Perdiendo al norte – Los ocho apellidos del landismo | La Cabecita

Pelicula PERDIENDO EL NORTE de Nacho G.Vililla Produccion Aparte

Uno de los males del éxito es la imperiosa necesidad de ser plagiado de manera incansable, repetir la fórmula con todas sus variantes posibles para tratar de repetir el éxito soñado. No ha tardado el cine español en mirar al rotundo triunfo de Ocho apellidos vascos y probar a repetir la fórmula. Perdiendo el norte es buena muestra de ello. Si aquella era una comedia sobre la España de contrastes, aquí se aumenta la fórmula, probando, en esta ocasión, a hablar de la Europa de contrastes. Aprovechando la emigración española a Alemania, la película trata de marcar las diferencias entre dos sociedades tan distintas, con la excusa de una romcom de fondo. El problema de intentar plagiar el éxito, es que casi siempre se trata de hacer de una manera absolutamente artificial, no, no se para uno a estudiar los motivos por los que un producto funcionó a la perfección, y en Ocho apellidos vascos había muchas cosas a tener en cuenta que aquí no se repiten (empezando por la agudeza de su guión, o el tono irónico con el que trataba a esos estereotipos tan cercanos), sino a tratar de copiar la capa superior, la más superficial, sin importar que lo que estuviera debajo fuera realmente la clave de su éxito.

 En Perdiendo el norte, dos chavales, un científico y un licenciado en economía, tras el cierre de la empresa en el que trabajaban, decidirán hacer las maletas y partir a Alemania, con la promesa del trabajo soñado. Si bien, cuando lleguen allí, verán que la cosa no es tan bonita como la pintaban. No solo les resultará imposible encontrar un trabajo acorde a su cualificación, sino que además acabarán limpiando una cocina para poder subsistir en el país germano, algo muy lejano a la acomodada vida que estaban acostumbrados a vivir.

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Es inevitable acordarse de ¡Vente a Alemania, Pepe!, la popular comedia dirigida por Pedro Lazaga viendo Perdiendo el norte, al fin y al cabo su director sabe la proximidad de ambas obras, y tiene siempre presente la película protagonizada por Alfredo Landa a la hora de realizar ésta, guardando incluso referencias directas, y es que solo así podemos entender que José Sacristán se deje ver por aquí, ya que a fin de cuentas, su personaje en esta película no parece ser más que la conclusión del Angelino al que daba vida en la película de Lazaga. El problema de Perdiendo el norte reside en su falta de contextualización, algo de lo que ya pecaba Nacho G. Velilla en Fuera de carta, su anterior filme. Podemos entender la película de Lazaga dentro del contexto en el que se filmó, y es más, me resulta una película bastante divertida dentro de su inherente casposidad. En el marco histórico en el que estaba filmada ¡Vente a Alemania, Pepe!, uno entiende que una película tuviera como rancio mensaje el “como en España en ningún sitio” y que pasease con orgullo el costumbrismo español ante la frialdad alemana. Pero ahora no. Del mismo modo que el ensalzamiento máximo del estereotipo homosexual en Fuera de carta no me resultaba nada divertido, lo mismo me ocurre con una película que en pleno año 2015 trata de pasear con orgullo lo garrulos que pueden llegar a ser los españoles, y aunque esté enmarcada en un cierto cuadro crítico a la crisis económica que está atravesando España, jamás acierta a lanzar esta crítica con la destreza que debería hacerlo.

Al final todo queda a expensas del chiste, de que éste sea gracioso, y aunque un par de veces llegue a reírme, sobre todo cuando la película menos se corta, y más se atreve a lanzar la puya, al igual que ocurre con todo lo que la rodea, hay en ella un sabor realmente rancio que ni siquiera un buen elenco de actores secundarios, entre los que están un Javier Cámara con un estrafalario peluquín y una casi siempre estupenda Carmen Machi, consiguen salvar una película en la que siempre están demasiado perdidos. Y es que el problema de Perdiendo el norte se encuentra en todas las capas. No funciona su prisma, ni tampoco su humor, la pareja protagonista a la que dan vida Yon González y Blanca Suárez simplemente no funciona, él es un actor más bien soso y parece que nunca alcanza a entenderse con Suárez. El personaje al que da vida Miki Esparbé es uno de los más cargantes que me he encontrado en mucho tiempo, y para colmo, pocas veces Julián López había estado tan poco divertido.

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¿Cuál es el problema? Sencillamente el de tratar de copiar, sin saber muy bien cómo. Si en Ocho apellidos vascos la película se reía de los tópicos creados por la sociedad, ésta se basa en ellos como fuerte de su humor. Si en aquella, los conflictos de la historia de amor entre Rovira y Lago provenían de unas diferencias políticas insalvables, aquí todo se limita a la historia de chico pijo y chica rebelde. Y así, en un sinfín de similitudes mal llevadas. No, Ocho apellidos vascos no era una gran película, pero tampoco le hacía falta, era una comedia de lo más divertida, suficientemente sensata y aguda y, sobre todo, contemporánea y consciente de su tiempo. Pero Perdiendo el norte es rancia y está obsoleta, y para ver el mismo patrón que en ¡Vente a Alemania, Pepe! me quedo con la casposidad de aquella, que al menos tenía a un Alfredo Landa que como siempre, estaba en estado de gracia.

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Ficha técnica:

Título original: Perdiendo el norte Director: Nacho G. Velilla Guión: Antonio Sánchez, David S. Olivas, Oriol Capel, Nacho G. Velilla Música: Juanjo Javierre Fotografía: Isaac Vila Reparto: Blanca Suárez, Julián López, Yon González, José Sacristán, Miki Esparbé, Úrsula Corberó, Malena Alterio, Javier Cámara, Carmen Machi, Alberto Chicote, Arturo Valls Distribuidora: Warner Fecha de estreno: 06/03/2015