Después de haber visto Anonymous, el último esperpento que ha perpetrado Roland Emmerich es inevitable que me surjan varias preguntas, no acerca de lo que he visto en la película, que me importa más bien poco y lo olvido nada más terminar su visionado, si no acerca de las intenciones que tenía Emmerich al rodarla. ¿Es Anonymous acaso un intento por parte del alemán de que le tomemos más en serio? ¿O realmente Emmerich se cree capacitado para rodar lo que podríamos llamar una película seria? Sea como sea, la cinta deja muy claro que Emmerich no solo nunca ha sido alguien capaz de firmar algo minimamente interesante, si no que nunca jamás lo será.
Una de las más viejas conspiraciones que han existido ha sido la que negaba a Shakespeare la autoría de sus propias obras, una teoría tan estúpida y descabellada como la gran mayoría de las conspiraciones que acaban apareciendo. Pero aún así puede ser un punto de partida bastante interesante y divertido si sabe llevar bien, es más, ofrece varias opciones muy suculentas a la hora de contarlo, se podía haber optado por una divertida comedia, o una cinta de intriga que te hiciera quedarte sin uñas y seguro que habría otras muchas que podrían haber sido igual de acertadas, pero desde luego pocas habría más erróneas que el enfoque que Emmerich le intenta dar a la obra, haciendo de ella una estúpida lección de historia (tengamos en cuenta que la última vez que Emmerich trato de hacer algo similar hizo una película como 10.000) en la que lo que es peor, parece que el realizador alemán está totalmente convencido de lo que cuenta y que con la película sólo trata de hacer que el espectador acabe negando la autoría de las obras a Shakespeare. No sé si esto lo debemos interpretar como cierto ejercicio de envidia de el alemán al dramaturgo inglés, desde luego sería muy estúpido tener envidia de una figura como la de Shakespeare, pero no puedo dejar de pensar en toda la estupidez que rodea al personaje de Emmerich.
Para vendernos toda esta historia conspiratorio el realizador nos dice que Shakespeare jamás podría haber escrito obras como Hamlet puesto que era un pobre tonto sin estudios, incapaz de escribir ni una sola letra y con incluso una pequeña y limitada capacidad para leer que le era justa y suficiente como para ser capaz de memorizar sus pequeños papeles. Por una serie de irrisorias casualidades este Shakespeare que parece un alter-ego medievo de Russell Brand, acaba haciéndose con la autoría de una obra escrita por Edward de Vere, un noble que ante el repudio de su padre hacia el medio no se ve en más remedio que ceder estas obras a fin de poder disfrutarlas. Todo ello sazonado con historias de pasión, traición e intrigas que harían sentirse orgullo a los creadores de Santa Bárbara.
Uno de los principales problemas por lo que la cinta es incapaz de sostenerse (dejando de lado lo realmente estúpida que resulta ya sobre el papel) es el hecho de la indecisión de sobre que personaje dejar caer el protagonismo, haciendo que todos ellos no resulten más que meros esbozos y llevando al espectador a una lógica confusión en ciertos momentos por la incapacidad de identificarlos. Por supuesto como era de esperar, ni el realizador, ni su guionista John Orloff (Culpable del libreto de Un corazón invencible, aquella olvidable y horrible cursilería que firmo Winterbottom) parecen haber hecho los deberes a la hora de documentarse, es bastante irrisorio la forma de la que cogen las obras de Shakespeare y parecen colocarlas aleatoriamente a lo largo de la historia sin preocuparse por si cuadran las fechas en las que la escribió.
Aún así no es todo tan malo en la película de Emmerich, estamos ante una obra casi impecable a nivel técnico (de no ser por ciertos momentos en los que el CGI canta demasiado) una hermosa fotografía y un estupendo vestuario hacen que por lo menos nos podamos deleitar la vista con la estética de la película. Sus actores tampoco están nada mal e intentan hacer lo que pueden con unos personajes tan insulsos y faltos de carisma, pero desde luego se agradece que intenten un buen hacer en lugar de sumarse al despropósito conjunto de la película.
No sé si es más lamentable que Emmerich pueda seguir dirigiendo cine, que éste tenga éxito, o que además de todo le dejen dirigir algo más allá de sus majaderas películas de catástrofes (aunque siendo justos, realmente Anonymous no deja de ser otro catástrofe de película). Lo cierto es que lo podría haber dado para montar un juego de lo más divertido acaba convirtiéndose en un tonto culebrón en la corte de la reina Isabel. Tampoco su larga duración ayuda a que ésta no llegue a caer en el tedio, pese a que por ciertos momento la película goza de un endiablado ritmo hay demasiado de lo que se podría haber prescindido en la sala de montaje (bueno, realmente se podría haber prescindido de toda la película). Emmerich deja claro a los que todavía dudaban que su nombre, al igual que el de Shakespeare, debería de pasar a la historia al lado del de gente como Ed Wood o Uwe Boll.