Gracias a nuestros compañeros de SensaCine, La Cabecita pudo acudir como medio acreditado al pasado Festival de Cine 4 + 1 en Madrid, que se ha celebrado de manera simultánea en Bogotá, Buenos Aires, Ciudad de México y Río de Janeiro. Han sido cinco días muy intensos y una experiencia muy enriquecedora para el Blog, por eso desde aquí quiero dar las gracias a todos los responsables del Festival.
Uno de los temas centrales de la Sección Oficial de esta tercera edición del Festival ha sido la crisis económica que estamos sufriendo en la actualidad, y que La demora haya resultado ganadora del Premio del Público 4 + 1 y que Life Without Principle, de Johnnie To, le haya seguido muy de cerca, son claros indicadores de que la manera de hacer y entender el cine está cambiando. Es casi imposible hacer cine social en estos días sin hacer una referencia, directa o indirecta, a las consecuencias que este declive económico ha ocasionado en la vida diaria de las personas. La demora es una historia de miedos, inseguridades y entrega que no puede ni debe pasar desapercibida, porque logra captar a la perfección esa sensación de angustia existencial que la pobreza y el desconcierto moral infunden, y que pueden dar lugar a situaciones tan desoladoras como la que se retrata en el largometraje de Rodrigo Plá.
Este director nacido en Uruguay se introdujo en el mundo del cine hace relativamente poco, ya que su primer filme se estrenó en 2007 (aunque en 2001 ya tomó contacto con el mundo audiovisual al dirigir el corto El ojo en la nuca, protagonizado por Gael García Bernal). La zona consiguió excelentes críticas y se hizo con el Premio FEPRESCI en el Festival de Toronto, asentando el camino de Rodrigo Plá. Así, su segundo largometraje, Desierto adentro, tuvo una repercusión extraordinaria en México, país en el que ha desarrollado casi toda su obra (La demora es la excepción). Con La demora llega su película más crítica y personal, y de momento está funcionando muy bien por los circuitos festivaleros. Seguir la pista a Plá a partir de ahora sería un gran acierto.
Lo mejor de La demora es, sin duda, Carlos Vallarino, ya no sólo porque ni la cámara ni nosotros somos capaces de despegarnos de la pantalla cuando él aparece (que es casi todo el tiempo), sino porque su personaje logra infundir ternura y tristeza a partes iguales. Los momentos de mayor carga dramática del filme están llenos de vacíos, son instantes en los que no hay sonido, ni música, en los que a veces el silencio se ve interrumpido por una respiración melancólica, por un lamento o una reflexión que suponemos que está ahí, y Plá maneja esas situaciones con gran maestría, prueba de ello es que gran parte de la película se desarrolla en el banco de un parque. La nueva película del director uruguayo tocará la fibra sensible de la mayoría de los espectadores, porque es muy difícil no percibir (y sentir) ese pesar que merodea continuamente en todo el largometraje, y que es fruto de una historia que duele saber que puede estar ocurriendo en cualquier parte del mundo y a cualquier persona. Aún así La demora guarda una lectura esperanzadora, ya que aquí la esperanza aparece como reflejo de un amor al que nunca renunciaremos los seres humanos por muy complicada que sea la vida: el amor por un ser querido.