Sin City – La sangre es el agua y la perversión el aire | La Cabecita

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Al terminar una película a veces nos quedamos sin palabras, otras sin respiración, a veces tenemos que parar y quedarnos en silencio, reflexionar sobre lo que has visto y si de verdad has entendido todo. Sin City es de esos filmes que por mucho que quieras no te puede dejar indiferente. Es una joya cinematográfica en todos los sentidos, algo sensacional, sublime. Rodríguez y Tarantino demostraron que a veces las adaptaciones (de comics en este caso) pueden salir muy bien y con la maestría que les caracteriza y un reparto histórico lograron crear una cuidad inolvidable para el cine negro y los cinéfilos más ambiciosos.

No muchos directores son capaces de arriesgarse a hacer una película en B&N en pleno siglo XXVI, de hecho, si nos los dijeran a muchos de nosotros la daríamos por muerta incluso antes de llegar a los cines. En un Hollywood en el que predominan las ideas fáciles haciendo remakes, blockbuster’s para dar y tomar y comedias románticas tontas y más ñoñas que nunca se agradece ver algo diferente y al menos nos queda el consuelo de saber que en 2005 Robert Rodríguez y su fiel amigo y genio Quentin Tarantino nos lo dieron. Por suerte aún quedan directores y guionistas (y espero que lleguen más) con algo más que dinero: Imaginación. Recapitulando, en plena década de los colorines, los vampiros alteradores de hormonas y cursilerías que dan más pena que gloria te puedes poner Sin City y en ella encontrarás la respuesta de por qué te gusta tanto el cine. Y sin más… ¡Qué comience el espectáculo!

¡Bienvenidos a Sin City! El lugar en el que las prostitutas despiadadas no tienen ningún problema en cortar cabezas o clavar una pistola en la frente a Benicio del Toro, una cuidad en la que la sangre es el agua y la perversión el aire. Nos sorprende con una estética embaucadora y tremendamente elegante. El uso del color en esta película es muy importante, a los más inquietos les gustará saber que el amarillo se empleó como el color de la enfermedad, el rojo simbolizó el peligro, la pasión… La presencia de este color vivo hizo que muchas escenas denotaran una finura exquisita. En secuencias de esperanza o júbilo el B&N se fue disipando para dar paso al color, tímido, pero color al fin y al cabo, sin embargo vuelve a su oscuridad cuando retorna a los paisajes de mala muerte o en la decadencia de los personas (en especial la de Bruce Willis como el inspector Hartigan). Un gran juego visual el que se nos presentó en este thriller comiquero que cuidó minuciosamente detalle tras detalle.

Es obvio que un buen director puede hacer que una película con un argumento flojo se convierta en una joya, hay muchos elementos que la pueden beneficiar. Sin City además de contar con una base argumental maravillosa (los comics de Frank Miller) se molestó en buscar al mejor reparto posible y por eso no recortaron presupuesto y tiraron la casa por la ventana con gente como Bruce Willis, Josh Harnett, Mickey Rourke, Benicio del Toro, Jessica Alba, Elijah Wood y el propio creador Fran Miller. Tres historias en una, a cada cual mejor organizada y más llamativa que culminan con un final espectacular pero que deja con ganas de más. Es indudable, hay Sin City para rato. Por eso la secuela ya se está cociendo aunque tengo las aspiraciones más bajas, ya no está Tarantino, ya no está Bruce Willis, ni Benicio del Toro, pero sí Danny Trejo, que puede venir bien. De igual modo me quedo con ésta, con mi ciudad preferida por excelencia, con la magia de la belleza y la clase de los maestros.