Cuando hace un par de años se estrenó Criadas y Señoras, pareció despertar un chip a algunos de los grandes ejecutivos americanos. Aquella, una película con un tono bastante clásico, pero que sabía ser irreverente, tocaba el tema de los prejuicios raciales en Estados Unidos en los años sesenta desde una perspectiva bastante amable. Una historia de superación con la que todo el público podría conectar, lejana a los manifiestos raciales que podrían considerarse algunas películas de gente como Spike Lee, que para algunos parece que están limitadas a cierto tipo de público. Criadas y Señoras era una película bastante academicista, pero su sencillez hacía que fluyese con sencillez, nos recordaba a películas de finales de los 80 como Paseando a Miss Daisy o Tomates Verdes Fritos, historias para todos en las que todo parecía transcurrir de manera natural. El Mayordomo quiere tomar ventaja de la puerta que abrió Criadas y Señoras, incluso presentándose en la misma época del año para emular su éxito. El problema que nos encontramos al comparar ambas películas, es que mientras en una todo parecía discurrir de forma natural, aquí todo parece excesivamente impostado, forzado en busca de agradar al público y al académico. Tan poco natural resulta todo, que acaba resultando difícil creérsela.
El mayordomo nos cuenta la historia del hijo de unos esclavos algodoneros, que tras ver como su padre muere a manos de su amo, empieza a trabajar como sirviente. Durante los primeros compases de la película vemos como el personaje consigue salir del hoyo y poco a poco empieza a buscarse la vida hasta que termina trabajando en la Casa Blanca, dónde entrará bajo la administración de Eissenhower y permanecerá hasta la de Reagan. Si bien es cierto que la película se basa en la vida de un personaje real, me resulta incierto saber que tiene este personaje al que pintan de una manera tan insulsa, e incluso algo tonta, para acercarse a él. Su estancia sirve para hacer un recorrido a la historia de América, pero esto se ahoga en su propia lógica cuando observamos como otros personajes ya estaban trabajando en la Casa Blanca antes de su entrada y permanecen a su salida. Diseñado como una suerte de Forrest Gump de color, lo cierto, es que al contrario del personaje al que dio vida Tom Hanks, y que se inmiscuyó de lleno en los acontecimientos más importantes de la historia americana, este mayordomo llamado Cecil, poco tiene que aportar más que unas frases con los diversos presidentes que pasan por la Casa Blanca.
Y es por aquí por donde la película empieza a perder fuerza. Su intención de crear un discurso político es obvia, y con un guión de Danny Strong, que supo reflejar a la perfección la crueldad política centrándose en la figura de Sarah Palin durante las primarias de 2008 en la película de HBO, Game Change, se podía esperar que lo hiciera con más acierto. Pero en El Mayordomo más allá del interés que puedan despertar los distintos acontecimientos en la lucha por la igualdad de los años 60, no hay nada que te atrape de lleno en su historia. La forma que tiene de intentar retratar este camino es a través del personaje del hijo mayor de Cecil, que marchará a la universidad y se involucrará en la cruzada de Martin Luther King. Si hablábamos de que Cecil era un personaje que se siente que aporta poco a la historia, en el caso del hijo estamos ante una completa marioneta que ni siquiera se han esforzado en pulir. Resulta imposible empatizar con un tema tan peliaguado, cuando el personaje que está sufriendo no está ni ligeramente perfilado. Ni siquiera se esfuerzan en explicar su evolución, dando lugar a episodios ilógicos como la vuelta a casa del mismo, enrolado de la noche a la mañana en las panteras negras.
Ante tal desaguisado, la sensación que deja la película es la de estar completamente perdida durante todo el tiempo. Hay tramas que se abren, como la de posible infidelidad de la esposa de Cecil, para luego cerrarse dos escenas después de una manera totalmente incomprensible. Personajes, que quieren ser participes en la evolución de Cecil, desde el cocinero al que interpreta Cuba Gooding Jr., hasta algunos de los presidentes que se acercan al mayordomo. Pero que pasan por la película sin pena ni gloria. Con todo esto, la película opta por la opción más barata, la de un sentimentalismo prácticamente prostituido. Resulta vergonzoso que tras la muerte de Keneddy, la cámara lo único que trate de buscar sea Jackie llorando en su traje cubierto de sangre. O toda su recta final, más preocupada en ensalzar la figura de Obama, que de intentar explicar que por fin el cambio que toda la película reza por buscar por fin se ha conseguido.
Poco hay en El Mayordomo que realmente me atraiga, hasta el casting, dónde destacan Forest Whitaker y un breve, pero muy acertado Alan Rickman, me parece completamente horrible. La elección de algunos presidentes se escapa de mi completa comprensión. James Mardsen se queda en evidencia interpretando a Kennedy cuando tiene que dar cierto discurso en televisión, y John Cusack escondido tras una grotesca prótesis de nariz para interpretar a Nixon, hace que se me escape una carcajada cada vez que le veo aparecer en pantalla. Ni siquiera la vanagloriada Oprah Winfrey, la cual se llevará su Oscar este año, pues nadie se atreve a negárselo, es capaz de evitar que se apodere de mi cierta vergüenza ajena cada vez que la veo forzando al límite una interpretación en la que sufre, grita y llora durante todo su tiempo en pantalla, para demostrar que es merecedora del premio. Y la verdad es que brilla, pero brilla más por los diversos trajes (y chándales) y collares, que una mujer de clase media baja como ella, se pone para cenar en familia. Y es que por mucho que sufra, estamos hablando de Oprah y tiene que estar guapa en pantalla.
Si la anterior película de Lee Daniels, The Paperboy, consiguió seducirme por completo por su vulgaridad y su completa falta de buen gusto. Aquí todo su correctísimo me repele. Y es esta la única carta que El Mayordomo se siente capaz de jugar, la de ser todo perfectamente correcto. Pero en su intento de retratar la lucha por los derechos de los negros fracasa estrepitosamente, haciendo que se ese correctísimo estilo, se sienta completamente falso. Una película que nunca sabes bien lo que te cuenta, que intenta recorrer la historia de América sin conocer a sus personajes. Y es que al final uno siente que todo esa falsedad llega porque en la película no hay lugar para ellos, existe una familia, con sus problemas, pero unida, pero en la película no existe el amor, existen sus amigos, muchos y muy diversos, pero la película es incapaz de reflejar la amistad. Aunque se rodee al protagonista de gente, hasta esto está forzado, y no hay ni un solo secundario capaz de aportar nada a la película. Sentimos que el propio Cecil vivió solo y murió solo, porque no conocimos a su esposa, ni a sus hijos, ni a sus amigos. Es poco más que una historia contada con marionetas.
Título Original: The Butler Director: Lee Daniels Guión: Lee Daniels, Danny Strong Música: Rodrigo Leão Fotografía: Andrew Dunn Intérpretes: Forest Whitaker, Oprah Winfrey, John Cusack, Jane Fonda, Cuba Gooding Jr., Terrence Howard, Lenny Kravitz, James Marsden, David Oyelowo, Vanessa Redgrave, Alan Rickman, Liev Schreiber, Robin Williams, Clarence Williams III, David Banner, Michael Rainey Jr.. Alex Pettyfer, Mariah Carey Distribuidora: eOne Spain Fecha de Estreno: 11/10/2013