Festival de San Sebastián – Día 6 | La Cabecita

El día de ayer se podría considerar uno de los más notables de todos los que llevamos de Festival de San Sebastián. Eden y Félix y Meira han sido las encargadas de abrir la jornada, y la primera se ha convertido de inmediato en una de las favoritas del público de la Sección Oficial. A nuestro día le siguieron la chilena Matar a un hombre y la española Magical Girl y lo cerró el último y polémico (como todos) trabajo de Ulrich Seidl, En el sótano. Nos quedamos con el buen sabor de boca que han dejado Eden y Magical Girl, para las que no descartamos premios.

Eden – La banda sonora de su vida

Eden

Raves, drogas y música electrónica. Son tres componentes de la cultura urbana más radical de los 90s y 00s y ejes centrales del retrato generacional que plantea Mia Hansen-Løve en Eden.

Este retrato gira en torno a un grupo de DJs, uno de ellos el protagonista de la película que junto con la propia música evolucionará (moderadamente) a lo largo de 15 años. Con un montaje musical muy bueno, lleno de hits de la época, la película consigue meternos dentro de la historia. Pero el mayor defecto de Eden es que cree que lo que cuenta es más importante de lo que es; deja en general una sensación de satisfacción moderada. Ese montaje tan eléctrico oculta una historia que se queda con ganas de algo más de drama. Tampoco ayuda una duración algo alargada que, de nuevo, es víctima de esa historia tan poco interesante. Se habla a menudo en la película de Daft Punk con unas referencias muy divertidas y en cierto modo se echa en falta que el grupo protagonista de la película fuera ese. Habría sido más interesante.

Pero aún así, Eden queda como una radiografía de la evolución musical muy interesante. Incluso si no te interesa la música electrónica.

Félix y Meira – Liberando a Meira

Felix y Meira

La última película de Maxime Giroux como director, Félix y Meira, llegaba al Festival de San Sebastián después de conseguir el premio a Mejor película canadiense en el Festival de Toronto. Las expectativas no eran demasiado altas y como viene siendo habitual, la película de Giroux ha sido recibida con cierta frialdad por parte del público. En este caso el canadiense nos cuenta la historia de Félix, un excéntrico franco-canadiense sin pareja ni dinero que al morir su padre recibe una herencia considerable, y Meira una judía casada y con un hijo. Un día Félix entra en un bar y ve a Meira sentada en una mesa con su pequeño…

En esta cinta Giroux se toma su tiempo para contarnos una historia de (des)amor, esperanzas y liberación. Para esto el director se sirve de los problemas a los que debe enfrentarse una mujer judía que vive sometida por un marido que ni siquiera la deja escuchar un disco de vinilo de Wendy Rene. Es evidente que Giroux quiere contarnos una historia de liberación, y es posible que esa obviedad haga que algún espectador vea la situación demasiado forzada, pero aún con sus fallos el canadiense consigue crear una película eficaz, con gancho y que esconde mucho detrás de su sencillez.

Eso sí, Felix y Meira cuenta con un buen puñado de momentos innecesarios, entre los que se encuentran sus últimos minutos, en los que Giroux siente la necesidad de contarnos algo nuevo sin lo que,  en realidad, podríamos haber seguido viviendo, porque la cinta tiene unos minutos magníficos justo antes de su verdadero cierre. Aún así la película del Giroux aborda bien un tema tan trillado como el de la mujer sometida en una cultura que no es la nuestra, y eso no es poco.

Matar a un hombre – Quiero mi venganza

Matar a un hombre

Después de ganar el premio a Mejor película (World Cinema) en el pasado Festival de Sundance se esperaba mucho de Matar a un hombre, la última película del chileno Alejandro Fernández Almendras, y lo cierto es que a pesar de no entusiasmar, ha gustado a la gran mayoría del respetable. Este nuevo trabajo de Almendras narra la historia de Jorge, un hombre común, padre de familia, al que un conocido delincuente del barrio le roba el móvil al regresar del trabajo a su casa. En un acto de valentía su hijo intenta recuperar lo robado, pero lo único que consigue es que este delincuente le deje gravemente herido. El delincuente es condenado a casi dos años de cárcel, y al salir comienza a amenazar y acosar a Jorge y su familia.

En esta historia de venganza y violencia destaca por encima de todo el uso de los planos que hace Fernández Almendras, quien opta por relegar a los personajes que ocupan el cuadro a una esquina o a la parte inferior del mismo. Además de aportar una belleza estética muy singular, esta decisión constituye un acierto inmenso a nivel argumental ya que en esta película el chileno nos cuenta la historia de un hombre que se ve superado por las circunstancias, por su entorno, y los planos vacíos reflejan muy bien esta sensación. Pero no es el único acierto técnico de la cinta ya que Almendras se saca de la manga dos planos rebosantes de calidad hacia la mitad del largometraje: un plano-secuencia en el que se puede ver a Jorge intentando llamar la atención de quien atacó a su hijo  en el pasado, y un plano fijo de varios minutos, de esos que tanto gustan en el cine latinoamericano, que consigue acongojar al espectador con muy poco y que constituye, asimismo, el clímax de la cinta.

Es muy probable que la historia de Matar a un hombre consiga llamar la atención de todo el público (más aún si se sabe que está basada en hechos reales) pero la cinta no tendría tanta fuerza sin las acertadísimas decisiones que toma Fernández Almendras detrás de la cámara.

Magical Girl – El estallido de Carlos Vermut

Magical Girl

En una Sección Oficial un tanto huérfana de títulos notables y poblada de medianías se agradecía ya casi cualquier cosa a estas alturas en las que el Zinemaldia da sus últimos coletazos. Por suerte Carlos Vermut ha venido  al rescate con la mejor película española de los últimos años

En el mundo mágico de Carlos Vermut, mundo que ya comenzó con Diamond Flash y en el que utiliza referencias sobrenaturales muy sutiles pero que dan calado y forma a las ideas que quiere contar, no hay lugar para la normalidad. Diamond Flash ya era única a su modo y excéntrica. En Magical Girl todas esas virtudes de su anterior trabajo están multiplicadas por varios órdenes de magnitud. Unos personajes totalmente geniales y una historia (y guión) que sorprende que sea tan sólida con lo imaginativa y descabellada que es, en la que un padre intentando contentar a una hija enferma de leucemia desencadenará una serie de acontecimientos inconexos unidos entre todos de una forma inaudita.

Magical Girl es una película de una imaginación desbordante, única. No hay nadie como Carlos Vermut, que con su segundo trabajo acaba de enamorar a medio Zinemaldia (y probablemente a muchos más fuera de él) y se consolida con su segundo trabajo como uno de los directores con más personalidad de un panorama cinéfilo carente de ella.

En el sótano – He visto cosas que no creeríais

En el sotano

Ulrich Seidl es conocido por ser un hombre que tiene pocos remilgos a la hora de mostrar todo lo que sea necesario para desencadenar emociones no muy agradables en el espectador. Pasándose al género documental puede decirse que mantiene intacta su ideología.

A lo largo de 85 minutos nos transporta a una serie de sótanos austriacos mostrando las bondades y maravillas que esconden tras sus paredes. Esto es sólo un pretexto para realizar una radiografía descarnada, negrísima y brutal de la parte más decadente de la sociedad. Somos transportados a sótanos de sadomasoquistas, nazis o apasionados de las armas en los que se graba a los dueños del mismo realizando las labores usuales que llevan a cabo en esos lugares. Esto evidentemente crea unas de las situaciones más cómicas que he podido ver en una sala de cine pero también algunas de las más bestias. El humor negro más negro es el principal componente de este documental. Una locura.

Es de mal gusto, sí. Es basto y duro pero en definitiva sólo es lo que una cámara ha grabado en algún lugar de Austria. En el sótano es un interesante vehículo en el que pensar sobre la degeneración humana. Y reírse un rato de ella. 

Crónica escrita por Beatriz Bravo y Guillermo Martínez