Mis hijos – Me quedo con Dancing Arabs | La Cabecita

MIS HIJOS - Foto 1 (Alta)

Lo primero, quiero reivindicar el título original de la película, Dancing Arabs, un título mucho más genuino que la versión en español. Mis hijos empieza narrando la infancia de Eyad, un chico árabe que, cuando crece, obtiene una beca para estudiar en Jerusalén. Algo inaudito para alguien de su condición y cultura. Si bien la película es claramente un alegato sobre el conflicto árabe-israelí que reflexiona sobre la rivalidad histórica y los prejuicios claramente anticuados e injustificados que se mantienen hoy en día, llama mucha la atención el tiempo que se toma Eran Riklis en este curioso “prólogo” que nos presenta a Eyad como un niño. En los primeros compases de la película nos introducimos a través de anécdotas, situaciones en su mayoría divertidas, en el día a día y la cultura del protagonista y su familia. Una rutina que, a pesar de las dificultades y de la dureza, se presenta a través de los ojos de un niño, creando una sensación de buen rollo y simpatía en el espectador. Mucho influye lo adorable que es el chavalín y lo bien que actúa algo que entra en conflicto con su versión adulta que es más parado que un gato de madera. Pero la cuestión es que este ‘capítulo 1’ prepara el terreno para adentrarnos en la verdadera trama de la película y en el drama que eso conlleva.

Eyad crece y, gracias a su inteligencia, se encuentra a sí mismo en medio de otro mundo. Como un extraterrestre solitario que aterriza en un planeta en el que la mayoría de los habitantes son hostiles con él, incluso sin quererlo. Es aquí donde se presentan todos los temas sobre los que nos hace recapacitar la cinta. Aspectos como el amor, la amistad, los estudios, el trabajo, el miedo, el legado y el respeto se enfrentan por turnos con la rivalidad de dos culturas cuya reconciliación es impensable. A pesar de que la crítica y el mensaje traspasa a la perfección y queda lo suficientemente claro, tal vez el haber incluido menos conceptos sobre los que reflexionar habría dejado respirar la historia y el dinamismo no estaría tan afectado. Me explico. Si bien antes hablaba de un primer acto realmente entretenido en el que su mejor baza era la simpleza de los conceptos, cuando Eyad llega a Jerusalén se nos abren múltiples subtramas que analizan, casi individualmente, todos los aspectos que mencionaba antes. Si bien es cierto que todas ellas confluyen en un momento u otro, se toma demasiado tiempo en abrir caminos con personajes secundarios que, debido a su escaso recorrido, terminan por parecerse mucho entre ellos puesto que, más que personajes, son conceptos personificados sobre los que Eyad debe aprender y crecer. Esto hace que el segundo acto sea prácticamente un nuevo primer acto en muchos aspectos y repercute en el ritmo de la narración. Afecta incluso a la trama principal, ya que otras subtramas (como la del amor) ganan fuerza y tapan en ocasiones la historia central.

MIS HIJOS - Foto 7 (Alta)

Sin embargo, Eran Riklis consigue superar este bache con un tercer acto que se toma su tiempo en terminar de desarrollar todos los valores y los une en el verdadero conflicto que sufre Eyad por su condición de diferente. Y en cómo su condición afecta a todo su círculo, a todas las personas que, por no despreciarle, también comienzan a ser diferentes a ojos de los demás. Un dramatismo muy potente, que entra en contraposición con la alegría del inicio, consigue enderezar la columna vertebral de la historia y volvemos a entender el crecimiento y la evolución de Eyad como una lucha que no debería ser más difícil para él que para ti o para mí. Pero que, obviamente, lo es.

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Ficha técnica:

Título original: Dancing Arabs Director: Eran Riklis Guión: Sayed Kashua Música: Jonathan Riklis Fotografía: Michael Wiesweg Reparto: Tawfeek Barhom, Ali Suliman, Yaël Abecassis Distribuidora: Karma Films Fecha de estreno: 13/03/2015