Cero en conducta es una de las cuatro obras que realizó Jean Vigo durante su corta carrera. El cineasta francés falleció a los 29 años de edad pero nos dejó al menos dos testimonios audiovisuales de una gran fuerza para la cronología del cine francés y del cine en general. Este mediometraje es la primera de sus dos obras maestras y cuenta la historia protagonizada por cuatro jóvenes alumnos en un internado y su alzamiento contra la institución que los tiene sujetos a un estricto régimen. La película de claros tintes autobiográficos (Vigo era hijo de anarquista y pasó parte de su infancia en internados), es un canto a la anarquía y a la rebelión y en su momento su estreno fue prohibido en Francia.
Jean Vigo inyecta un ritmo endiablado a esta historia de apenas cuarenta minutos de duración, juega con el lenguaje cinematográfico y logra una obra puramente visual y expresiva que coquetea con la fantasía y el surrealismo en algunos momentos. Una mirada a la infancia apasionada y salvaje, fresca y avanzada a su tiempo que sería homenajeada por ni más ni menos que el gran François Truffaut en su obra maestra Los 400 golpes.
La película guarda algunos momentos muy simpáticos como son la imitación que hace el supervisor Huguet (el único adulto que resulta simpático para los muchachos) de la forma de andar de Charles Chaplin. O también el momento en el que un alumno hace desaparecer un balón de sus propias manos, instante en el que Vigo juega con el montaje para tal hazaña, o que un dibujo cobre vida sobre el papel… Pero si hay una escena memorable por excelencia y que por motivos propios ha pasado a ser una de las más icónicas de la historia del cine, esta es la pelea de almohadas y el desfile de los niños a cámara lenta, que resulta sin duda el paradigma de lo que está representando Jean Vigo con la película. Destaca también como todos los adultos están caricaturizados en esta historia y ninguno sale bien parado, pues tenemos a un director de institución enano y con voz aguda, un supervisor incapaz de poner autoridad y sobrepasado por los niños con facilidad y finalmente un profesor de ciencias que se toma ciertas libertades con un alumno con melena…
En definitiva Cero en conducta es un filme que incluso después de más de 70 años sigue desprendiendo una fuerza y vitalidad que solo una obra tan eterna y fantástica como esta puede lograr. Inquieta, vitalista y revulsiva. Más necesaria que nunca en estos tiempos. Porque en cada colegio siempre debería haber un Caussat, Bruel y Colin. Y para un servidor una de las películas más ilustres en su representación, defensa y exaltación de la infancia, que seguro fue fruto de inspiración e imitación para muchos cineastas posteriores. Sin ir más lejos, la Nouvelle Vague le debe algo a Jean Vigo y a esta película.