The Way cuenta la historia de Tom Avery (Martin Sheen), un reputado oftalmólogo de California, viudo, que un día recibe una llamada desde Francia en la que se le comunica que su hijo Daniel ha fallecido en un temporal en los Pirineos. A pesar de que la relación con él nunca fue muy buena, Tom, desolado, viaja a Francia, y descubre que Daniel comenzaba a hacer el Camino de Santiago, por lo que decide hacerlo por él.
Desde el primer minuto notamos que The Way es una película muy personal, Estévez la hizo con ilusión y logró crear un filme agradable y sencillo al disfrute de todo el público. El objetivo era contar una historia sobre la renovación espiritual y a partir de ahí comenzar a luchar contra la adversidad y marcar como principal meta la superación, y ante todo Estévez dejó claro que no era una película basada en el catolicismo, cuando se habla del Camino muchas veces surgen comentarios religiosos, en esta película no, esas ideas superpuestas deben olvidarse antes de ver el filme. Al ser una película sobre el Camino de Santiago se convirtió en algo muy especial para mí, por eso estas líneas están cargadas de subjetividad, lo cierto es que The Way la disfrutarán mucho más los auténticos peregrinos, aquellos que conocen de cerca la experiencia, porque en ella se refleja a la perfección lo que significa hacer este viaje, en la película se ve como Tom conoce a gente y al día siguiente se tiene que despedir de ella sin saber si volverá a verlas, recorre mundo, se relaciona con la solidaridad del gentío, el buen humor y la libertad que se respira en unos parajes bellísimos que la película muestra con gran delicadeza. A pesar de todo The Way también supone un acercamiento hacia los espectadores que ignoran este tema, y lo hace de la mejor manera posible porque es muy complicado hoy en día encontrar una película que se ajuste tanto a la realidad como ésta, aunque como en todo producto la veracidad se puede cuestionar.
Destacar la magnífica interpretación de Martin Sheen, perfecto mostrando la evolución de su personaje, que pasa de la completa seriedad y frialdad al afecto y la cercanía, en parte gracias a la buena química entre todo el reparto. Visualmente la película es preciosa, Emilio manejó muy bien la cámara y no se excedió en la utilización del flashback, además la música es capaz de erizarte el vello en los momentos que menos esperas. Tiene fallos, como cualquier película, por eso al desarrollarse en España no faltan los tópicos de los toros y los gitanos (con fiesta incluida), pero tampoco se abusa de ello y pronto lo olvidamos al ver la entrega de Sheen. Es curioso que tenga que venir un estadounidense a mostrarnos la finura de este recorrido, resulta intrigante.
En definitiva, The Way no sólo es contemplar la caminata de un grupo de personas, es disfrutar de su cambio, intentar sentir la bondad que desprende cada uno de sus actos. Es una película simple pero llena de sentimiento.