Peligro inminente – Contra el imperio de la droga | La Cabecita

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Y con Peligro Inminente llegó el puzle. No cabe duda que de todas las adaptaciones de las novelas de Tom Clancy, la que mayor complejidad tiene en su trama es Peligro Inminente. Repitiendo el mismo equipo que con Juego de patriotas, Phillip Noyce volvía a ponerse tras las cámaras y Harrison Ford encarnaría por segunda y última vez a Jack Ryan. Con ella se daba carpetazo a una trilogía que en cinco años supo conocer a la perfección el mundo que había creado Clancy. Y era complicado, sobre todo teniendo en cuenta lo magistral que fue la primera entrega y los cambios que se tuvieron que tomar para la siguiente dupla de películas. Pero el resultado fue el de tres películas realmente distintas, que alimentaban lo mejor del cine de espías. Ya habíamos hablado de los cambios que tuvo que tomar el personaje con el cambio de Alec Baldwin a Harrison Ford, pero el actor en Peligro inminente es capaz de hacer completamente suyo al personaje. Es cierto que siempre nos quedará la cosa de que Ford era demasiado mayor para interpretar al personaje, pero la humanidad que desprende aquí el personaje, indudablemente derivada de los actos acontecidos en la segunda entrega, nos traen a un Ryan más humano. Ya no puede renegar de la CIA, sabe que es su función, pero es capaz de dividir trabajo y familia, trazando una pequeña línea inquebrantable y que sirve para proteger a los suyos.

Peligro inminente comienza con la interceptación de un barco por la guardia costera, allí descubren que un buen amigo del Presidente de los Estados Unidos ha sido asesinado por unos capos de la droga en una operación de blanqueo dinero. Esto pondrá en alerta a los servicios americanos que tendrán que hacer lo posible por detener a este capo de la droga, y retener los más de seis millones de dólares que ha blanqueado, un dinero que ahora reclama. En esta operación entrará Jack Ryan. Por la enfermedad de James Greer será ascendido al cargo de vicepresidente de la CIA, desde ahí tratará de mediar en el asunto de Colombia. Pero todo se volverá más complicado cuando descubra una operación extraoficial de la que están enterados los mayores altos cargos de la política americana en la que un grupo de mercenarios comandado por John Clark será enviado a Bogotá a luchar contra las guerrillas.

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Dada la complejidad de la trama de la novela que iban a adaptar, Paramount apostó sobre seguro. A Donald E. Stewart, que había sido el guionista de las dos primeras entregas, se le juntaron dos de los guionistas más poderosos de Hollywood, por un lado Steven Zaillian que venía de ganar el Oscar el año anterior con La lista de Schindler, por el otro John Milius, director de Conan: El bárbaro y que había firmado el guión de Apocalypse Now. Y esto sin duda beneficia a la película, el laberinto formado por su trama y la forma en la que las cosas se van desencadenando hasta ir saliendo a la luz recuerda algo a lo que ocurría con La caza del Octubre Rojo. Todo se va desvelando poco a poco, con las pistas suficientes para que se siga con solvencia y acabe resultando muy entretenido, pero también es cierto que la emoción que tenían las dos entregas anteriores, se ve sacrificada en pos de la sobriedad que ofrece ésta. Lo mismo ocurre con la dirección de Phillip Noyce que queda completamente desdibujado, el realizador había mostrado en Juego de patriotas que tenía buena mano para manejar las escenas de acción, como la frenética escena de la autopista. Aquí, aunque es capaz de ofrecer algún buen momento, como el bombardeo en las calles de Bogotá a mitad de la película, rueda toda su parte final de una manera completamente plana, como una simple persecución más que queda lejos de los intensos clímax finales que habían ofrecido las dos primeras entregas.

Pero si hay algo que destaca en Peligro inminente, no es el personaje de John Ryan, si no la introducción de John Clark a su universo. Es cierto que uno puede llegar a pensar que el personaje está incluso desaprovechado. Pero cada escena en la que aparece un imponente Willem Dafoe, hace elevar el nivel de la película. Es posiblemente por esto por lo que siente tan mal que la parte final esté tan mal llevada. El momento en el que por primera vez Clark y Ryan se ven las caras es electrizante. Son dos personajes fascinantes interpretados por dos actores carismáticos, su unión hace volar la pantalla, sobre todo cuando demuestran lo bien que se complementan. Y no nos olvidamos de Joaquim Almeida dando vida al que posiblemente sea el mejor villano de la saga, aunque no tenía complicado superar a los caricaturescos personajes que habían interpretado Stellan Skarsgård y Sean Bean en las dos primeras entregas. Almeida da vida a un líder del cartel verdaderamente terrorífico, tiene inteligencia, tiene poder e incluso tiene contactos importantes para ser de los pocos capaces de poner en un apuro a Ryan. E incluso la presencia de Miguel Sandoval, interpretando a un personaje que recuerda mucho al traficante Pablo Escobar, es contundente. Y uno se pregunta que con unos grandes actores y un guión bastante trabajado, como es capaz la ineptitud de Noyce de entregarnos una cinta que brilla en momentos puntuales (es excepcional ese duelo informático, con Ryan tratando de leer y recuperar archivos contrarreloj, mientras que tiene que hacer frente a un duelo psicológico), pero que cuando más fuerte debe golpear, acaba por desinflarse.

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La lucha de Jack Ryan contra el cartel de la droga colombiano tenía ingredientes suficientes, si no para alcanzar a la maestría de La caza del Octubre Rojo, al menos para conseguir superar a Juego de patriotas. Por desgracia, acaba quedándose en tierra de nadie. No nos sirve demasiado tener a un Jack Ryan tan humano, cuando en uno de los momentos más emotivo de la saga es incapaz de emocionarnos. Y poco nos sirve elaborar una trama tan compleja, si el final acaba siendo una escena de acción sin gracias, y lejos de la épica que tenía esa lucha contra los misiles soviéticos de la primera entrega o la carrera en lancha de la segunda. Aún así, una vez más, si hay algo que no falla en la película es el de ser un digno producto de entretenimiento, que además es capaz de trazar un completo laberinto de una manera nada caótica. Pudimos despedirnos del primer Jack Ryan de una manera mejor, pero aún así, el entretenimiento estaba servido, y lo disfrutábamos por igual.