Drácula: A Love Tale – Hemoglobina nivel bajo | La Cabecita

Como diría Noemí Argüelles C.M de PS Management “Hay cosas que no puedes tocarlas. Como volváis a mentar los productos que yo vendía de Divacel, nos vamos a la cárcel las tres”, bien pues si cambiamos la palabra “Divacel” por “Drácula” entenderéis que él que va a llevar a la cárcel a Luc Besson soy yo. Y es que pese a todo, se puede ser fan del maestro Luc Besson (yo lo soy) pero perpetrar la novela de Bram Stoker y de paso “plagiar” la obra maestra de Francis Ford Coppola, como lo ha hecho es algo que desde luego bien merece pena de cárcel.

Para adentrarse en la “nueva” adaptación de la obra inmortal de Bram Stoker, hay que asumir que su director da por hecho que el espectador no ha visto la archiconocida versión de Coppola, de lo contrario no se explica que ésta película haya llegado a hacerse como se ha hecho. Besson, artífice de un estilo visual muy particular con el que a menudo logra cosas realmente estimulantes como su Juana de Arco, Valerian y sobre todo Lucy en la que redefinía los códigos del cine de acción y ciencia ficción, ha optado por realizar la enésima versión del la clásica historia del Conde Drácula. Algo que de por sí a estas alturas da algo de pereza y para la que para colmo, se ha basado literalmente en la película de Coppola pasándola por un filtro naif con un resultado escandalosamente deplorable.

Tras una devastadora pérdida, el príncipe Vlad II, conde Drácula (Caleb Landy Jones), renuncia a Dios y es maldecido a la vida eterna, condenado a vagar solitario a lo largo de los siglos. Este es el relato sobre la historia de amor del infame vampiro, contada ya en varias ocasiones, que desafía al destino y la mortalidad en busca de su amor perdido, ahora reencarnado en una bella joven que queda totalmente sumida a la voluntad del Conde, tras un enigmático primer encuentro. Luc Besson cree contar una historia “hasta ahora nunca contada”, cuando realmente lo único que hace es contarlo desde el punto de vista del Conde, es decir en primera persona, cuando hasta ahora la versión más aclamada y popular de la trágica historia de amor, estaba contada desde la perspectiva de Mina y Jonathan (la pareja de enamorados que sufre la visita del Conde y separa sus destinos para siempre). Partiendo de éste elemento como “innovador” en la trama, la aproximación de Besson a Drácula pasa por tratar de emular todo lo que hacía llamativa y ostentosa a la versión del 92, con guiños al maquillaje, vestuario y música de una forma tan obvia que te saca de la película.

Drácula de Luc Besson comienza con un flashback al pasado del Conde cuando aún no había entregado su alma, en el que para retratar el romance utiliza códigos visuales que recuerdan al soft porn del Penthouse de los 90 para luego pasar a un tono mucho más cómico y familiar en el que las Gárgolas del castillo se convierten en sirvientes de Drácula como si estuvieran sacadas del castillo encantado del cuento de La Bella y la Bestia, produciendo así una extraña sensación de incoherencia tonal en un relato a efectos prácticos “sagrado” que se siente perpetrado y maltratado por una visión incapaz de sacar adelante el legendario material de partida.

Una película fallida y hortera en la capacidad máxima de su expresión, de la que lo único que se podría salvar como positivo es la entregada interpretación de Caleb Landry Jones, del que lo mejor que se puede decir es que le pone ganas. Por lo demás éste “nuevo” intento de adaptación de Drácula es el ejemplo perfecto de porqué hay películas y libros que es mejor no volver a adaptar si no vas a estar a la altura de lo que la obra te va a exigir como autor.

Título original: Dracula: A Love Tale Director: Luc Besson Guión: Luc Besson Fotografía: Colin Wandersman Música: Danny Elfman Reparto: Caleb Landry Jones, Christoph Waltz, Matilda De Angelis, Zoë Bleu, Haymon Maria Buttinger Distribuidora: Vértice Fecha de estreno: 21/11/2025