Tras una estupenda apertura del Festival Cannes con Café Society de Woody Allen, la Sección oficial daba el pistoletazo de salida con Sieranevada, dirigida por el rumano Cristi Puiu que ha logrado entusiasmar (y levantar ampollas) a varios críticos ilustres del panorama internacional.
En la segunda jornada de la Croixette, también daba lugar Rester Vertical, segunda película de Alain Guiraudie después de su premiada El desconocido del lago, que llega mostrar de nuevo sexo explícito (provocando hastío a varios asistentes) y Money Monster, dirigida por Jodie Foster sobre un joven, interpretado por Jack O’Connell, que asalta un programa de televisión tras perder su dinero en una mala inversión.
Sieranevada
La pesadilla comienza con una película del nuevo cine rumano titulada Sieranevada. Dura tres horas. Empieza con un plano fijo de diez minutos en el que la cámara estática filma de lejos a alguien que pretende aparcar su coche para recoger a la familia. Continúa con un plano de 20 minutos del matrimonio hablando en el coche, aunque la cámara solo se ocupa de la cara de ella, una cotorra insoportable cuya única ilusión es ir a comprar a Carrefour. Ya ha pasado media hora y no ha ocurrido nada.
Ya han pasado dos agotadoras horas, falta una y sigue sin ocurrir nada. Me asfixio, me abro. No les puedo contar el final ni tampoco por qué se titula Sieranevada. El nuevo genio del cine rumano se llama Cristi Puiu y ya he leído por ahí que esta extraordinaria película marca un antes y un después en el lenguaje cinematográfico. Estoy convencido de ello, es imposible hacerlo peor.
Carlos Boyero, El País
Hacía tanto que desde la tribuna del festival no se escuchaba una declaración tan entusiasta y consciente de solipsismo cinematográfico, llamémoslo así, que alguno arrancó a llorar. Y, en efecto, desde hace al menos un año no se contemplaba un ejercicio de cine tan preciso, ambicioso y, si se quiere, desgarrado. Y trágicamente cómico. Monumental quizá.
Luis Martínez, El Mundo
«Sieranevada» parece densa, y lo es, porque la mirada que hay detrás sabe convertir el costumbrismo en tiempo real, marca registrada del nuevo cine rumano, en una abstracción casi fantasmática. Imposible analizar aquí el virtuosismo de una puesta en escena que construye la geografía moral de toda una civilización a partir de una cámara que dibuja el mapa de un espacio para subvertirlo después. Nunca un piso había parecido tan grande, nunca abrir y cerrar una puerta había parecido tan significativo. El espectador vive «in media res» durante buena parte de las tres horas de metraje de «Sieranevada», tan desubicado como los miembros de una familia que siempre encuentran una buena excusa –los ecos de «El ángel exterminador» son evidentes– para posponer una comida que se enfría en los fogones.
Sergi Sánchez, La Razón
‘Sieranevada’ tiene cuerpo y alma de obra total. Cada nuevo plano secuencia –casi siempre dentro del hogar familiar y siempre filmado desde una posición fija (el punto de vista lo es todo)– ayuda a que el espectador vaya conociendo nuevos matices de la convulsa realidad de una familia tan extraña como cualquier otra.
Retrato ultradetallista de la sociedad rumana, ‘Sieranevada’ navega por múltiples senderos expresivos: (des)organiza el absurdo cotidiano con el ingenio de Berlanga, radiografía hostilidades con la precisión de Haneke, juega con las puertas que se abren y cierran con el brío de Lubitsch y es capaz de desvelar secretos de un matrimonio con la inteligencia y emotividad de Bergman. Y todo ello echando mano de la inagotable cantera de maestros de la interpretación de la que se nutre el cine rumano. Resulta escalofriante imaginar el tiempo y esfuerzo que debe haber invertido Puiu en la escritura, preproducción y puesta en escena de esta compleja sinfonía de rituales y aflicciones.
Manu Yáñez, Fotogramas
Puiu utiliza durante muchos minutos del metraje largos planos secuencia que siguen la evolución de las discusiones de sus protagonistas en el interior de una casa, a modo de un interminable sainete rumano que en demasiados instantes no parece trascender la esencia del teatro filmado. El uso de estos planos que pretenden actuar a modo de mirada natural del espectador acaba en realidad ahogando la puesta en escena.
Son los actores y el texto de sus diálogos los que consiguen darle una gran entidad narrativa a la obra, alcanzando una dimensión global temática desde lo concreto y personal. Ahí es donde brilla Sieranevada, transitando desde lo trágico a lo patético o inesperadamente ocurrente. Con esas herramientas la elaboración de cómo afecta la mentira a la concepción y el punto de vista de nuestro microuniverso emocional abre camino a horizontes mucho más ambiciosos.
Ramón Rey, VOS Revista
Sieranevada se encuentra a medio camino entre La muerte del señor Lazarescu (2005) y Trois excersises d’interpretation (2012), excelente obra sustentada en el trabajo con los actores que pasó injustamente desapercibida. El peso recae de nuevo en el poder de la palabra, tanto para reflejar las nimiedades que condenan a los personajes como muy puntualmente para liberar sus sentimientos profundos. Pese a construirse como una opresiva pieza de cámara, la película evita la teatralidad. La lente de Puiu sigue inquieta, con planos largos, los movimientos de esa familia envuelta en la tirantez y la desazón de su propio vacío. Sieranevada expone implacablemente y con una comicidad afilada esa sociedad para la que las creencias y las ideologías del pasado han muerto definitivamente.
Javier Estrada, Caimán cuadernos de cine
Rester Vertical
Sexo filmado de forma explícita y en diversas variantes incluyendo el prodigio de un hombre mayor que practica su eutanasia mientras está penetrando a otro señor. El guionista sigue paseando por el campo a solas o acompañado, pero cada vez más destruido. Aparecen todo tipo de delirios, pero al igual que con la rumana sigo sin entender nada, qué demonios ha pretendido contar el director. Sospecho que él tampoco lo sabe, pero deja claro en cada plano que se considera un autor. Y por mi parte sigo alucinando en plan chungo.
Carlos Boyero, El País
La película cuenta la historia de un cineasta, o algo parecido, obsesionado con su propia obsesión. Por eso, y por los lobos, y por las casas perdidas en el campo, y por los jóvenes que pasean por las cunetas de las carreteras, y por los vagabundos. El objetivo quizá es desestabilizar la mirada del espectador hasta hacer que pierda, precisamente, el sentido de la verticalidad. El resultado es una obra imperfecta, desenfocada y tan sucia que, por momentos, no queda otra que rendirse. Al final, el acto de amor como último recuerdo forzado deun suicidio por veneno desconcierta tanto como irrita, provoca la risa y hasta emociona. En efecto, cuesta mantenerse en pie.
Luis Martínez, El Mundo
Guiraudie retoma el que parece su tema favorito –los misterios del deseo– pero lo hace en dirección opuesta a la excelente «El desconocido del lago», que hace tres años causó sensación en Cannes. A la precisión narrativa de aquel thriller en cueros, perturbador como pocos, se le opone la voluntaria dispersión de ésta, acorde con las dudas de un caballero andante plenamente contemporáneo, que, sin un euro en los bolsillos, pretende salvar a una damisela en apuros que no quiere ser salvada, se resiste a sucumbir a los flirteos de un ogro solitario, asume la paternidad con intermitente interés y ayuda a morir a un viejo cascarrabias sodomizándolo en plena agonía, en una escena filmada con una extraña mezcla de ternura y exhibicionismo.
Sergi Sánchez, La Razón
Dándole vueltas al visionado de Rester Vertical tras la proyección de la mañana, pensábamos en qué es lo que se esconde realmente tras las imágenes de Alain Guiraudie. Personalmente pensaba en El Quijote, tengo la impresión que los protagonistas de sus películas comparten con el Caballero de La Mancha un hecho fundamental: su mirada idealista sobre el mundo en general y sobre una soñada Arcadia rural, al menos en cuanto esto supone un alejamiento de una poco agradable vida urbana. Esta visión idealizada y su conflicto al confrontar con la realidad suponen, a mi entender, la piedra de clave sobre la que se asienta el edificio fílmico del director francés.
Martín Cuesta, VOS Revista
Guiraudie construye una fábula ambiciosa, con momentos desconcertantes y absolutamente brillantes, como una peculiar escena de sexo anal convertida en la frontera entre el deseo y la muerte, pero también lleva su reflexión hacia un determinado sentido político. El mundo rural está amenazado por los lobos que quieren eliminar y destruir la inocencia, la sensualidad, la vida salvaje y noble. Ante la amenaza de los lobos solo queda una solución continuar permaneciendo rígidos. Rester vertical.
Ángel Quintana, Caimán cuadernos de cine
Rester vertical muestra el florecimiento de una amistad entre dos personajes que no parecían ser afines: Leo y un anciano aficionado a escuchar a Pink Floyd a volumen ensordecedor. El punto climático de su relación (y primera escena potencialmente escandalosa de este Cannes) se convierte también en la quintaesencia de la masculinidad que retrata el film: abandonada y condenada a morir en cuanto la flacidez se apodera del cuerpo, aniquilando esa verticalidad que el título del film convierte en juguetona polisemia.
Manu Yáñez, Fotogramas
Money Monster
La veo con atención, sin mirar el reloj, paso un rato aceptable. En el guion hay cosas que me suenan a déjà-vu, alguna situación inverosímil y otras previsibles. Pero también es una película con tensión, bien narrada, lo cual es muy de agradecer después de haber sufrido tanto tedio.
odie Foster describe en ella lo que puede ocurrir cuando un chaval desquiciado que ha perdido en la Bolsa la poca herencia que le había dejado su madre asalta armado con bombas y una pistola el estudio de televisión donde se graba un programa muy popular sobre las inversiones económicas. Pide justicia y que le expliquen los mecanismos del engaño, ya que se ha esfumado su dinero después de ofrecerle desde la pantalla del televisor todo tipo de seguridades.
Todo ello es muy actual aunque sospecho que los bancos siempre se han dedicado a lo mismo.
Carlos Boyero, El País
Su presencia en la Croisette se debía a Money monster, la película dirigida por Jodie Foster que tiene al propio Clooney y a Julia Roberts como protagonistas. Digamos que la cinta es un producto tan homologadamente rutinario que alguno podría incluso preguntarse por el sentido de su presencia en Cannes.
Pese a ello, a pesar de lo vulgar de la propuesta, la cinta posee cuento menos el privilegio de dar de qué hablar. Básicamente, se trata de la historia de un pobre hombre, además de pobre, que un buen día decide seguir los consejos de un personaje favorito de la tele (Clooney). Éste es la figura de un informativo de economía muy peculiar que analiza las acciones, las tendencias y que repite constantemente las palabras «Dow Jones».
Luis Martínez, El Mundo
«Money Monster» es una mezcla entre «Network» y «La gran apuesta», sin la visión de futuro de la primera ni las pretensiones pedagógicas de la segunda. Por un lado, quiere levantar acta de cómo los «infoshows» se han convertido en el signo de identidad más característico de las parrillas de programación. (…) Money monster, es tan protocolaria que da casi en triste.
El problema de la película es que la presunta tensión dramática de su premisa nunca llega a manifestarse. Es demasiado evidente que Kyle es un pardillo que no mataría ni a una mosca, nunca emana peligro de sus amenazas. A ello se añade el recuerdo de películas como «Mad City» o «Tarde de perros». Foster intenta compensar esta falta de originalidad yendo al grano, no pierde ni un minuto en poner en marcha el cronómetro, y disfraza el relato de una urgencia y un nervio que entretienen pero no informan. Es decir, no aporta nada nuevo a ese argumento universal, tan americano, que enfrenta al individuo contra el sistema, más allá de que su discurso sea menos positivo de lo que puede esperarse de una producción «mainstream». En cierto modo, «Money Monster» peca de lo que intenta criticar: cree estar informando cuando lo único que hace es entretener.
Sergi Sánchez, La Razón
Money Monster utiliza las repercusiones de la súbita caída en bolsa de una exitosa empresa ficticia de inversiones para disponer narrativamente todos sus recursos de forma clara y honesta en sus intenciones desde el principio. (…) Una situación de partida típica del género, que evoluciona desde dentro pero también fuera, dando pie a un desarrollo que abarca los temas de la responsabilidad corporativa pero también la personal, la falta de transparencia del sistema en el que se confía los engranajes de la economía pero además la ausencia de un cuestionamiento adecuado del mismo desde los medios.
Y aunque esa naturaleza de cine de entretenimiento sin complejos está presente de principio a fin, no renuncia a incomodar a quienes está dirigiendo directamente su mensaje y destacar el eslabón más importante de esta cadena: todos nosotros, por no ser capaces de actuar ante los desequilibrios e injusticias ni de superar la indolencia crónica ni el interés pasada la emisión o el trending topic del momento.
Ramón Rey, VOS Revista
Siguiendo los dictámenes de toda resolución claramente maniqueísta, Jodie Foster busca otro culpable y encuentra un ser corrupto. El culpable individual crea una respuesta a la pregunta y Money Monster deja de carecer de ningún tipo de misterio. En su último trabajo ensayístico, Javier Cercas habla de la existencia de un punto ciego en las grandes obras que acaba mostrando la complejidad de la vida, que acaba certificando que en la gran literatura nunca puede haber soluciones sino únicamente preguntas. En Money Monster no existe este punto ciego. Todo es marcadamente evidente, incluso el juego con la metaficción televisiva aparece descafeinado y no va más allá de la espectacularidad más convencional, del deseo de crear un suspense a partir de las leyes más bajas del género.
Ángel Quintana, Caimán cuadernos de cine