Festival de San Sebastián – Día 1 | La Cabecita

El primer día del 62 Festival de San Sebastián empezaba fuerte: Bruno Dumont y su P’tit Quinquin, una miniserie de 200 minutos, daban el pistoletazo de salida a las proyecciones de esta edición. Aunque fueron muchos los que esperaron a la proyección de la película inaugural de este año, The Equalizer de Antoine Fuqua, para dar realmente por iniciado su festival. Mommy de Xavier Dolan y La isla mínima de Alberto Rodríguez completaron un día de gran nivel en el que destacó, especialmente, la película de Dolan. 

The Equalizer – El hombre que podía con todo

Equalizer

Antoine Fuqua sabe cuál es su género. Durante los últimos años ha demostrado con sus proyectos que siente especial predilección por el cine de hostias y explosiones. Y con The Equalizer no iba a hacer la excepción. Después del éxito cosechado con Objetivo: La casa blanca (de la que ya se está preparando una segunda parte) el director de Training Day nos trae a la gran pantalla a El justiciero, ese hombre con espíritu de superhéroe al que dio vida allá en los 80 Edward Woodward y que ahora retoma Denzel Washington. La película nos cuenta la historia de Robert McCall, un antiguo agente de la CIA que abandona su retiro para ayudar a Teri, una joven en manos de la mafia rusa. Esto termina despertando en él un renovado deseo de justicia.

The Equalizer es una de esas muchas películas de acción que no te piden que te las creas sino que las disfrutes. Una película consciente de sí misma, que sabe que está destinada al entretenimiento pasajero y que lo mejor que puede hacer es ofrecer buenas dosis de acción al espectador, por eso se agradece que no dé más importancia de la necesaria a muchas historias secundarias, como la del personaje de Chloë Grace Moretz, Teri, que lejos de convertirse en el motivo de la película actúa únicamente como detonante.

Las escenas de combate brutalmente ejecutadas y los momentos de humor perfectamente encajados hacen que el visionado de The Equalizer sea, cuanto menos, llevadero. Estos dos componentes elevan la película por encima de las de su mismo género, a pesar de que adolece de algunos problemas de ritmo debido a su larga duración, y es que algunas escenas están deliberadamente alargadas y pueden llegar a resultar cansinas. Aún así es difícil no romper a aplaudir cuando Fuqua se centra en la acción pura. Y para que todo esto funcione es necesario un actor con presencia, que llene la pantalla por sí sólo, y ese actor es Denzel Washington, quien se ajusta a la perfección a ese personaje tan seguro, frío y calculador que es El justiciero.

La película se postula desde el principio como una cinta de acción destinada al mero entretenimiento, que consigue despuntar por unas geniales escenas a cámara lenta que dan pie a los vítores del público. Porque al final no importa que nada tenga lógica, lo que importa es que este Sherlock Holmes contemporáneo al que da vida Washington esté en el lugar y en el momento oportuno para imponerse a unos malos a los que sólo les falta la cicatriz en la cara.

Mommy – La cumbre más alta de Xavier Dolan

Mommy

Se llevó el premio del jurado de la pasada edición de Cannes, multitud de elogios por parte de prensa y público y un gran aplauso en el pase en San Sebastián. Y no es para menos.

Acostumbrados como nos tiene a la histeria, el color, la música, el ritmo y la grandilocuencia, Xavier Dolan no se ha descuidado con Mommy y mantiene sus señas de identidad intactas, aunque esta vez las eleva más alto aún de lo que voló con Laurence Anyways, tan alto que da vértigo lo dura que puede llegar a ser la caída, planeando sobre los cimas peligrosas que han condenado, a partes o al todo, a algunas de sus anteriores películas.

Pero el estado de gracia en el que queda patente que se encuentra Xavier Dolan nada más comenzar la película continúa casi ininterrumpidamente hasta el final. La cantidad de escenas memorables, en el más amplio sentido de la palabra, es casi ilimitada. Oscila con igual gracia entre el drama más doloroso y la catarsis, la felicidad más absoluta, que transmiten sus protagonistas, realmente inmensos los tres, de forma envidiable de principio a fin.

Una banda sonora muy actual que encaja brillantemente y una fotografía arrebatadora redondean el ya de por sí sorprendente montaje. Sorprendente es también el formato en el que está rodada, en forma rectangular que fue recibido con escepticismo pero que tiene su causa en lo que pasa en la pantalla. Es una película, a todas luces, muy arriesgada.

Pero el director apuesta y gana en la única cinta de su filmografía que no trata la homosexualidad, aspecto que de un modo u otro aparecía en sus anteriores trabajos y por el cual se llegó a decir que estaba encasillado. Es en toda regla un golpe sobre la mesa que ha dejado con la boca abierta a todos sus seguidores y gran parte de sus detractores. Mommy es la mejor muestra de lo que puede conseguir Xavier Dolan en el futuro y a la vez de lo que ya ha conseguido. Tiene 25 años y ésta es su opera magna. Y todo apunta a que dejará de serlo muy pronto.

La isla mínima – La grandeza del thriller

La isla minima

Alberto Rodríguez se ganó el beneplácito de crítica y público cuando estrenó en 2012 Grupo 7, un drama policiaco que, aún con sus fallos, resultaba realmente entretenido. Tras los buenos datos conseguidos, Rodríguez se enfrentaba al complicado reto de superar las expectativas del público, pero también al de superarse como cineasta. ¡Y vaya si lo ha hecho! En La isla mínima Rodríguez nos traslada a los años 80 para contarnos la historia de dos policías, ideológicamente opuestos, que deben enfrentarse a un complicado caso: dos hermanas han desaparecido en un remoto pueblo de las marismas.

La mayor virtud de La isla mínima es que desde el principio te embulle en su historia, en su mundo. La atmósfera que consigue crear Rodríguez te atrapa por completo y antes de que puedas darte cuenta estás atrapado en un mar de sospechas, desconfianza y mentiras. La película avanza de manera compleja, paso a paso y dando una gran importancia a los pequeños detalles. Y a esa buena historia hay que sumarle una factura técnica impecable, porque La isla mínima está plagada de secuencias que poco o nada tienen que envidiar a las grandes superproducciones hollwoodienses (la persecución que protagoniza Rául Arévalo en coche es sencillamente brillante). Los planos aéreos, la preciosa fotografía, que nos traslada tan fácilmente a los bosques de Louisiana de True Detective (con la que además guarda otras similitudes) y la notabilísima dirección de Rodríguez convierten a La isla mínima en una película imprescindible de nuestro cine. Por su parte, Rául Arévalo y Javier Gutiérrez están impecables interpretando a una de esas parejas formada por personalidades radicalmente opuestas que se complementan a la perfección.

No obstante, y aunque la película tiene un tramo final intensísimo y magistralmente rodado, el final puede saber a poco a muchos. La cinta se desarrolla manteniendo siempre un nivel de complejidad constante, y quizá en el último tramo peca de simplista. Aunque no por ello deja de ser una gran película, porque nadie podrá poner en duda que esta es, sin duda alguna, una de las mejores propuestas españolas que se han hecho en los últimos años. 

Crónica escrita por Beatriz Bravo y Guillermo Martínez