En 2017 el prolífico director Rodrigo Sorogoyen estrenó el cortometraje Madre. Un prodigioso material sobre una madre que recibía una angustiosa llamada de telefóno de su hijo de 6 años, quien desaparecía en una remota playa de Francia mientras hablaba con ella, sin que ella pudiese hacer nada al respecto. El desasosegante corto le valió la unanimidad de la crítica internacional y un Goya y una nominación al Oscar (la primera de su carrera). Ahora dos años después retoma esta dolorosa historia en formato largometraje, un traje que (hasta ahora) nadie dudaba que le iría a su medida.
Hasta el momento la totalidad de cortometrajes que han sido llevados al formato largometraje han supuesto una adaptación del material con mayores recursos, detalles sobre la trama y sobre todo con una profundidad narrativa para explicar los detalles de la narración, dado que el formato corto estos aspectos no tienen tanta cabida por una cuestión obvia de metraje. Con Madre, Rodrigo Sorogoyen se pega un triple salto mortal y sorprende a todos situando los hechos de su película justo una década después de lo ocurrido en el corto. Una sorprendente y muy arriesgada decisión, si tenemos en cuenta que el espectador llega a esta película con una serie de enigmas que en su mayoría no tendrán respuesta alguna.
Madre retoma el personaje de Elena, esa madre que 10 años después de perder a su hijo en una playa de Francia, está viviendo como camarera en esa misma playa, mientras muerta en vida, repasa día tras día su tragedia en busca de algo que le dé alguna razón para seguir viviendo. En ese momento se cruzará en su camino Jean, un adolescente que le recuerda peligrosamente a Iván (su hijo perdido) y con el que empezará una relación de extraña atracción que tornará a romance veraniego. En palabras de su protagonista Marta Nieto (Elena), “Madre es una historia de un amor puro y especial que ayuda a volver a la vida a alguien que estaba muerto”. Rodrigo Sorogoyen y su guionista y colaboradora habitual Isabel Peña han optado por este inesperado camino para contar la historia de esa madre y de cómo es la vida después de perder a tu único hijo. Un profundo y bellísimo análisis sobre el dolor y el luto que juega a desconcertar al espectador en todo momento, sin querer abordar los detalles vinculantes a la desaparición de Iván. Una decisión valiente y de alguna manera muy inteligente, pero que inevitablemente manipula al espectador con un descaro injustificable por parte de su director.
Pocas veces hemos tenido la oportunidad de disfrutar de un tour de force interpretativo como el que Marta Nieto ofrece en esta película. Su entrega física y emocional a esa madre rota es memorable y logra que en todo momento (incluso en los más complicados) el espectador empatice con ella y comparta su dolor. Es una de esas interpretaciones que nunca se olvidan y que te recuerdan que afortunadamente todavía quedan artífices como Sorogoyen que arriesgan y apuestan todo por traernos películas así de descarnadas con protagonistas femeninas únicas, de esas que hacen Historia en nuestro cine. Madre está al servicio de su protagonista y Marta Nieto está al servicio absoluto de la cinta y esa es probablemente su mayor y mejor virtud.
Lejos de la grandilocuencia a la que nos tiene acostumbrados el director a la hora de usar la cámara, aquí apuesta por una inquietante sobriedad que mucho recuerda al dogma y al cine nórdico y de los países bajos propio de cineastas tan interesantes y necesarios como Ruben Östlund, Thomas Vinterberg o incluso algún atisbo del genio Lars Von Trier.
Madre es una película incómoda que de una forma muy natural hace por incomodar al espectador, una virtud que sella la personalidad de toda la película y que en ocasiones logra que Elena sea el único personaje digamos “coherente” en toda esa espiral de desesperación en la que está centrada la trama de la película. Ella atraviesa un viaje vital que la arrastra a caminos y lugares inesperados a los que el público la acompañará de la mano, pero abatido por unas decisiones que en raro momento será capaz de entender o justificar.
Uno de los más destacados aciertos de esta arriesgada propuesta es que Sorogoyen en ningún momento juzga a su personaje protagonista y eso ayuda a que el espectador tampoco lo haga y esté con ella hasta el necesario final que le espera. En Madre nos exponen que la única (o mejor manera) de superar una pérdida como la que sufre Elena reside en enamorarse de nuevo, este razonamiento así como muchos de los conflictos que presenta el filme, están supeditados a una labor de empatía por parte del público, un handicap que en mi opinión en muchas ocasiones lastra a la cinta, ya que empatizar o no, es una cuestión puramente subjetiva y depende de la sensibilidad específica de quién vaya a ver esta película.
Madre es probablemente la película más incomoda en lo que llevamos de año, pero es también la película más valiente de Sorogoyen y la apuesta más devastadora de nuestro cine del 2019. Ambas son razones más que suficientes para confiar en Madre y dejarte arrastrar hasta los fríos parajes en los que se desarrolla la trama. Marta Nieto deambulando por esa playa es ya una de las instantáneas más bellas y dolorosas que se quedarán grabadas en el imaginario cinéfilo del cine español.
Título original: Madre Director: Rodrigo Sorogoyen Guión: Rodrigo Sorogoyen Música: Olivier Arson Fotografía: Álex de Pablo Reparto: Marta Nieto, Àlex Brendemühl, Anne Consigny, Frédéric Pierrot, Jules Porier, Raúl Prieto, Álvaro Balas, Blanca Apilánez Distribuidora: Wanda Fecha de estreno: 15/11/2019