Madre! – El nuevo testamento de Aronofsky | La Cabecita - Part 2

En contra

El mundo es demasiado grande para los dos

Él (Javier Bardem) es Dios, el escritor, el creador y Ella (Jennifer Lawrence) es la madre naturaleza. Dios (una alegoría del mundo) es un escritor egoísta, vanidoso y necesitado de la belleza de la madre naturaleza como fuente de inspiración para escribir y hallar el aplauso a su persona (la adoración a su figura) al coste que sea, aunque ello suponga destruir el mundo (la casa en la que Él y Ella conviven como matrimonio). La madre naturaleza es complaciente, servicial, bondadosa y le regala todo de sí, sin pensar en recibir nada a cambio, al mundo a la vez que trata de convertir su casa en un “paraíso”; Dios es quien disfruta y se aprovecha de la bondad de la madre naturaleza para adquirir todos los deseos narcisistas que este desea en base a una representación formal de la naturaleza humana más abominable y el hambre más salvaje y desesperado de reconocimiento. El hombre (Ed Harris) que sería Adam y La mujer (Michelle Pfeiffer) que sería Eva son dos visitas inesperadas, y padres de dos Caín y Abel que acaban visitando también la casa, sedientas y necesitadas de las palabras de un ser al que admirar y seguir pese a que existe un problema. El escritor no puede escribir ya que no tiene inspiración (Dios busca su “palabra” y el mundo también la reclama desesperadamente). Sin las palabras del escritor ¿Cómo va a satisfacer un mundo fanático y sobrepoblado ,como es el que vivimos, las turbulencias y desesperanzas del propio mundo? Dios es un vanidoso destructor que adora que lo amen pero que desprecia la tierra y, por ello, la va destruyendo poco a poco poniendo la acción en sus fieles, las manos de los seres humanos, quienes poco empiezan a invadir el hogar pese a que la madre naturaleza les dice que dejen de destrozarlo todo pero el ser humano hace oídos sordos y nunca deja de abusar o explotar al personaje de la madre naturaleza.

La megalomanía, teosofía, alegorías y el surrealismo de Madre! podrían justificarse en la rabia de un autor cabreado, hiriente y excesivo como lo es Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño y Cisne negro) pero ¿resulta esto suficiente? En mi opinión no. Madre! con exclamación al final es una advertencia de los gritos que contienen cada plano y cada sonido de la película, quizá los gritos que generará en los propios espectadores. Unos espectadores a los que Aronofsky no aprecia ni lo más mínimo, así como a sus criaturas. No hay esperanza en el mundo de Aronofsky, solo normas autoimpuestas, metafóricas y alegóricas acerca de la situación del mundo contemporáneo. Un mundo egoísta, violento, sobrepoblado, enfadado, desobediente, sectario… que destruye toda luz y bondad de la naturaleza. En este sentido, Madre! es un grito desesperado de socorro y rabia (igual que los de Lawrence al no entender nada de lo que sucede) Las evidentes referencias a El ángel exterminador (toda la película sucede en una casa que representa nuestro planeta y, en palabras de el personaje de La mujer, “el decorado”) plasman el encierro y la claustrofobia que se da en una casa que podría haber sido un paraíso pero, a medida que avanza la trama, descubrimos que esto será harto difícil. El personaje de Ella pinta la casa (el mundo) pero no sabe muy bien de qué color hacerlo ya que se siente indefensa, herida y no correspondida para con su relación con Dios pese a su bondad. La naturaleza se siente despojada de su lugar en el mundo. Eso le lleva a tomar bebidas que la ayudan a superar la ansiedad que todo esto le produce hasta que finalmente la catarsis, el sinsentido y el caos se adueñan de la pantalla como un servidor nunca ha visto en un final de cuarenta minutos que puede producir que la taquicardia y la ansiedad te expulsen de la sala (como seguro se verá en cualquier sesión de Madre!) La provocación escatológica, bizarra, macabra, pesimista y surrealista con dosis de filosofía, teosofía y religión hacen un puré de elementos perturbadores al servicio de la más pura rabia y pesadilla que pretende metaforizar como el egoísmo sin límite del ser humano ha explotado la tierra sin piedad ni compasión de ningún tipo. Todo ello envuelto en alegorías bíblicas (tal y como hizo en Noé) como el destrozo del mineral a manos de El hombre y La mujer (Adam y Eva) que supondría el momento en el que desobedecen a Dios probando la fruta prohibida (lo que provoca la ira de Dios y la consecuente expulsión del paraíso).

Aronofsky ha perdido mucho el norte y ha creado una de las películas más polémicas, así como innecesarias, de los últimos años. Su película es explícita en su contenido pese a su aparente complejidad narrativa envuelta en un eterno exceso sin frenos, un número de géneros que se multiplica hasta el infinito hasta lograr ser una película “inclasificable”, un sinfín de continuos abusos al personaje de Lawrence y un continuo sensacionalismo morboso en la propuesta que empiezan a dispararse como si un lunático tomará el control de todo. Darren Aronofsky habla de muchos temas (Génesis, Apocalipsis, la comunión como acto caníbal, dogmas religiosos sectarios…) pero creo que lo único que quería era hacer ruido envuelto en alegorías. Los símbolos son muy evidentes, la película no aporta nada cuando parece presumir de todo lo contrario y resulta torpe y caprichosa aunque muchos la amarán por su capacidad de ser física en extremo.

Es decir, es una película para los amantes de las montañas rusas pero está muy lejos de ser una película inteligente o al menos respetable. Es puro ego de su autor. Es sin duda la estafa más evidente que he visto en años, una pretenciosa y bizarra película que pretende provocar taquicardia por doquier. Al final lo que queda es una pedantería, una película para debatir al salir de ella con ansiolíticos.

Crítica escrita por Carlos Fernández

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