Desde allá – La distancia | La Cabecita

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Desde acá, quizá sea fácil pontificar sobre cómo de optimista o pesimista puede permitirse ser el nuevo cine latinoamericano, ese que algunos empiezan a tachar de ser demasiado misántropo o nihilista, mezclando en la misma turmix a Escalante con Franco, con Reygadas, con Larraín y con Trapero, y quizá también podamos meter así, por meter, al triunfador Iñárritu con sus muchos Oscars y su estética y ética del sufrimiento extremo; pero quizá, desde allá, desde cada país y desde la individualidad de cada director, no les guste mucho la mezcolanza y prefieran que se juzgue a cada película por sí misma y a cada director por sí mismo, porque igual resulta que cada uno quiere contar sus propias historias con su propia voz, y hay más matices en ellas de los que la basta generalización permite apreciar.

Porque, en mi opinión, la sorpresiva ganadora del León de Oro en la última edición de la Mostra de Venecia, cuenta una historia muy particular y precisa que se gana cada centímetro de su no excesivamente alegre, que digamos, conclusión. Lejos del nihilismo de salón que a veces ha practicado, allá en las alturas, por ejemplo, el por lo general brillante Haneke, el debutante Lorenzo Vigas se trae entre manos un relato que difícilmente puede acabar bien, y el hecho de que su desesperanza sea previsible hasta cierto punto tiene más que ver con la realidad que presenta que con una supuesta moda gratuitamente deprimente de un supuestamente uniformado cine de autor latinoamericano. Aunque en cualquier caso, los que opinen lo contrario siempre tienen a Campanella para recibir su dosis de optimismo latinoamericano…

Pero dejemos de lado lo que otros, allá, hayan podido decir de la película, y centrémonos en el acá, en esta gran película y lo que al que suscribe le haya podido sugerir.

Desde allá

Es Desde allá una película sobre la distancia, en todas sus acepciones posibles: desde la distancia focal de las lentes de la cámara con que está rodada hasta la que existe entre sus protagonistas, entre los mundos que habitan, entre lo que sienten, lo que dicen y lo que hacen, entre lo que quieren y lo que buscan, y entre varias cosas más. La primera de todas, la distancia focal, se convierte en metáfora de todas las demás, pero una metáfora que, pese a poder tener algo de obvio, es muy expresiva, y su significado se siente más que se entiende: usando una casi nula profundidad de campo, Vigas mantiene casi siempre perfectamente enfocada solamente la cabeza de sus protagonistas (sobre todo de uno de ellos) mientras el resto del cuadro se difumina en una mancha borrosa con la que no podemos establecer apenas conexión. Lo que en principio puede parecer un símbolo algo facilón del egocentrismo de los personajes tiene en realidad un efecto más sensorial y subconsciente que intelectual, creando un clima muy íntimo, casi alienado de todo lo que no son esos personajes, de manera que Vigas, más que conseguir que juzguemos a sus personajes y su egoísmo, nos hace sentir su aislamiento y autismo emocional. Al menos en el lado de acá, el de Armando, al que interpreta Alfredo Castro con extrañamiento Antonioniesco, y con cuyo punto de vista se alinea la mayor parte de la narración. Porque en el lado de allá, en el lado de Elder, interpretado por Luis Silva, el encuadre es más abierto, la profundidad de campo mayor, y todo parece más integrado con la realidad que lo rodea.

Y digo el lado de allá al hablar del lado de Elder, porque la película lo mira a él, y solo gradualmente empieza a mostrarnos su punto de vista también, en esa danza de aproximación, o de tentativa de aproximación, que es todo el filme. Porque hasta entre los estilos interpretativos hay kilómetros: contenido hasta el hieratismo, con perfecta técnica minimalista el de Castro, irregular pero fresco y vivo, mucho más vivo, el de Silva. Tan vivo que es quien más hace por acercarse y quien se convierte en el motor de la película, y quien acaba ganándose al espectador, ya sea el espectador, por sus circunstancias, más de acá o más de allá. Él es, también, y junto con el director, responsable de que esa desesperanza de la que hablábamos no resulte ni impostada ni inhumana, aportando incluso ternura a una relación que, si Vigas fuera ese misántropo de salón que algunos han dicho, no rebosaría como rebosa aquí.

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Pero, al fin, las muchas distancias que quiere saltar su personaje, Elder, o que salta por pura ignorancia de su existencia, existen, y condicionan el drama que vemos. Y Vigas hila muy bien unas con otras y define con precisión algo difícil de expresar con palabras y que pocas veces se ha contado con similar franqueza: la relación que existe, o puede existir, entre la frustración económica, la cultural, la social y la sexual. No es, ni mucho menos, la primera película que habla de cómo las diferencias de clase pueden frustrar una relación, pero sí es de las pocas que establece un vínculo entre esas diferencias y la identidad sexual, o la mayor o menor libertad con que esa identidad se acepta, y detecta el hilo por el que el poder económico o social se ejerce también en el campo sexual y emocional, y la represión en un campo se refleja en la represión en todos los demás campos. Detecta también el hilo por el que el reprimido o el rechazado se vuelve represor y rechazador cuando tiene los instrumentos adecuados a su alcance, como un cáncer social que va infectando a todos. Elder, por sus muchos condicionantes, puede tratar de salvar unas distancias y tender algunos puentes, y no otros. Armando ya solo puede romper puentes o huir de ellos, en ese autismo en que vive sumergido, autismo que es de muchos tipos, desde el social al sexual pasando por varios otros. Pero, lejos de caer en el victimismo, Vigas es crítico con lo que muestra y deja claro que Armando es perpetrador también, una rueda más en un engranaje ya demasiado grande como para sustraerse a él y, como rueda de una máquina que es, es movido por otras ruedas, pero también mueve para que la máquina siga su movimiento destructivo.

Puede que Vigas sea implacable en sus conclusiones, pero las ha desarrollado con rigor formal y narrativo y no resultan en absoluto gratuitas. Puede que incurra en ocasiones en cierta ambigüedad algo afectada, algo “a la moda”, al privar de determinada información al espectador, pero en realidad son detalles de los que se puede hacer abstracción y no afectan realmente ni al desarrollo dramático ni al temático. Y a fin de cuentas, y sobre todo, lo que importa es que el director ha desarrollado todas esas ideas y personajes tan duros con sensibilidad, permitiendo que aflore la humanidad de sus personajes, aunque sea poca o aunque aflore para marchitarse al poco. En el juego de distancias que es toda la película, Vigas consigue encontrar la distancia exacta entre el nihilismo y el humanismo y, con respecto de sus personajes, entre la comprensión y la crítica.

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Ficha técnica:

Título original: Desde allá Director: Lorenzo Vigas Guión: Guillermo Arriaga, Lorenzo Vigas Fotografía: Sergio Armstrong  Reparto: Alfredo Castro, Luis Silva, Jericó Montilla, Catherina Cardozo, Jorge Luis Bosque,Greymer Acosta, Auffer Camacho, Ivan Peña, Joretsis Ibarra, Yeimar Peralta,Scarlett Jaimes, Ernesto Campos Distribuidora: Caramel Films Fecha de estreno: 22/06/16