No me había acercado al cine de Valérie Donzelli hasta que se estrenó su anterior película, la fascinante Declaración de guerra, aquella era un ejercicio completamente libre de cualquier estilo cinematográfico, una película anárquica y poderosa llena de corazón que acercaba su alma al de las películas de la nouvelle vague y especialmente al cine de Jacques Demy, para el que guardaba algún clarísimo homenaje. Basada en su propia historia, Donzelli nos acercaba a una pareja abogada al fracaso desde el principio, no en vano sus protagonistas recibían de herencia shakesperiana los nombres de Roméo y Juliette. Ambos se enamoraban, eran felices y tenían que aprender a afrontar la enfermedad de su hijo, una enfermedad mortal, que a la realizadora no le importaba demasiado, de hecho, ya en los primeros compases de la película nos contaban como su hijo se salvaba. Porque la historia no estaba en la enfermedad de éste, si no en como esa pareja debía luchar para permanecer juntos en un momento tan complicado. Y nos daba la información necesaria para que el espectador no desviase la atención. Algo similar a lo que intentó, fracasando rotundamente, el belga Felix Van Groeningen en la insulsa Alabama Monroe. No, aquella intentaba contar lo mismo, pero carecía de alma, entregándose al melodrama barato de la misma manera que Donzelli lo había evitado.
Tenía curiosidad por seguir los pasos de esta joven realizadora francesa que me sorprendió tan gratamente con anterioridad, que su nueva película Main dans la main (algo así como Cogidos de la mano) se estrenase dentro de la Sección Atlas del Atlantida Film Fest era la ocasión perfecta para observar en qué dirección seguía su cine, con una historia, que presupongo, tiene mucho menos de personal que su anterior trabajo. Por desgracia, y aunque bien es cierto que muchos de los factores estéticos y anárquicos que me fascinaron de su anterior trabajo siguen presentes en este nuevo proyecto, la ejecución de los mismos no podía ser más errática. El ejercicio fílmico cuyas raíces están claras y beben a lo largo de toda la existencia del cine francés, desde los ya mentados Demy o la nouvelle vague que aparecían en su anterior trabajo, hasta incluso el humor mudo y delirante de Jacques Tati, resulta tan gratificante a la hora de conocer sus referencias, como carente de sentido a lo largo del metraje, dejando en ella una sensación de plasticidad completamente vacía. Una capa estética que araña la superficie sin llegar a transportarse a lo hondo de sus entrañas.
La historia que creo que me quiero contar Donzelli, y digo creo, porque está narrada de una forma completamente pésima que lo único que consigue es alejarme constantemente del relato, es una historia de amor entre un bailarín y su profesora de danza. Estos dos seres, aunque pretende alejarse el uno del otro, sienten que no pueden separarse el uno del otro, como si algo les atrajese entre sí. El problema de esta historia que podría haber dado juego a algo mucho más interesante es la forma de la que la realizadora la trata, como una gran mamarrachada realmente boba, con un tono de comedia absurda y esperpéntica llena de interludios delirantes que se suponen que deben atraer la carcajada a la mandíbula del espectador. Pero lo único que producen es un rechazo sistemático ante un universo completamente ilógico y nefastamente abordado. Esto es algo que dilapida completamente las buenas intenciones que la película pudiera tener en primera instancia, abogándola al fracaso, creando verdadera repulsión por sus personajes y hasta por esa historia de amor, de temática tan sugerente pero que se ve arrastrada al abismo por la personalidad de dos personajes que resultan francamente estúpidos.
La completa desconexión que la película me obliga a ejercer, hace que durante sus afortunadamente escasos 80 minutos, mi mente se evada, sin saber demasiado en qué punto se encuentran sus dos protagonistas, creando con ello un juego peligroso en el que no me interesa lo que me estaban contando y ya es tarde como para llamar mi atención en ningún pequeño momento para volver a reengancharme a esta historia, pese a esa belleza estética de la que película hace gala en todo momento y que llega a su punto álgido en un último acto en la ciudad de Nueva York. Main dans la main es un ejercicio fallido, la herencia francesa es innegable, los pensamientos de sus personajes me retrotraen al cine de Truffaut, sus interludios musicales me llevan a la cabeza al cine de Demy, sus disparatadas persecuciones tienen sabor a Tati. Pero el principal problema de Main dans la main, es que por mi cabeza pasan esos grandes nombres de la historia del cine, pero jamás soy capaz de sentirlos. Donzelli se limita a calcar lo que otros grandes hombres hicieron por su camino, olvidándose de su alma, de su esencia, ya sea prestada por ellos, o esa misma garra que la realizadora mostró en Declaración de guerra. Y estos argumentos no me sirven para disfrutar una película que desde su plasticidad sabe al gran cine de nuestros vecinos franceses, pero que por dentro no es más que un frasco de colonia vacío.