Festival de Cine Europeo de Sevilla 2014 – Día 7 | La Cabecita

Parece mentira, pero ya llevamos una semana de un festival que, desgraciadamente, empieza a tocar a su fin. Pero el SEFF sigue dando guerra, con otra jornada que, entre ladridos, negociaciones e Iglesias, ha dado mucho que hablar. Para bien y para mal.

La sapienza – Sobreiluminada

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La gran belleza fue una de las grandes películas del año pasado, que supo combinar la comedia más sofisticada con una particular y satírica visión del mundo del arte y la burguesía, a través de una estimulante propuesta narrativa que no aburría en ningún momento, a pesar de su extensa duración. Pues bien, creo que La sapienza toma muchos de estos elementos de la obra de Paolo Sorrentino, pero añadiendo a la mezcla un drama introspectivo de personajes como excusa para abrumar al espectador con información sobre arquitectura italiana.

La sapienza resulta fallida principalmente por un error de cálculo. En primer lugar, se nota que detrás de esta película hay una pasión desmedida por la arquitectura, lo cual desborda la historia de personajes que trata de contar. Por otro lado, y a consecuencia de lo anterior, los personajes no están del todo desarrollados y sólo en momentos concretos llegan a funcionar realmente. Como último apunte sobre el guión, quiero señalar que las dos tramas que forman el film no tienen la suficiente cohesión emocional como para ganarse al espectador cuando se funden al final, lo cual me parece básico.

Visualmente destaca la decisión del director de afrontar algunas conversaciones mediante primeros planos en los que los actores miran directamente a cámara, rompiendo la cuarta pared. Sin embargo, el resultado es desigual, ya que algunos diálogos son un poco forzados y los actores jóvenes no aguantan bien los planos.

Si no acabo de lapidar La sapienza es porque soy consciente de que los amantes del arte en general y de la arquitectura en particular encontrarán en ella una obra más que interesante, y no le darán tanta importancia a las carencias de su aburrido guión. Al resto de mortales les recomiendo el film de Sorrentino.

Negociador – Bandera blanca

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Tenía muchas ganas de ver Negociador, principalmente porque trata un tema delicadísimo como es la negociación del cese de las armas por parte de ETA, y porque lo hace en clave de comedia. Esto me hacía esperar algo mínimamente transgresor, que generase cierta polémica dentro de este contexto. Pero Borja Cobeaga (director y guionista) va a lo fácil y se queda en la superficie de todo, ofreciendo una bienintencionada y complaciente comedia, que entretiene y hace reír lo justo.

Creo que Negociador tiene un potencial tremendo, tanto su idea como sus personajes, pero que se desperdicia prácticamente en cada situación que presenta. Que no se me malinterprete, la película funciona, y con muy poco consigue arrancar bastantes carcajadas. Pero cualquiera que rasque un poco sobre la superficie podrá imaginar una comedia más valiente y divertida.

Pienso honestamente que España no está preparada para hacer la Negociador que realmente necesita, al ser este un país incapaz de reírse de sí mismo y que hace de cada problema un trauma insuperable. Dicho esto, queda una comedia que se ve bien y con gusto, pero bastante olvidable en definitiva.

White Dog – Siéntate. Túmbate. Rebélate.

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En White Dog se cuenta principalmente una historia, acerca de la relación entre perros y humanos, pero que llegado cierto punto se divide en dos gracias a la inteligente dicotomía que se plantea sobre ese dicho que reza “el perro es el mejor amigo del hombre”. Desde luego el perro, en toda su inocencia y ciega lealtad, es el mejor amigo del hombre pero, ¿es el hombre el mejor amigo del perro?

La gran baza con la que juega el húngaro Kornél Mundruczó es su conflicto, que desde que arranca no te suelta. Y es que casi todo el mundo ha querido tener un perro, pero después no todos se han visto dispuestos a asumir las responsabilidades. De este modo, en cuanto llega el más mínimo problema, Hagen (el perro protagonista) será abandonado a su suerte en medio de ninguna parte, un momento que romperá el corazón a cualquiera que no esté muerto por dentro y especialmente a todos los que sepamos lo que es querer a un perro. A partir de este momento la trama se desdobla, ofreciendo por un lado el angustioso retrato de la chica que intenta recuperar a Hagen, y por otro la visión del propio perro. Y es impresionante como logra esto último, meterte en la piel de ese perro perdido e inocente gracias a un gran juego de miradas y de sabios movimientos de cámara, que hacen de Hagen un personaje con mucha fuerza.

La conexión emocional con la trama del perro protagonista me parece tan poderosa y bien llevada, que inevitablemente hace que la película pierda interés cuando se alterna con la otra. Aun así, creo que el director es plenamente consciente de eso, y sabe cómo dosificar el “factor humano” dentro de la historia para ofrecer cierto alivio a la trama de los sufridos canes. Y es que Mundruczo no se corta a la hora de retratar esa desgraciada cara de la realidad en el trato humano-perro, en la que ya sea por indiferencia o directamente a través del abuso o el maltrato, el perro siempre sale perdiendo. Como decía más arriba, no es una película fácil de ver, ya que poco a poco va haciendo polvo las reservas emocionales del espectador. Sin embargo, White Dog sabe cuándo dejar de apretar, dándole la vuelta a la tortilla a través de un “deus ex machina” cuestionable pero necesario (que se deja entrever al comienzo del film), que transforma la historia en una auténtica metáfora moralista que recuerda por momentos a El planeta de los simios.

Creo que es a partir de ese punto de inflexión donde, o entras en el cambio de tornas que sufre la película (comprendiendo todo el significado subyacente)o la segunda mitad te parecerá una burda imitación de Los pajaros. Ni que decir tiene que yo soy de los primeros, y durante la segunda hora no podía ir más a tope con los perros en esa desenfrenada oleada de venganza tan brutal como necesaria, que deja algunas secuencias simplemente espectaculares.

Tenía miedo de como acabaría la película, pero sinceramente creo que acaba de la forma más maravillosa y sobrecogedora posible, sin trucos ni efectismos. Si, el inhumano panorama retratado a lo largo del metraje existe y duele, pero sigue quedando espacio para otra realidad.