Las diez películas favoritas de Jesús Urgell | La Cabecita

 

Blade Runner: The Final Cut

Llamativo, a la par que engañoso, título para un artículo ¿verdad? Las listas, sea de la índole que sean, suelen llaman la atención, invitan a la comparación y al contraste, al debate y, probablemente, apelen a esa irreductible faceta de la naturaleza humana necesitada de clasificar y dar sentido a todo lo que nos rodea. Pero al fin y al cabo, cualquier debate sobre listas clasificatorias en lo que atañe a algo tan relativo y volátil como unos gustos personales, que no dejan de evolucionar a la par que el cine, lo que aquí nos ocupa, es tan apasionante como estéril. Y si tú, lector asiduo o casual de La Cabecita, estás leyendo estas líneas ahora mismo, no haces más que corroborar mi modesta tesis.

Aun así, y después de ese pequeño arranque nihilista que espero me disculpéis, voy a intentar escribir sobre mis 10 películas favoritas de hoy. Quizá mañana me arrepienta y hubiera cambiado alguna, tal como me ocurrió ayer, y anteayer. Para mí, el cine es ante todo emoción: se puede revestir de un formalismo perfecto, pero sin un contenido que nos haga sentir algo, difícilmente va a transmitirnos nada. Y del mismo modo, una película puede hablar de temas profundos y transcendentes, pero si está pésimamente rodada tampoco perdurará demasiado en nuestra frágil memoria. El equilibrio entre forma y contenido es ese extraño y raro elixir que nos hace retener una película en las retinas años, no, décadas después de haberla visto por primera vez. Dicho esto, pues, voy a exponer esta lista en base a las diferentes emociones que me suscitan las películas, y las que mejor me la transmiten en este momento.

Blade Runner: The Final Cut

Angustia existencial: ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿qué propósito tiene nuestra existencia?, ¿qué nos hace ser humanos? Quién más quién menos nos hemos hecho estas preguntas a lo largo de nuestra vida. Y Blade Runner, de Ridley Scott las exhibe con una belleza y perfección inusitada. Para mi representó un antes y un después en la ciencia ficción. Hay otras obras cumbre que también ejercieron ese rol, claro, como la 2001, Una odisea del espacio de Kubrick, pero la obra de Ridley Scott, esa perfecta combinación de ciencia ficción con neonoir, contiene una poética especial de la que para mí carece la más fría y cerebral visión de Kubrick del futuro de la Humanidad. A fin de cuentas, ¿quién quiere perder todo lo vivido como lágrimas en la lluvia? Todo el mundo tiene miedo a ese momento final de la existencia.  

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Horror interno: El miedo es una de las emociones más básicas y primarias. Probablemente porqué forma parte del instinto de supervivencia de todo el reino animal, y el hombre es el más peligroso de todos los animales, tan peligroso que él mismo es su depredador natural. Nuestros demonios internos a veces toman el control y nos dejamos llevar por nuestros más oscuros pensamientos e instintos, y eso, la falta de control, la locura, propia y ajena, nos aterroriza. Y a ese proceso de progresiva bajada a los infiernos de una familia nos aboca magistralmente El Resplandor, de Stanley Kubrick. Cierto es que como adaptación de la novela homónima de Stephen King no es demasiado fiel. Pero el director logra una atmosfera opresiva y terrorífica sin igual en ese enorme y solitario hotel dejado de la mano de Dios. También es verdad que hay un componente sobrenatural en la historia, pero ¿quién puede asegurar que los espíritus y demonios, el mismo mal como concepto, no son, al fin y al cabo, proyecciones de nuestro lado más oscuro? Esas preguntas las planteó también la magna El Exorcista, aunque de una manera menos ambigua, e inquietante.

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Horror externo: El miedo, el terror, tiene muchos matices. Y si apartamos la mirada de los lugares más sombríos de la naturaleza humana y miramos hacia fuera nos podemos encontrar que el abismo también nos devuelve la mirada. Ese miedo irracional a lo desconocido, a lo lejano, otra vez el miedo a la falta de control, aunque esta vez reflejada en ese íntimo, y a veces nunca confeso, conocimiento de nuestra insignificancia en la inmensidad del Universo, ese horror cósmico que tan bien retrató Lovecraft, se plasmó a la perfección en otra obra maestra de Ridley Scott, Alien, el octavo pasajero. Para algunos es solo una película con monstruo, para otros es ciencia ficción, para mi es una peli de terror en el espacio, porqué realmente consigue que el espacio, en esos planos de la nave “Nostromo” surcando lentamente por esa negra inmensidad, tan enorme como insignificante ante la insondable oscuridad del espacio que la rodea, nos atemorice. Que nos encojamos en nuestro asiento mientras nos preguntamos que nos aguarda o, aún peor, que nos observa, ahí fuera. Otras obras como la también su magnífica secuela Aliens: el regreso, aunque esta sacrificara terror por acción, o el magnífico remake de La Cosa, de John Carpenter, también apelan a ese miedo ancestral, pero no llegan a superar a la aparición de esa fantasmal nave alienígena en un planeta desolado o a las escalofriantes apariciones del letal y esquivo xenomorfo.

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Espíritu de aventura: Frente al miedo, en una eterna lucha entre ambos en nuestra naturaleza, se alza la curiosidad ante lo desconocido, el sentido de la maravilla, el querer descubrir nuestros límites e ir más allá; el espíritu de aventura en definitiva. Y ninguna película apela mejor a esa emoción que Star Wars. Episodio V: El Imperio Contraataca, de Irvin Kershner. Aunque reconozco que solo porqué hoy ha ganado en tiempo de descuento a Indiana Jones: En Busca del Arca Perdida, de Steven Spielberg, su más acérrima rival a la hora de entrar en esta limitada lista de 10 películas que despiertan mi emoción por la aventura; idolatro la primera trilogía de Indiana Jones, e incluso encuentro la infravalorada cuarta entrega entretenida, pero la primera aventura del Dr. Jones, diga lo que diga Amy Farrah Fowler (¡cómo te detesté en ese episodio, Amy!), me sigue pareciendo maravillosa y saca a mi niño interior cada vez que la veo. Pero aun así, enfrente tiene al coloso del género aventurero que supone el Ep. V de la saga galáctica, que 26 años después de su estreno sigue siendo la más redonda de las 7 entregas que se han estrenado hasta ahora. Una estructura narrativa perfecta, un ritmo que no decae, ninguna concesión infantiloide y un elenco de personajes maravilloso (Harrison Ford curiosamente interpretando a dos de mis aventureros caraduras preferidos) y Darth Vader, por supuesto, uno de los mejores villanos de la historia del cine, o casi mejor llamarle héroe trágico, caído en el Lado Oscuro por ceder ante el odio.

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Odio/venganza: Una emoción tan oscura como humana, quién más quién menos todo el mundo la ha sentido en algún momento, incluso aquellos más apacibles, ante los golpes de la vida y que nos propinamos unos a otros en este mundo. La cuestión radica, como con la Fuerza, en no dejarse llevar por ella, que no se apodere de ti, porqué es una emoción tan intensa que, indefectiblemente, también te acabará destruyendo. El director coreano Park Chan-wook entendía tan bien la fuerza destructora de esa emoción que dedicó toda una trilogía, llamada de la venganza, a explorarla: Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy y Sympathy for Lady Vengeance, solo conectadas entre ellas por el tema común, todas soberbias, aunque Old Boy representa su sublimación. Recuerdo que cuando la vi por primera vez en el Festival de Sitges y al acabar la proyección encendieron las luces, me quedé unos minutos sentado en la butaca estremecido por lo que acababa de ver. Y cada vez que la veo me parece un film maravillosamente devastador. Un retrato crudo, cruel y espantoso de lo que puede hacer esa emoción a las personas si se abandonan y entregan a ella.

The Dark Knight

Valor/heroísmo: No demasiado lejos del odio y la venganza, pero representando el otro lado de la moneda, están el afán de justicia. Porqué muchas veces confundimos justicia con venganza cuando nos sentimos dañados, pero hace falta determinación y valor para sobreponerse al odio y ansias de revancha, siempre al servicio egoísta de uno mismo, para convertirlas en la búsqueda de un bien superior para todos, para convertirse en un héroe, una fuente de inspiración, no un simple justiciero. Por esa delgada línea que separa una cosa de la otra han andado muchos superhéroes, especialmente los más trágicos, frecuentemente tentados de cruzarla, pero finalmente manteniéndose en el lado correcto. El Caballero Oscuro, la segunda entrega de la trilogía que Nolan dedico a Batman, trata  magistralmente esos dilemas morales, con soberbios personajes siempre al borde del abismo, con algunos que al final caen, y con otros que solo esperan arrastrar al resto a ese oscuro abismo que habita dentro de todos. El género superheroico es especialmente adecuado para estudiar la dicotomía entre el Bien y el Mal, entre héroe y villano, a veces tan cercanos uno de otro. Estuve tentado de poner aquí en esta lista otra obra cumbre del género, El Protegido, de M. Night Shyamalan, pero maldita sea, Batman es mi superhéroe preferido de comic y se lleva un punto extra por ello.

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Suspense/afán de justicia-verdad: Íntimamente relacionada con las anteriores, también anida en el corazón humano, al menos en el de la mayoría, espero, el deseo de enderezar una situación injusta, de buscar la verdad más allá de los prejuicios y de nuestro egoísmo personal. Y como los superhéroes  con capa de momento solo existen en el papel y el celuloide, nos tenemos que apañar con personas de a pie y el imperfecto sistema judicial. Hay dos obras que siempre me han cautivado desde pequeño y que considero complementarias, responsables en parte, junto a la vieja serie de Perry Mason, de tomar la, equivocada por confundirme de vocación, decisión de empezar la carrera de Derecho ya hace muchos años. La primera de ellas es Doce Hombres Sin Piedad, de Sidney Lumet, un drama judicial atípico, donde todo el peso de la película transcurre no en la sala de juicio, como nos tiene acostumbrados el género, sino en la sala donde los miembros del jurado toman su decisión. Pero no hay que olvidar que decisiones tan transcendentes la toman personas, imperfectas, falibles, humanas, al fin y al cabo; y la película de Lumet retrata eso a la perfección, donde solo un hombre con valor se enfrenta a las miserias y prejuicios del resto para hacerles dudar lo suficiente de su juicio de valor. Claustrofóbica, teatral incluso, pero milimétrica con su guion e interpretaciones, mantiene la tensión en todo momento en un espacio muy reducido. La otra película es Testigo de Cargo, de Billy Wilder. Donde el peso de la acción y el suspense se traslada a la sala de juicio y a las pesquitas exteriores del abogado interpretado magistralmente por Charles Laughton, por dilucidar la verdad, una verdad muy engañosa y esquiva. La puesta en escena de Wilder cautiva y te atrapa hasta el desenlace.

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Comedia/amor/redención: Después de tanto drama y paseo por las miserias de la psique humana, hay que recordar también nuestro deseo por la redención, cuando con el paso de los años miramos atrás y nos preguntamos cómo habría discurrido nuestra vida si en tal o cual momento hubiéramos actuado diferente, en nuestro deseo por tener una segunda, tercera o milésima oportunidad para convertirnos en alguien mejor, y la maravillosa Atrapado en el tiempo te las muestra todas, o al menos una genial selección de ellas. Harold Ramis dirigió y coguionizó no solo una comedia que funcionaba como un mecanismo de reloj, sino también una historia con alma, con un espléndido protagonista y secundarios con los que todos nos podemos sentir identificados y con una historia de amor y cambio tan atípica como inolvidable. Porqué, en el fondo, todos aspiramos a encontrar a ese alguien que nos haga querer ser una versión mejorada de nosotros mismos. Fue una obra tan revolucionaria en su, solo aparente, simpleza que décadas después sigue inspirando episodios de series de TV como Sobrenatural, o películas como la excelente Al Filo del Mañana de Doug Liman o la adorable y fresca Una Cuestión de Tiempo, de Richard Curtis, que tenía méritos propios para mí para entrar en esta lista. Quizá mañana retroceda en el tiempo y decida incluirla, quién sabe.

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Nostalgia: Los humanos también miramos atrás a menudo, sobre todo a partir de cierta edad, recordando una infancia y pre adolescencia, que no pocas veces tendemos a idealizar. Para mi generación, los años 80 representaron ese estadio vital, y también un estadio donde descubrimos el cine, nos deslumbró y maravilló, nos vimos reflejados en él y, lentamente, contribuyó a forjarnos como personas adultas. Hay muchas películas de esos años que son míticas para nosotros, que disfrutamos, nunca mejor dicho, como un niño cada vez que las re visionamos, en todas ellas nos vimos reflejados en un aspecto u otro, por fantásticas que fueran: Gremlins, E.T.: El extraterrestre, Regreso al Futuro, La Princesa Prometida… o más mundanas como El Club de los Cinco o Los Goonies. Todos se sienten más identificados con una u otra, depende de su bagaje vital, muchos con Los Goonies, de hecho anteayer yo la habría incluido si dudar aquí, pero ayer re visioné de nuevo otra obra mítica de esos años, Cuenta Conmigo, de Rob Reiner, y destronó a Los Goonies de un puesto que parecía tener asegurado. No sé muy bien que me hizo cambiar de opinión. Quizá porqué hay cosas que no puedes entender e identificarte plenamente con ellas a menos que, como yo, nazcas y crezcas en un pequeño pueblo donde todo el mundo se conocía, quizá porqué, por eso, muchos paisajes rurales me resultaban tan próximos, quizá porqué me vi completamente reflejado en muchas de las pequeñas grandes aventuras, diálogos y situaciones de sus jóvenes protagonistas, quizá porqué yo también tenía esa edad cuando se estrenó, quizá porque su increíble banda sonora me retrotraiga de cabeza a esa época y, finalmente, quizá porqué yo también nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los 12 años.   

  1. Blade Runner (Ridley Scott, 1982).
  2. El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980).
  3. Alien, el Octavo Pasajero (Ridley Scott, 1979)
  4. Star Wars. Ep. V: El Imperio Contraataca (Irvin Kershner, 1980).
  5. Old Boy (Park Chan-wook, 2003).
  6. El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008).
  7. Doce Hombres Sin Piedad (Sidney Lumet, 1957).
  8. Testigo de Cargo (Billy Wilder, 1957).
  9. Atrapado en el Tiempo (Harold Ramis, 1993).
  10. Cuenta Conmigo (Rob Reiner, 1986).