La paz y la tranquilidad que tanto se anhela hoy en día suele ser buscada por aquellos quienes necesitan huir de la marabunta socialmente aceptada, y siempre se habla de lo típico: una casa en la montaña, apartado de todo. Pues bien, en Rams (El valle de los carneros) la aparente paz se resquebraja por la desaparición de ovejas y carneros. Una vida vacía y un conflicto interno representado en una película nada vacía, pero si (extremadamente) fría.
Grímur Hákonarson dirige este drama situado en las frías montañas de Islandia, donde todos los ganaderos del valle tienen en común lo mismo: la cría de ovejas, con las cuáles incluso hacen concursos y certámenes. Entre toda esta aparente paz y vida apartada se establece una turbia relación entre dos hermanos que nos e hablan desde hace más de cuarenta años, entre los cuales hay una rivalidad evidente. Es curioso cómo estamos acostumbrados a ver cine nórdico entre zonas gélidas y altas montañas, las referencias a sus entornos son inacabables. Dejando aparte la preciosidad visual, si entramos en materia, la primera acción destacable del guion es entrar de primeras en uno de los conflictos centrales: el abandono de aquello que hace sentir vivo al protagonista, además de una muy buena presentación de relación entre hermanos (hay que destacar el gran trabajo de Sigurõur Sigurjónsson y Theodór Júlíusson, fantásticamente desoladores).
Todos los elementos tienen su exacta motivación y su propósito perfectamente definido, incluso diría que demasiado, ya que, por momentos, parece todo demasiado perfecto, demasiado medido, lo cual hace que se cruce la línea de lo artificial. Y aunque el cine es, en sí, artificial (podríamos discutir sobre ello), si la pretensión es no parecerlo, entonces es difícil medir la línea que separe la concepción propia de lo que nos entra por los ojos o no nos entra, y eso conlleva a un distanciamiento de los personajes con el espectador, el cual ya había conseguido entrar de lleno en su psicología. Ese es, seguramente, el fallo principal de Rams, y el que más peso carga en sus espaldas junto con un final absolutamente decepcionante. Por el contrario, las virtudes (que no son pocas) de la ganadora del premio “Un Certain Regard” de Cannes son muy destacables.Como ya he dicho (y quiero reiterar de nuevo), las interpretaciones son magníficas y demoledoras por momentos, dando los actores el do de pecho francamente bien. Quien no afloja su tiro nunca, al igual que los actores, es el director, aportando un buen ritmo a una trama que no aburre, y globalmente interesa. La cámara, estática, se limita a narrar sin mucha profundidad todos los acontecimientos del valle, además de vendernos Islandia como un idílico paisaje nevado, y funciona de sobremanera. Hallamos, también, tensión y giros de guion interesantes, aunque esos momentos me hacen recordar que al final no he conseguido conectar como quería (o podía) con el argumento, dejando un vacío extraño y desalentador, y cuando parece ser que la catarsis con el filme es renacida, un final funesto rompe las esperanzas, y te hace salir del cine con una mezcla de sentimientos encontrados que no saben para dónde ir: hacia las estupendas virtudes, o a los fallos esenciales.
La respuesta es sencilla: las virtudes ganan a los fallos. ¿Por qué? Porque hablamos de una ópera prima, una primera película que denota grandes aptitudes de Grímur Hákonarson, con la esperanza de descubrir cuál es la siguiente historia con la que nos sorprende. Rams (El valle de los carneros), en definitiva, es una experiencia sorprendente, disfrutable por grandes momentos, y fría en otros.
Ficha técnica:
Título original: Hrútar (Rams) Director: Grímur Hákonarson Guión: Grímur Hákonarson Música: Atli Örvarsson Fotografía: Sturla Brandth Grøvlen Reparto: Sigurður Sigurjónsson, Theodór Júlíusson, Charlotte Bøving, Jon Benonysson,Gunnar Jónsson, Þorleifur Einarsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson Distribuidora: Karma Films Fecha de estreno: 13/11/15