La jaula dorada – Entre sueños y secretos | La Cabecita

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El cine francés nunca ha sido santo de mi devoción. Pero tampoco voy a mentir, he visto películas francesas que me han parecido auténticas maravillas, algunas incluso las incluyo entre mis favoritas de todos los tiempos, pero sí es cierto que me cuesta mucho más adentrarme en la cinematografía de este país que en la de Italia, por ejemplo. Y la cosa empeora si hablamos de cine francés contemporáneo. No he visto mucho por lo que tampoco lo voy a juzgar, pero si no lo he visto es porque no me ha llamado apenas la atención (con evidentes excepciones como The Artist, Intocable, Un Dios salvaje, En la casa o La vida de Adèle). Pero dentro del cine francés actual siento debilidad por unas producciones concretas: las comedias. Y esta debilidad es extensible a las comedias dramáticas como Amélie, a la comedia negra-quasifantástica como Delicatessen o Micmacs o la comedia pura como La cena de los idiotas o Bienvenidos al Norte. Comedias, todas ellas, muy sencillas (quizá la obra de Jean-Pierre Jeunet no tanto) pero tremendamente efectivas, dotadas de un tono muy agradable que las convierten en productos muy fáciles de ver y disfrutar. La jaula dorada, la ópera prima de Ruben Alves, es una de estas comedias.

El actor y director franco-portugués Ruben Alves ha barrido para casa en su primer largometraje tras las cámaras. El joven realizador ha centrado su primera película en una familia portuguesa en torno a la cual surgen una serie de dilemas muy interesantes y adecuados en los tiempos que corren, dilemas que se presentan teniendo el tema de la inmigración muy presente. Algo bueno tenía que tener la cinta de Alves para conseguir colarse entre las nominadas a la Mejor ópera prima de los Premios César 2013 y para llevarse el Premio del público en los Premios del Cine Europeo del mismo año. Reconocimientos muy merecidos ya que nos encontramos ante una obra encantadora, con una historia muy simpática e perspicaz y una dirección muy acertada.

La jaula dorada nos cuenta la historia de María y José Ribeiro. Ambos llevan casi trienta años viviendo en un buen barrio de París, en la planta baja de un elegante edificio. Esta pareja de inmigrantes cae bien a todo el mundo en el barrio: María, una excelente portera y José un encargado de obra sin parangón, se han convertido con el tiempo en personas indispensables en la vida cotidiana de todos los que les rodean. Tan apreciados y tan integrados que el día en que finalmente se les presenta la ocasión de cumplir el deseo con el que durante tanto tiempo han soñado (volver a Portugal en las mejores condiciones) nadie quiere dejar que se vayan. ¿Hasta dónde serán capaces de llegar para retenerlos? Lo que es más: ¿tienen María y José, de verdad, ganas de marcharse de Francia? ¿De abandonar su preciosa jaula dorada?

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Dos actores portugueses de renombre se han dado cita en este largometraje: Rita Blanco, quien ha aparecido en más de 50 películas y series de televisión en Portugal, dio el salto a un cine de mayor envergadura en 2012, cuando se dejó ver en Amor, de Michael Haneke y Joaquim de Almeida, un veterano en esto del cine. El actor ha aparecido en infinidad de proyectos, desde Desperado hasta Fast & Furious 5 pasando por The Way o Che: Guerrilla, aunque casi siempre se ha tenido que conformar con papeles de malo latino. En La jaula dorada les ha llegado la oportunidad para lucirse, ellos son los que sostienen el largometraje, los que cuando la historia flojea se encargan de volver a levantarlo. Ambos consiguen llenar la pantalla con la humildad que caracteriza a sus personajes y se meten en el papel con una naturalidad pasmosa, aportando una dosis de credibilidad que encaja a la perfección en el filme dada la naturaleza de la historia.

El gran acierto de Alves en La jaula dorada es que no pierde el tiempo en nimiedades. El primer plano de la película es un (precioso) travelling en el que vemos cómo María llega al edificio donde ejerce de portera. En pocos minutos se nos muestra por qué María es imprescindible en la comunidad: además de hacer las tareas normales de portera, María lleva a los niños de una pareja de vecinos al colegio, les lava la colada, cuida las plantas que una vecina anciana llevará a un concurso… Hace todo aquello que la mandan con una sonrisa y sin pedir nada a cambio. Y lo mismo ocurre con su marido, José, a quien no le importa arreglar a altas horas de la madrugada una caldera o cualquier elemento decorativo de la casa de sus vecinos, y todo ello sin pedir un euro a cambio. Así llevan 30 años. Alves sintetiza a la perfección la dependencia que ha desarrollado la comunidad para con estos individuos en apenas unos minutos. Y hechas las presentaciones y presentada la encrucijada a la que deben enfrentarse María y José (abandonar o no la jaula dorada en la que viven para marcharse a su ansiada Portugal con una fortuna en el bolsillo) la película despliega sus cuestiones más importantes.

María y José eran muy queridos por toda la comunidad. Pero hasta que ésta no se entera de que es posible que ambos se marchen de Francia no reaccionan ante la bondad de ambos. Es entonces cuando empiezan a compensarles por todo lo que habían hecho tiempo atrás, les agasajan con reformas que les permitan vivir mejor, les quitan obligaciones, el jefe de José le sube el sueldo al ver que su mejor obrero puede marcharse… Y es en este punto cuando asalta una cuestión: ¿hasta dónde puede llegar el egoísmo humano? Esa es una de las primeras preguntas que se hace el espectador de La jaula dorada. El sueño de María y José es marcharse a Portugal, tener su casa allí, y ahora que pueden hacerlo, sus “amigos” hacen todo lo posible para evitarlo, para retenerlos consigo y seguir viviendo en la comodidad que ellos les reportan.

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El problema es que María y José no pueden negar lo que son, y cuando intentan hacerlo descubren que ni ellos ni la gente de su alrededor está a gusto con la situación. En un momento de la película José le dice a María que ellos se merecen descansar, que han estado toda la vida trabajando, y María le responde “¿y si es eso lo que nos gusta hacer? ¿Y si es para lo único que valemos?”. En el fondo ellos son conscientes de la realidad y se enfrentan a ella de la manera más cauta posible, sopesando cada posibilidad a fondo.

Entre mentiras, traiciones, egoísmo y secretos María y José deberán buscar una respuesta a la pregunta de su vida: ¿renunciamos a nuestro sueño por los demás o nos decidimos a vivirlo sin importar nadie más? Pero antes de dar con la respuesta a esa disyuntiva ambos se darán cuenta de otras muchas cosas (más importantes) que les influirán en su decisión.

Todo esto es contado con gran habilidad por parte de Alves. La historia se desarrolla compaginando humor y drama, sin abusar nunca de ninguno de los dos, y con una simpatía y frescura que quedan muy bien plasmadas no sólo por el guión, sino también por la dirección de Alves, muy correcta en todo momento, y por la preciosa fotografía de André Szankowski, en la que los tonos cálidos (algo que Jeunet ha llevado a su máxima en sus comedias) predominan y embellecen en gran medida los encuadres. 

Ficha técnica:

Título original: La cage dorée Director: Ruben Alves Guión: Ruben Alves, Hugo Gélin, Jean-André Yerles Fotografía: André Szankowski Reparto: Rita Blanco, Joaquim de Almeida, Roland Giraud, Chantal Lauby, Barbara Cabrita, Lannick Gautry, Maria Vieira, Jacqueline Corado, Jean-Pierre Martins Distribuidora: Surtsey Films Fecha de estreno: 20/06/2014