La matanza de Texas – Tobe Hooper dijo: "hágase el terror», y el terror se hizo | La Cabecita

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Desde los primeros minutos de película, La matanza de Texas ya es toda una declaración de intenciones del tono y naturaleza que va a tener la cinta. El director Tobe Hooper se inspiró en la historia real del asesino en serie Ed Gein durante la década de los 50. Crímenes que también sirvieron a otras cintas muy célebres del género. El punto de partida y argumento es de sobra conocido por todo el mundo, y es además muy sencillo. Pero es a través de esta sencillez que la película explorará las formas de terror más puras y primitivas que atormentarán a sus protagonistas y también a los espectadores. Todo de lo que se sirve el filme es del viaje en carretera de cinco adolescentes…

Este macabro experimento cinematográfico en forma de película dura apenas 80 minutos pero posee la suficiente fuerza y malsana atmósfera como para seguir inquietando 40 años después. Y es que esta película puede presumir de muchas cosas, entre ellas ser la precursora de un subgénero de terror («splatter» o gore) que con los años ha sido explotado y también se ha ido definiendo de muchas formas en cintas posteriores tales como la saga Saw, la saga Hostel, etc. Pero estos productos han causado un impacto distinto y en opinión del que escribe no han alcanzado exactamente el mismo nivel enfermizo que la cinta de Hooper logró en la década de los 70 y en varias generaciones posteriores.

Porque uno de los grandes logros de ésta es que durante gran parte de la cinta no se necesita de una violencia gráfica explícita y continua para perturbarnos sino que se sirve de otros elementos que sumados, y con el paso de los minutos, van contagiando al espectador de la sensación de que algo muy malo va a ocurrir, pero sin saber qué, ni cuándo ni cómo ni dónde. Y de esta incertidumbre se sirve la película cuando más adelante los protagonistas se acaben metiendo definitivamente en la boca del lobo y se encuentren con todo el terror. Estos elementos son, entre otros, el encuentro con el autoestopista que recogen el grupo de amigos, la parada posterior en la gasolinera o finalmente cuando llegan a la granja del abuelo y empiezan a darse las circunstancias que acaban poco a poco con la dispersión definitiva de todo el grupo.

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E incluso en este tramo final en el que se nos revela la principal identidad del mal (Leatherface) sin medias tintas y de forma clara, los hechos no se suceden precipitadamente y aún hay espacio para los protagonistas. Para que el espectador siga sufriendo por ellos y desee y crea que aún se pueden salvar. Es como si el director se recrease en ese infierno particular que ha creado y en el que nos ha metido a todos.

No se pueden obviar otros aspectos y elementos muy bien utilizados en esta cinta como son la fotografía y el sonido. Y es inevitable pasar por alto el gran uso que hace de la cámara el director, implicando al espectador en cada movimiento que toman sus personajes en la parte final del filme y especialmente su protagonista, Sally. Y es que parece que acompañemos al personaje en su tormento mientras escapa del sonido de una moto-sierra que se siente omnipresente en todo momento en el campo silencioso y que taladra en la mente del espectador como un ruido infernal. Los efectos de sonido de Tobe Hooper y Wayne Bell consiguen su propósito de incomodar aún más al espectador en algunos de los momentos más claves.

La fotografía también juega un papel esencial en este alcance de un clima tan aterrador y es que tanto en las escenas nocturnas como en las diurnas uno tiene la misma sensación de asfixia y de haber entrado en un ambiente de horror sin fin. Sus escenas a plena luz son de un gran atrevimiento por parte de su director en un género que siempre se ha sentido más cómodo en las tinieblas y en este caso cabe decir que funcionan muy bien, tanto como las nocturnas. 

Desde la muerte del hermano de la protagonista, el parapléjico Franklyn, la película ya no da ningún respiro hasta el minuto final. Conocemos a la familia de psicópatas al completo y estamos obligados a contemplar toda su locura y perversiones a través de Sally, quién es presa.

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Ayuda a ello el trabajo de todos los actores, que es de elogiar ya que la mayoría de ellos eran inexpertos y tenían muy poca o nula experiencia en el formato cinematográfico. Las condiciones del rodaje fueron además extremadamente duras debido a las altas temperaturas del lugar (Austin y otras ciudades de Texas). Por otra parte, la película fue rodada con un presupuesto mínimo de $140.000 en comparación a los $30 millones que recaudó en Estados Unidos y eso es algo que también es de admirar en una cinta de aparentemente tan bajas pretensiones.

La matanza de Texas resulta aún a día de hoy uno de los más impecables ejercicios que ha dado la historia del cine de terror por su simplicidad aparente. Una obra que ha sido espejo de muchos cineastas y trabajos posteriores, que se ha convertido en un referente del género y que aún posee algunas de las cualidades que si bien no consigue generar la misma angustia que en su momento logró, sí que consigue poner los pelos de punta en muchas ocasiones. Y aún conserva la admiración de muchos adeptos del género por su condición de icono y por haber conseguido inculcar el rostro de Leatherface en el inconsciente colectivo de muchos espectadores al nivel de otras leyendas del cine como Jason Voorhees, Freddy Krueger o Michael Myers.

Considerada por muchos críticos y amantes del cine de terror como una de las mejores películas del género, sino la mejor, no es de extrañar que así sea. Un servidor, después de haber intentado desgranar algunas de sus virtudes de entre las muchas que posee, también lo cree. Y como toda película de éxito que se precie, y más en este género, sufrió de abundantes secuelas y un remake que por supuesto no se acercaron lo más mínimo al logro e impacto de la cinta de 1974.