Los Oscars de 1996 suelen considerarse aquellos que abrieron definitivamente las puertas al cine independiente americano, nominando y premiando principalmente películas financiadas fuera de los grandes estudios como Secretos y mentiras, Shine, Fargo o incluso El paciente inglés (Miramax, aunque ya pertenecía en parte a la Disney, seguía considerándose una de las independientes). Por eso, siempre me parecerá un momento clave el monólogo, con momento musical, con el que Billy Crystal abrió la gala y, sobre todo, esa magnífica frase casi inicial cuando, mirando a la platea con estupor, esa platea llena de gente en general poco agraciada que jamás había pisado ese teatro antes, esa platea llena de Blethyns, Jean-Baptistes, Thorntons, Rushes, Macys y demás desconocidos, se detuvo un segundo y preguntó a boca llena: “WHO ARE YOU?” El público estalló en carcajadas, y el cine independiente (con todos los peros que cada uno quiera poner a esa etiqueta) se plantó definitivamente en la Academia para quedarse, aunque gane pocas veces. Que Crystal siguiera semejante momentazo con una hilarante presentación musical de Secretos y mentiras al son de la melodía de La tribu de los Brady, que la noche deparara una de las más gigantescas sorpresas de la historia cuando Bacall perdió frente a Binoche, o que, por una vez, mi película favorita de entre las nominadas consiguiera ser la gran triunfadora, son cosas que hacen de esa noche de marzo de 1997 la que más gratos recuerdos me trae de toda este sinsentido de los Oscars.