Las ovejas no pierden el tren – El mal humor del amor | La Cabecita

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Por lo general el paso de los años nos da una visión más cínica de la vida, que el humor va rotando en un prisma de negación continuo. Pero parece que lo contrario ha pasado con Álvaro Fernández Armero, cuyo último trabajo Las ovejas no pierden el tren, tiene mucho de sus primeras películas… y a la vez tan poco. Porque allí, dónde rodaba con un humor insano, casi negro, obras tan interesantes como Todo es mentira, ahora su apuesta parece haber ido virando hacia un sentido del humor más casero, más ramplón, incluso más casposo. Y es una lástima, porque desde que Armero debutase con el interesante cortometraje El columpio, ha ido poco a poco examinando la creación y el deterioro de las relaciones de pareja, y si bien todo lo que cuenta Las ovejas no pierden el tren, podría haber acabado siendo el punto culmen de su carrera, porque estamos ante una obra que anida todo lo que el realizador fue forjando durante todos estos años, hasta llegar a una reflexión de las relaciones humanas tan depravada e incómoda como la que podrían tener cineastas nórdicos como Thomas Vinterberg en Celebración o Lars Von Trier en Melancolía, su continua tendencia a liviandad con ese humor tan de andar por casa como poco trabajado, acaba haciendo de Las ovejas no pierden el tren una oportunidad terriblemente desaprovechada.

Como un árbol en el que las hojas caen, Las ovejas no pierden el tren, nos cuenta la historia de una pareja que se ha mudado a Segovia para continuar su vida, él está tratando de encontrar la inspiración para escribir su nueva novela, mientras que ella trata de sacar adelante a su familia trabajando en una academia de corte y confección. Pero todo son líneas que divergen, mientras el hermano de él trata de rehacer su vida con una muchacha mucho más joven que él a la que es incapaz de seguir el ritmo, pero le hacer vivir anclado en una segunda juventud que no le representa. La hermana de ella es una adicta a las relaciones con la imperiosa necesidad de encontrar a una persona que la ame en la primera cita y con la que formar una relación a largo plazo. Así, Armero disecciona una película en la que convergen tres puntos de vistas sobre la relaciones y la necesidad de luchar para que éstas sobrevivan: la de la pareja casada que tiene que hacer contra a las adversidades que se presentan en el camino; la del hombre que tras separarse, es incapaz de asumir su verdadera posición; y por último, la de la mujer que ya pasada su juventud siente la necesidad de asentarse en una familia.

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Realmente lo que cuenta Álvaro Fernández Armero, parte ya de inicio con un cinismo en el que no termina de cuajar el humor con el que intenta impregnar la historia. Volvamos a Todo es mentira, su ópera primera que narraba la relación de dos jóvenes a los que daban vida Coque Maya y Penélope Cruz, allí, Armero narraba una relación desde su comienzo hasta la completa fragmentación por culpa de dos caracteres antagónicos que eran incapaz de soportarse. En cierto momento el personaje de Maya pronunciaba la que era la máxima sobre aquella relación: “La odio, pero estoy enamorado de ella”. Ésta era una película jovial y divertida, su fina línea de humor, casi rozando lo más negro ayudaba a alejarla del melodrama, sin no perder jamás el tono de la historia. Volvemos ahora a Las ovejas no pierden el tren, nos encontramos ante una película de estructura similar, pero aquí todo se diluye por un humor mucho más visual, mucho más obvio. Allí donde en Todo es mentira, Coque Maya se sentía incómodo en una cena en la que le servían pisto, y su rostro impertérrito observaba como el paso de pisto pasaba de una mano a otra sin que él pudiera hacer nada, algo que reflejaba a la perfección la incomodidad del personaje sin tenerle que hacer en lo caricaturesco, aquí la situación se repite de manera similar con Jorge Bosch. En esta situación, el personaje de Bosch se ve sorprendido en una emboscada por el personaje de Candela Peña, que quiere atarse a él, en la que aparecen su madre y su hermana, al contrario de lo que ocurría en Todo es mentira, aquí Armero tiene que recurrir al plano visual para ser capaz de reflejar esa incomodidad, tiene que trasladarla físicamente al personaje de Bosch, que en un primer plano fuerza una sonrisa incómoda. Por su carácter sabemos que el personaje no se siente a gusto en la situación, pero el director tiene que trazar un chiste sin demasiada gracia y excesivamente subrayada, reflejando el rostro del personaje para reflejar lo que en aquella, resultaba mucho más interesante con el movimiento de un plato de pisto de una mano a otra.

Pero quizá el peor momento de la película, en el que se evidencian más sus errores se presenta en la cena de al final de la película, aquí es donde la bomba explota, donde todos los personajes encerrados en su patetismo se acaban por descubrir y ver las caras. Es aquí donde fácilmente podríamos conectar con esa comida insana de Celebración, que aunque de una forma mucho menos violenta que la presentada por Vinterberg, todo debería haberse contagiado en un ambiente de incomodo, donde la risa en el espectador llegase únicamente desde esa propia incomodidad de la situación, en resumidas cuentas, aquello que con tanta brillantez hizo Fernando León de Aranoa en Familia. Pero no, una vez su humor, más bien propio de serie de televisión española vuelve a hacer gala para evitar que sintamos ningún tipo de amargura por lo que están viviendo estos seres patéticos.

B & B

Es cierto que Las ovejas pierden el tren cuenta con algunos fallos graves de dirección y montaje, que además evidencias continuos fallos de raccord, pero esto sería más perdonable si al menos Armero hubiera encontrado el tono con el que contar su historia. Pese a todo esto, hay suficiente brillantez en Las ovejas no pierden el tren como para considerarla una mala película, un retrato de perdedores en tiempos de amor, en el que tan sólo los que son capaces de asumir su condición de perdedor, como el propio Raúl Arévalo, que es sin duda junto a Inma Cuesta lo mejor de la película, o Kiti Manver, son capaces de encontrar su propia felicidad. No, no es una mala película, y tiene destellos de verdadera brillantez, pero también un fallo garrafal de concepto, y es que no puedes pretender hacer Ocho apellidos vascos, cuando tienes un material más cercano a Celebración. Y que una comedia pura brille más cuando más dramática se vuelve es sin duda un grave error.

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Ficha técnica:

Título original: Las ovejas no pierden el tren Director: Álvaro Fernández Armero Guión: Álvaro Fernández Armero Música: Mikel Salas Fotografía: David Azcano Reparto: Inma Cuesta, Raúl Arévalo, Candela Peña, Irene Escolar, Alicia Rubio, Alberto San Juan, Kiti Manver, Álex Martínez, Jorge Bosch, Eva Marciel, Ruth Armas Distribuidora: eOne Spain Fecha de estreno: 30/01/2015