Es evidente que nadie que vaya a ver Dale duro lo hará esperando ver la próxima ganadora del Óscar a la Mejor Película, pero una vez teniendo claro eso, hay que reconocer que no es un bodrio. La película tiene sus puntos fuertes y sabe aprovecharlos.
Puede parecer difícil conseguir sacar adelante una película teniendo en cuenta que su principal punto débil es la trama. La historia es muy típica: un hombre que ha vivido cómodamente toda su vida se ve envuelto en un delito y pide ayuda a un tipo duro para que le enseñe cómo sobrevivir en la cárcel. El desarrollo de los hechos es tan previsible que cualquiera que haya visto un mínimo de cine puede intuir el desenlace final de la película prácticamente desde el principio. Sin embargo, esta previsibilidad, sumada a que la trama está ya tan manida que apenas necesita construcción, permite que la película se centre en lo que de verdad importa: el humor.
El humor que despliega es muy sencillo, se podría decir que casi roza lo absurdo. Consiste en un encadenamiento de bromas muy simples relacionadas con toda clase de estereotipos, desde temas sexuales hasta raciales. Pretende ser una comedia gamberra e indolente, pero en ocasiones es casi ofensiva (especialmente con los homosexuales, a los que tilda de promiscuos) y se queda en los límites más superficiales del “caca, culo, pedo, pis”. Pero, cómo no iba a ser así si todos los personajes responden a un tópico: por un lado tenemos al hombre que se cree un triunfador pero en realidad es mangoneado por todo el mundo, y por otro al bellezón de su esposa, que en realidad no le quiere; incluso hay una banda de moteros racistas con un bar de carretera y otra de afroamericanos que viven en su autoimpuesto gueto.
Sin embargo, y es aquí donde radica la gran ventaja de esta película, se nota que los productores tenían muy claro qué tipo de largometraje querían realizar, y han sabido guiar el proyecto hasta conseguir un resultado final que se podría catalogar como decente. Han sido capaces de esconder sus puntos débiles hasta el punto que la trama queda relegada a un segundo plano, y solo sirve para crear un marco en el que poder explotar la gran capacidad humorística de sus dos protagonistas. La historia se convierte en un estorbo que hay que quitarse de en medio cuanto antes y es precisamente al final, cuando no queda otra opción más que resolverla, cuando la película llega a aburrir. Hasta entonces, el hecho de que el desarrollo de la película no haga pensar, permite al espectador centrarse en disfrutar de las continuas bromas a cargo de James (Will Ferrell) y Darnell (Kevin Hart), que componen el 70% de la hora y media que dura la ficción. Así, se consigue que el peso de la película recaiga sobre los dos puntos fuertes que tiene, sus actores principales. Ambos cuajan una buena actuación y se ve que ambos están muy compenetrados; pero hay que destacar a Kevin Hart, ya que, bien porque se adapta mejor al papel, o simplemente porque su personaje es más gracioso, se erige como el principal atractivo de la película.
Mezclando todos estos ingredientes se obtiene Dale duro, un batiburrillo de estereotipos que, olvidando toda pretensión moralizante -algo que suele ser típico de este tipo de comedias (por ejemplo El gran Stan)- se centra en buscar la carcajada fácil del espectador, lo que, curiosamente, consigue en más ocasiones de las esperadas. Evidentemente dista mucho de ser un gran largometraje, pero digamos que sobresale como el tuerto en el país de los ciegos. No es una película para amantes del cine que busquen grandes planos o impresionantes historias, sino para quienes ven en el cine una oportunidad de pasar una aburrida tarde de domingo. Si ese es vuestro caso, id a verla, al menos te ríes.
Ficha técnica:
Título original: Get Hard Director: Etan Cohen Guión: Jay Martel, Ian Roberts, Etan Cohen, Adam McKay Música: Christophe Beck Fotografía: Tim Suhrstedt Reparto: Will Ferrell, Kevin Hart, Alison Brie, Dan Bakkedahl, Mariana Paola Vicente, Matt Walsh, T.I., Christopher Heskey Distribuidora: Warner Bros. Fecha de estreno: 12/06/2015