Nos encontramos en el tramo final del Festival de Venecia, que está dejando un buen sabor de boca (con excepciones). Gracias a los críticos hemos podido apuntar varios títulos para la próxima temporada. En la jornada anterior, destacaba Cybeline, adaptación moderna de la obra desconocida de William Shakespeare dirigida por Michael Almereyda, que ya lo intentó con Hamlet en el año 2000 aprovechando el tirón de Romeo + Julieta de Lurhmann, dejando un sabor agridulce. La directora Sabina Guzzanti continúa desenmascarando la política italiana después de ¡Viva Zapatero! con la excelente La trattativa, y la francesa Alix Delaporte se presentaba con una película correcta sobre la adolescencia, Le dernier coup de marteau.
Cybeline
Cymbeline’ (es decir, ‘Cimbelino’ en castellano) recupera la obra del Bardo (ni tragedia ni comedia, sino romance) en un Nueva York furiosamente moderno. Como el ‘Coriolanus’, de Ralph Fiennes, o el ‘Mucho ruido y pocas nueces’, de Joss Whedon. Esta vez, sin embargo, sea por lo forzado que resulta convertir el argumento laberíntico en un drama ambientado en un decorado de John Carpenter, sea por lo ruidoso de la transcripción al ‘americano’, el resultado es un caos tan olímpico como finalmente pretencioso.
El texto, una historia de engaños, traiciones, enfrentamientos y tragedia, es adaptado al pie de la letra. Los personajes recitan los versos de la obra mientras lucen chupas de cuero, pistolas y gadgets de Apple, lo cual le aporta el mismo toque anacrónico que Baz Luhrmann le imprimió a su ‘Romeo + Julieta de William Shakespeare’ pero intercambiando el inconfundible toque kitsch del australiano por un insípido tono naíf oportunamente personificado en la delicada gestualidad de Dakota Johnson.
El principal problema de la cinta radica en que si se opta por adaptar el texto de Shakespeare al pie de la letra siguiendo los códigos del thriller de gánsteres, o vas a por todas o no vayas, es decir, no hay medias tintas que valgan. La apuesta formal de Almereyda se pierde entre una dirección plana y sin fuerza, unos actores que, salvo Ed Harris y Ethan Hawke, no le imprimen la lírica adecuada que requieren los versos de Shakespeare, y una indefinición tonal que explota en una catarsis colectiva final irrisoria.
Es un producto estándar, desaprovechado. Un film que parece exclusivamente pensado para adolescentes, habiendo contratado a los actores del momento, actores que transmiten estar más preocupados por recitar correctamente sus versos que por acompañarlos de expresión facial, corporal.
Un film impersonal, desequilibrado en sus actuaciones y que no arriesga en absoluto. Un producto para teenagers que lo único nuevo que aporta es la adaptación de esta más desconocida obra de Shakespeare que es Cymbeline.
Arantxa Acosta (Cine Divergente)
La trattativa
En ‘La trattativa’, Guzzanti emplea una sugerente forma de cine híbrido situado dentro de los límites de la docuficción. Con la narcisista directora en el rol de maestra de ceremonias, el film entrecruza material de archivo, entrevistas a magistrados y testimonios de los acontecimientos relatados, y reconstrucciones ficcionales de algunos tragicómicos episodios –en algunos de los cuales Guzzanti aparece caracterizada como Berlusconi–. Los fragmentos ficcionados tienen su miga. En primer lugar, porque transcurren en un desnudo escenario semiteatral en el que un reducido grupo de actores se encarga de interpretar a todos los personajes, evocando las tesis de Bertolt Brecht. Y luego, en segundo lugar, porque introducen en la devastadora crónica de los acontecimientos un eléctrico deje satírico que imprime todavía más fuerza al conjunto. Muchos son los episodios memorables de esta película incisiva y certera, pero pocos se pueden comparar con el momento en que Guzzanti le pregunta a un mafioso que prefiere permanecer en el anonimato si Berlusconi habría sido aceptado en la Cosa Nostra. ¿La razón para la respuesta negativa del mafioso? ‘Demasiado “Bunga Bunga”’, término con el que se conocían las fiestas sexuales de Il Cavaliere.
En un juego entre ‘pirandelliano’ y simplemente agrio, la realizadora de la torpemente ingenua ‘¡Viva Zapatero!’ (qué tiempos), se descubre ahora como una puntillosa y muy aguda fabricante de catástrofes: una catástrofe llamada Italia. Entre la imagen real y la dramatizada, lo que surge tras hora y media de proyección es un autopsia escalofriante de un país entero. Y en medio, los cadáveres de los jueces Falcone y Borsellino. Y en el fondo, Berlusconi. Y así.
Fuera de competición, la película italiana ‘La trattativa’ de la directora Sabina Guzzanti, fue una pequeña grata sorpresa al presentar una realidad que para muchos está escondida. Se trata de un docudrama (parte documental y parte ficcionada) sobre las relaciones que mantuvieron el estado y la mafia italiana en la llamada época «stagione delle bombe» entre 1992 y 1993 que saca a relucir los trapos sucios de aquellos años. En su parte documental, la cinta es un excelente documento periodístico a modo del programa de La Sexta, ‘El objetivo’, y, en su parte ficcionada representada por actores profesionales, se trata de una sátira política en la que la directora critica al estado italiano de haber negociado con la mafia para ocultar a los ciudadanos las pruebas de numerosos asesinatos perpetrados por la llamada Cosa Nostra.
Innumerables son las virtudes por las cuales «La Trattavia» es un documento que merece ser elogiado y venerado. Desbordadamente sátirica en su tono, detalladamente rigurosa en su discurso, peculiarmente original en su puesta en escena y definitivamente virtuosa en su edición, tanto como en su realización, la directora de «Viva Zapatero! vuelve a poner el dedo en la llaga apuntando con certero objetivo, tanto a la Cosa Nostra como al partido político liderado por el Cavaliere, Forza Italia!.
Le dernier coup de marteau
La película, dirigida por la realizadora francesa Alix Delaporte, pretende capturar de forma sensible y respetuosa la difícil realidad de un chico que vive en una autocaravana junto a su madre enferma de cáncer. Sin embargo, la buscada transparencia del filme se ve trastocada por una alarmante sobredosis de metáforas visuales y narrativas. A un nivel formal, Delaporte parece situarse entre el neo-neorrealismo de los hermanos Dardenne y el plácido naturalismo de Mia Hansen-Løve, aunque sus ganas conducir emocionalmente al espectador sobrepasan claramente su capacidad para alimentar el halo misterioso del relato.
Delaporte se maneja con pulso entre los silencios. Su intención es rastrear los mecanismos de la emoción sin dejarse impresionar por el sentimentalismos. Si se quiere, una película inimaginable sin el concurso previo de los hermanos Dardenne. Delicada, emotiva, sencilla.