrute de él, tienen un esplendido minibar, pequeños y simples detalles que le desengañan y le llevan al camino de la aceptación.
Cuando empiezan los preparativos de la boda, es posiblemente cuando peor lo pasa, observa como los gastos se le van de las manos. Él es un hombre previsor y al que le gusta tener controlado (a la boda lleva puestos tirantes y cinturón, pues no deja ningún detalle al azar), siempre trata de que nada se aleje de los planes iniciales, pero al final, no le queda más que resignarse y aceptar que realmente, allí quienes mandan son su mujer y su hija. Con el miedo, siempre latente, cuando su hija regañe con su novio, y éste vaya a casa, le tratará de decir que se vaya, puesto que su hija no quiere verla, pero cuando ésta salga y se reconcilié con él, delante de su padre, éste, sin mediar palabra, reculará y subirá por las escaleras. De nuevo aquí aparece la resignación, y es que es por mucho que siempre trate de organizar todo a su manera, al final, tan sólo le queda aceptar que está pasando, y que su hija se va de su lado.
Pero es un camino complicado el que tiene que recorrer, como mencionábamos antes, durante la fiesta, tratará por todo los medios de encontrar a su hija para despedirse de ella. Ante el jaleo de la boda y la masiva afluencia de unos invitados que abarrotan la casa, le resulta completamente imposible llegar hasta ella, algo que lo deja más devastado aún. Pero una llamada lo cambiará todo, su hija, que ya se ha marchado, le llama para decirle que le quiere, es entonces cuando se da cuenta de que el paso está dado, y que su hija ya no estará con ellos. Pero en lugar de deprimirse por esto, mira a su mujer, y se pone a bailar con ella, quizá ya no esté su hija favorita en casa, pero puede ser el momento de recuperar la relación con su mujer, empezar una nueva etapa y volver a descubrirse a sí mismos como pareja, y quién sabe, si volver a dormir los dos en una misma cama.
Vincente Minnelli dejó que el guión y la excepcional actuación de Tracy fueran los principales motores de la película, una decisión que sin duda fue la más acertada y que reportó a la película tres nominaciones al Oscar, precisamente para su guión, para Tracy y además para mejor película. Pero aún así la mano del realizador está presente, empezando por la perfecta utilización de los decorados, con una casa que está perfectamente distribuida, y que permite al espectador una de esas raras sensaciones que pocas veces se consiguen en el cine, que es la de conocer perfectamente dónde está cada una de las habitaciones. También nos regaló planos de gran belleza, como la imagen de Elizabeth Taylor vestida de novia, vista por su padre desde el marco de la puerta y rodeada de espejos, dando la sensación de que la vemos hasta cuatro veces.
El padre de la Novia es una película deliciosa, una comedia sencilla, precursora del tan desgastado género de comedias nupciales. Pero que pese a su sencillez no tiene reparos en ahondar en los miedos de un personaje muy bien trazado. Resulta curioso observar las claras similitudes que tiene esta película con Adivina quién viene esta noche, la última película que rodó Spencer Tracy, pero aquella nacía de una forma más concreta, entrando en temas políticos, mientras que ésta pretende ser mucho más universal, extrapolando, a través de las vivencias de una época muy concreta, los miedos que puede tener cualquier padre del mundo, en cualquier momento y lugar, al tener que dejar marchar a su hija. La película fue un rotundo éxito en su día, la productora además aprovechó toda la publicada que le dio la mediática boda de Elizabeth Taylor con Conrad Hilton Jr., heredero del imperio Hilton, apenas unas semanas antes del estreno de la película.
>> Spencer Tracy, el actor de actores. Parte I – Su infancia, Broadway y los años en FOX
>> Spencer Tracy, el actor de actores. Parte II – Llega el éxito y llega Katharine
>> Spencer Tracy, el actor de actores. Parte III – Los últimos años y su enfermedad
FICHA TÉCNICA
Título:
El Padre de la Novia
Título Original:
Father of The Bride
Año de Producción:
1950
País:
Estados Unidos
Dirección:
Vincente Minnelli
Guión:
Frances Goodrich y Albert Hackett
Música:
Adolph Deutsch
Fotografía:
John Alton
Reparto:
Spencer Tracy (Stanley T. Banks)
Joan Bennett (Ellie Banks)
Elizabeth Taylor (Katherine «Kay» Banks)
Don Taylor (Buckley Dunstan)
Billie Burke (Doris Dunstan)
Moroni Olsen (Herbert Dunstan)
Fecha de Estreno:
16 de Junio de 1950 (Estados Unidos)
25 de Diciembre de 1950 (Madrid, Cine Capitol)