Hace unos años le preguntaron a Stephen King que opinaba sobre las dos sagas literarias para adolescentes más famosas de los últimos años, Harry Potter y Crepúsculo, a lo que él respondió: «Harry Potter es sobre hacer lo correcto frente a la adversidad. Crepúsculo es sobre lo importante que es tener novio», y no le faltaba ninguna razón al de Maine. Dos sagas muy distintas que ensalzaban dos valores muy distintos y discutibles por diversas razones. Pero faltaba algo en la literatura y en el cine para adolescentes desde hace tiempo, la implicación política. Esa implicación política que había en películas como La Guerra de las Galaxias. Como adelantándose a lo que iba a llegar apenas unos años después, cuando Suzanne Collins publicó en 2008 su libro Los Juegos del Hambre, se aventuró en una distópico futuro en el que pueblo estaba controlado por unos gobernantes que hacían y deshacían a su antojo. Como si estuviéramos en Fahrenheit 451, el poder de la televisión amasaba a las grandes urbes entregándolas a un juego atroz. A medio camino entre Battle Royale y 1984, se encerraba a los jóvenes en un juego dónde se tenían que matar entre ellos. Esto servía para mantener entretenidos a los ricos y atemorizados a los pobres.
Fue tan sólo cuando alguien se atrevió a discrepar de esas normas tan terribles, y dejó de mirar sólo por su supervivencia, mirando por aquel que tenía al lado. Cuando el pueblo se dio cuenta de que unidos aún tenían una salida para enfrentarse ante tal tiránico poder. En Llamas, segunda parte de Los Juegos del Hambre, comienza exactamente un año después de dónde terminase la anterior entrega. Los actos de Katniss han llevado a una agitación popular, a un pueblo que sólo le falta un pequeño empujón para enfrentarse a sus tiranos gobernantes, que saben bien que poco pueden para hacer frente ante un pueblo que lucha por su causa. La única solución posible es acabar con ese líder, que casi de forma casual, se convierte en un símbolo de completa esperanza. Pero bien saben que no pueden convertirla en una simple mártir, y que tienen que demostrar que no es ninguna líder a seguir. Katniss, junto a Petaa, pronto se volverá a ver encerrada en ese juego mortal del que no puede escapar. Pero en esta ocasión no estará sola, y es que hay un pueblo oprimido detrás apoyándola para esperar ese salto definitivo para conseguir su libertad.
La adaptación de la obra de Suzanne Collins va un paso más allá de la novela, y aprovechándose de su posición en el tiempo, recoge por completo el espíritu del «Occupy Wall Street» o el «15-M» y se convierte en un completo alegato político. Con esto, no sólo disipa por completo los temores de que en su afán por acercarla a un público más global se centrase en ese trío existente en la novela dejando el tema principal de la novela en un segundo plano. Si no que deja cualquier otra trama en un pequeño lado, sin olvidarse nunca de comprender los sentimientos que está sintiendo la protagonista, haciendo que cualquier relación amorosa esté medida y explicada en la pequeña proporción necesaria para la continuación de la trama. La película explica perfectamente el desarrollo de un levantamiento político ante un tiránico gobierno. La primera mitad de la cinta nos habla de cómo poco a poco se va forjando la unión en el pueblo. De que basta que alguien clame contra una injusticia y se ponga delante de ésta, para que ese espíritu se contagie entre sus ciudadanos. Y de cómo este espíritu de unión aterra al que tiene poder, que sólo encuentra la forma de pararlo, haciendo callar por obligación (¿les suena? Sí, aquí el tiránico gobernante al que interpreta Donald Sutherland también lleva barba). La segunda, en la que se vuelve a esa arena de la primera entrega, pero que en esta ocasión es aún mucho más divertido y sorprendente. Nos habla de la estrategia para derrotarlo, haciendo de ese terreno marítimo un completo tablero de ajedrez dónde los peones unidos tienen que luchar contra una sola reina. Hay sacrificios por el conjunto, y hay sobre todo espíritu de unión, y la idea marxista siempre presente de que el pueblo unido, jamás será vencido.
Tras las críticas que recayeron sobre la realización de Gary Ross en la primera entrega, con una cámara que no dejaba de moverse en las escenas de acción, que pese a ser una decisión bastante inteligente, no acabó de gustar al público, el testigo de la dirección ha caído en las manos de Francis Lawrence. El realizador de Soy Leyenda respeta el espíritu lúgubre, con una fotografía completamente apagada, que tenía la primera entrega, y que además mostraba un singular contraste viendo los estrafalarios modelos que vestían la gente de poder y sus marionetas, en comparación con la desolación que recorría las zonas más sumidas en la miseria. Pero sin embargo opta por una filmación mucho más convencional, haciendo que la violencia no sea tan agresiva y acercando el producto a lo que el espectador está acostumbrado a consumir. No es el cambio en la dirección la única gran diferencia que nos encontramos con respecto a la primera entrega. En aquella, nos encontramos con un personaje protagonista descrito a la perfección, pero que en su afán por no dejar ningún cabo suelto con él, se descuidaban al resto de los secundarios. Aquí, las intenciones de cada uno de los personajes están perfectamente dibujadas, dando a la película una sensación de madurez mucho mayor de la de la primera entrega. Una madurez que se nota incluso en la interpretación de Jennifer Lawrence en comparación a la anterior película.
Quizá el mayor error que cometa la saga sea la decisión de terminar con una película partida en dos. Porque En Llamas tiene la virtud de saberse el prólogo a la conclusión y el epílogo del comienzo. Es exactamente la segunda entrega de una gran trilogía, la que recoge todo lo sembrado en la primera película y lo prepara para un final espectacular que debería darse en una sola entrega. El torbellino que supone el final de En Llamas, su fuerza desoladora y negativa y su necesidad de levantarse para justificarse, es tal, que no podemos evitar pensar y compararla con una obra como El Imperio Contraataca. En Llamas no es sólo el blockbuster del año y una cinta de lo más divertida, espectacular y emocionante de ver. No, también es una obra que para el adolescente actual, al que no le gusta leer periódicos, ni ver las noticias, y piensa que la política no va con él, se convierte en una visión completamente obligatoria para entender la situación en la que nos encontramos y la necesidad de levantarse contra lo injusto. Sí, Harry Potter nos hablaba de que es importante enfrentarnos a nuestros miedos, y es importante. E incluso lo de Crepúsculo, aunque el tono de King sea despectivo, puede que haya gente que lo vea como algo interesante. Pero echábamos ya en falta una obra que hablase a la juventud de lo que pasa hoy en día, y eso, con esta segunda entrega, Los Juegos del Hambre ha dejado claro que lo ha conseguido.
Ficha Técnica:
Título Original: The Hunger Games: Catching Fire Director: Francis Lawrence Guión: Michael Arndt, Simon Beaufoy Fotografía: Jo Willems Música: James Newton Howard Intérpretes: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Liam Hemsworth, Philip Seymour Hoffman, Stanley Tucci, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Toby Jones, Donald Sutherland, Jeffrey Wright, Amanda Plummer, Lenny Kravitz, Jena Malone Distribuidora: eOne Spain Fecha de Estreno: 22/11/2013