La filmografía de David Ayer como director es de esas que quieres olvidar lo más rápidamente posible nada más terminar de verla. Hasta el momento todas sus películas se englobaban, en mayor o menor media, en el género policíaco y resultaban ser productos deficientes que si no cojeaban en historia, guión o puesta en escena, cojeaban en todo a la vez. Vidas al límite resultó un debut raspado, y Dueños de la calle una cinta entretenida que no tenía nada que aportar. No voy a negar que Sin tregua me gustó y la defiendo como una buena película, pero si te paras a pensar no tardas en darte cuenta de lo poco que ofrecía aparte de una dirección peculiar que funcionaba de puro milagro. La reciente Sabotage supuso la vuelta a ese cine de acción casposo y con giro final sin sentido que tan poco echamos de menos, y por ello no miraba con demasiada confianza a esta Corazones de acero. El cambio de género y la apuesta casi intimista que ofrecían los carteles me llamaban la atención, pero con el historial previo del señor Ayer no estaba muy seguro de lo que me iba a encontrar una vez sentado en la butaca del cine.
Se nos vende Corazones de acero como una película bélica, y sí, esta vez no nos están engañando: la obra de David Ayer nos traslada a la Segunda Guerra Mundial junto con un grupo de militares estadounidenses que, montados en su tanque de nombre Fury y con el apoyo de otros miembros del ejército, recorren una decadente Alemania con el fin de poner punto y final a la contienda. No es nada que no hayamos visto antes, eso seguro. La característica especial de la película es su carácter de road movie, y es que el mencionado tanque sirve como vehículo (literal y emocional) para contar una historia de progreso, siempre con la consigna de no echar la vista atrás. Aunque los personajes son el centro de todo, es innegable la importancia de los escenarios y de los encuentros (sobre todo con ciertas mujeres) con los que tropiezan a lo largo del camino. Tiene una estructura de videojuego, o casi de juego de mesa: llegan a un sitio, lo liberan, siguen avanzando intentando esquivar o sobrevivir a los peligros que acechan en los senderos, llegan a otro sitio, lo liberan y el juego continúa.
La interacción entre los diferentes personajes resulta ser lo mejor de Corazones de acero. La tripulación de esta bestia metálica está compuesta por cinco marines que, sin alejarse de los manidos clichés (el jefe, el religioso, el novato), consiguen una química muy interesante y un trasfondo que apenas se muestra de una forma literal pero que está patente gracias a la gran interpretación de todos los actores involucrados; podéis añadirla a la lista de “Películas en las que las miradas hablan”. Brad Pitt está muy bien como ese líder amable pero también contundente, pero sin duda me quedaría con un Logan Lerman que ha sido toda una sorpresa. No porque no supiera de sus dotes como actor, pues me encantó en Las ventajas de ser un marginado, pero el hecho de encontrarle en un papel tan radicalmente opuesto y que encima lo realice tan bien provoca nada más y nada menos que mi más sincero aplauso. También es cierto que se beneficia de lo interesante que es su personaje, el novato, que incluso en diferentes partes de la cinta se podría considerar como más protagonista que sus compañeros y prácticamente a la misma altura que el señor Pitt. Shia LaBeouf (también conocido en la vida real como “ese loco”) está bastante correcto en su papel de religioso convencido; Michael Peña (también conocido como “el otro policía de Sin tregua”) funciona como alivio cómico; y Jon Bernthal (también conocido como “el de The Walking Dead y El lobo de Wall Street”) vuelve a confirmar que es un actor infrautilizado por Hollywood. Todo bien, todo correcto.
Una de las polémicas más llamativas que ha encendido la película es la forma en la que David Ayer retrata los combates entre tanques en general y sus disparos en particular. En la sala nos quedamos bastante noqueados cuando vimos que los tiros de las máquinas de guerra parecían sacados directamente de Star Wars, con láseres verdes y rojos que no paraban de rebotar, pero después nos aclararon que es algo totalmente realista pues se suele utilizar un fósforo en las balas para así conocer de una forma literal en qué dirección ha ido tu disparo. Es una aclaración bastante importante, porque pasas de considerar que esos combates de luces han sido idea de un director venido arriba a que en realidad está siendo fiel a la realidad. Otro cantar es si los americanos utilizaban fósforo verde y los nazis fósforo rojo, aunque eso sería ponerse demasiado quisquilloso. Lo que está claro es que las escenas de acción son espectaculares, realistas y contundentes. En general es una película que intenta no esconder lo que está ocurriendo; por ejemplo, si el tanque aplasta la cabeza de un enemigo malherido que se encontraba tumbado en el suelo, pues la aplasta y lo vemos en pantalla sin ningún tipo de problema.
Me gusta mucho una escena en la que el personaje de Jon Bernthal le dice al novato que mire a su alrededor, que si sabe dónde se encuentra, en el centro de una terrible guerra. Creo que resume la esencia de lo que esta película nos quiere mostrar: la mayor guerra de la historia de la humanidad desde un ángulo que quizá no es definitivo e indudablemente no resume todas las penurias que se vivieron por aquella época, pero que sí te mete de cabeza en el conflicto. Te hace mancharte de barro, por decirlo de una manera visual. El apartado artístico es sucio, con una conseguida mezcla entre el verde militar, el gris atmosférico y, en el tramo final, un amarillo que representa la desorientación y la falta de esperanza. Todo acompañado por una banda sonora que no roba la película pero que sí la acompaña con oficio.
La película comienza en medio de una masacre ya terminada, con los personajes tremendamente jodidos y una situación nada agradable. Lo primero que pensé al ver eso es “vale, esto será el tramo final de la historia y ahora saltaremos al pasado para ver cómo han llegado hasta allí”. Pero no, ese es el verdadero inicio de la película. ¿Por qué os cuento esto? Porque es la clave de Corazones de acero: representa la guerra tal y como es, no hay un principio en el que la gente esté bien y posteriormente veamos su caída, sino que el infierno empieza desde el minuto uno y solo hay una escalera, la que va aún más abajo. La última obra de David Ayer está lejos de ser una película perfecta, y esa estructura reiterativa me provoca cierto agotamiento, pero es una más que recomendable cinta de cara a todo el mundo que quiera pasar un rato entretenido y llenarse un poco de barro. Una ensalada de tiros con algo que ofrecer.
Ficha técnica:
Título original: Fury Director: David Ayer Guión: David Ayer Música: Steven Price Fotografía: Roman Vasyanov Reparto: Brad Pitt, Logan Lerman, Shia LaBeouf, Jon Bernthal, Michael Peña, Xavier Samuel, Scott Eastwood, Jonathan Bailey Distribuidora: Sony Fecha de estreno: 09/01/2015