Americana Film Fest 2016 – Día 1 | La Cabecita

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Tras la presentación del jueves pasado de esta nueva edición, el Americana Film Fest ha vuelto a Barcelona un año más para presentarnos las propuestas más interesantes del panorama independiente estadounidense, que en resumen suelen ser las más notables películas vistas en el festival de Sundance.

Primera película del día: King Jack. La ópera prima de Felix Thompson nos sitúa (cómo no) en la américa profunda, en uno de esos numerosos pueblos dignos de los llamados “rednecks”, en el que un joven Jack de 15 años es la mofa de las chicas, se siente solo en casa y un grupo de abusones aprovechan siempre que le ven para aprovecharse de él. La llegada de su primo, Ben, hará que Jack se atreva a enfrentarse a todo ello, pero empeora las cosas al hacerlo. Y realmente, no es que cambie mucho la llegada de este personaje, solamente en el que el protagonista tiene un motivo por el cual ser más amable. King Jack es una de esas películas prescindibles, un producto que no tiene valor alguno más que de ser usado para algunas imágenes que podrían verse en Tumblr. La película es totalmente vacía, no hay arco de personajes, no hay trama, no hay interés o conflicto, es una excusa para realizar un videoclip frustrado de Arcade Fire, junto a una música típica que se arrastra en Sundance y en el panorama independiente desde la aparición de Juno, cuya saturación ya estalla en mi cabeza cada vez que veo algo similar. Una excusa para enseñar a niños corriendo, a chavales en bicis a contraluz con un sol de media tarde, y una excusa perfecta para mostrar que tu vacío narrativo se contrarresta con un estilo visual para videos de skate en Vimeo. Y no nos olvidemos de ese final. Por dios, ¡vaya final, qué arte para destruir la confianza del espectador!

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Destrozado por unos 81 minutos eternamente estúpidos, vuelvo de nuevo a la sala a ver Take Me To The River, del también debutante Matt Sobel (prácticamente todos son debutantes en este festival). El joven Ryder de California va junto a sus padres a ver a su familia en Alaska, mucho más convencional y conservadora, quienes le juzgan por sus formas de vestir. Durante la comida, Ryder va a jugar con una de sus primas pequeñas de 9 años, y a causa de una situación extraña sobre un derrame de sangre, se le acusa de pervertido y de haber abusado de ella por su propia familia. No parece una mala premisa, es algo que ya habíamos visto en películas como La Caza, con la diferencia de que en esa hay un tono concreto. Aquí hay un tren que pasa por la tensión, la comedia negra y la seriedad, pero nada de eso parece intencionado, pues no sabes bien si has de reír en según qué escena o si has de callarte y abordar la seriedad de ello. Desconcertante no es su único adjetivo, también lo es aberrante en muchos momentos que me hacen cuestionar el buen gusto del director. Aun así, tiene buenas ideas, tiene intención (aunque no sea del todo clara en algunos momentos) y puede verse como una buena presentación del director al mundo del cine como alguien que ha de encontrar el camino para explicar de forma coherente temas interesantes.

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La siguiente en la parrilla es Krisha, de Trey Edward Shults, quién ha colaborado en varias ocasiones con el célebre director Terrence Malick. Shults se estrena en la dirección con una obra aterradoramente cautivamente, sobre una madre ex-alcohólica que busca el perdón de su familia, especialmente de su hijo, en la cena de acción de gracias. Krisha es en esencia una película sensitiva, y los juegos de cámara y montaje apoyan la idea de que, explicar todo por lo que pasa un personaje, es mucho más rico cuando se hace con la forma que no con el diálogo, que siempre tiene el riesgo de caer en lo evidente. A través de la forma uno tiene más libertad para mostrar su creatividad, para buscar formas de entrar por los ojos aquello que está dentro de uno. El joven director lo hace maravillosamente, aunque puede pecar de poca autoría personal, pues constantemente estaba pensando en Xavier Dolan, sobretodo en el campo estético, aunque es bien cierto que se atreve con decisiones muy, muy expresivas e interesantes como secuencias circulares sin cortes, montajes paralelos llenos de caos y gritos o unos cambios de formato que funcionan elegantemente, como es el caso de la secuencia a cámara lenta en el que todo se prepara para explotar tal como ella explota. Un producto muy bueno y atrevido, cuya trama cae a merced de la forma para maravillarte y hacerte partícipe de un terror personal gigante, pero que evoca demasiado a otros autores y puede parecer por momentos.

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Finalizamos la primera jornada con una película, digamos, curiosa. They look Like People se presentaba como la única película de género del festival. Esta película de “terror” (ahora especificaré el significado de esas comillas) de Perry Blackshear usa la idea de unas criaturas alienígenas que están entre nosotros haciéndose pasar por gente normal para hablar de una relación entre dos amigos y un tercer personaje femenino en discordia. Para aclarar las cosas, aunque se presente como una película de terror, es básicamente un film muy low-cost sobre las obsesiones, por un lado de la posible existencia de esos seres, y por otro de su amigo obsesionado con la superación personal mediante frases y audios de autoayuda. Hay que decirlo, la película tiene encanto. Cierto es que no tiene aire profesional (parece que está grabada con Canon 7D), y se nota que es más bien una película hecha entre los colegas para ellos y su círculo, pero el director se ha atrevido a llevarla a festivales, y quizás ha conseguido eso por el encanto que tiene la película, porque sabe que es una película sin aspiraciones, absolutamente pequeña, se dedica a explicar una historia clara de la mejor manera que puede para hacernos pasar un buen rato, y punto. Tiene incluso buenas decisiones y momentos que remarcan el cariño que tiene hacia su película y personajes, una muestra de que con pocas aspiraciones puedes hacer algo notable, entretenido e interesante. Y me viene muy bien hablar de They Look Like People para subrayar que, con un presupuesto ínfimo y cariño hacia lo que haces puedes tener un producto mucho mejor que otras que se supone que deberían tener más facilidades para hacer un producto decente, lógico y con un resquicio de intencionalidad creativa. Sí, estoy hablando de ti, King Jack.