En una entrevista en el festival True/False de Columbia, el realizador Joshua Oppenheimer comparaba su díptico The act of killing y La mirada del silencio con el cuento infantil de Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador, en el que todo un pueblo finge ver la tela que unos estafadores le han hecho creer a un hombre que lleva puesta, cuando en realidad va sin ropa. Algo parecido ocurre en Indonesia con el genocidio que tuvo lugar tras el golpe de estado que dio el ejército en 1965, en el que se asesinó en un año a más de un millón de personas, acusadas de ser comunistas: todos saben lo que pasó, pero hay una conspiración silenciosa de no hablar de ello, en la que todo el mundo está implicado. No se lucha porque los errores no se vuelvan a repetir, sino que se crea el miedo constante a que puedan volver a repetirse. Y antes que eso pase, es mejor fingir un falso estado de bienestar. Oppenheimer ve sus documentales como el niño que grita que el emperador va desnudo; en el momento en que alguien reconoce y enfrenta la realidad, se empiezan a abrir los ojos de los demás.
De ver más allá trata precisamente La mirada del silencio, secuela de The act of killing, o más bien, su contrapunto. Una y otra se reflejan como en un espejo, mostrando un lado y otro de la misma realidad. The act of killing estaba configurada a través de la recreación ficticia de algunos de los crímenes del genocidio por parte de sus propios artífices, quienes, creyéndose protagonistas de un filme de ficción, los exhibían con orgullo y sin culpa. Ellos ven estas acciones de forma distorsionada, borrosa, y según una interpretación puramente personal. En La mirada del silencio, Adi, el protagonista, es un oculista que día a día tiene que relacionarse y examinar a aquellos que mataron a su hermano, cuyo asesinato fue uno de los más brutales de su región. Oppenheimer anima a Adi a que, durante las revisiones, enfrente a esos hombres con sus acciones. Una película que apela a algo tan difícil en esas circunstancias como es el diálogo, ya que los cuestionados se muestran claramente incómodos y molestos ante las preguntas.
Como ejercicio cinematográfico, La mirada del silencio, ganadora del Gran Premio del Jurado el año pasado en Venecia, es más directa que The act of killing, no suaviza los efectos de las confesiones con ningún recurso como podía ser el metalenguaje. Su fuerza radica en las conversaciones, mostradas desde una sencillez formal (básicamente, la utilización del paneo) que podríamos decir que hacen que la película se sienta menos construida o “manipulada” (léase esto sin un sentido negativo). Oppenheimer opta por recrearse mejor en la observación de la intimidad de la familia del protagonista (sus hijos, y sobre todo sus padres), con una mirada (nunca mejor dicho) pictórica, preciosista, no lejos de cierto exotismo extranjero, que en volver a tratar de conseguir imágenes del genocidio. Las consecuencias del mismo ya se ven en quienes lo vivieron, y en este sentido, el director se muestra impasible, e incluso más explícito, que en The act of killing, dejando que el filme funcione por sí solo.
Por tanto, si su anterior película despertó un debate en torno su ambigüedad moral, en La mirada del silencio Oppenheimer se erige ya claramente como uno de los principales representantes del documental comprometido plenamente con una causa, la del no olvido. Si los interrogados en la película afirman obstinadamente “El pasado, pasado está”, mientras se escudan en una autodefensa que les separa de la realidad de lo que fue aquella barbarie, Oppenheimer recuerda no solo no está pasado, sino que influye directamente en cómo se vive actualmente en Indonesia. Una hazaña más que considerable en un país con unos defectos ópticos casi imposibles de corregir, miope ante sus propios problemas.
Ficha técnica:
Título original: The Look of Silence Director: Joshua Oppenheimer Guión: Joshua Oppenheimer Música: Seri Banang, Mana Tahan Fotografía: Lars Skree Reparto: Documental Distribuidora: Avalon Fecha de estreno: 10/07/2015