Oslo, 31 de agosto – Tragedia o redención | La Cabecita

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Más vale tarde que nunca” es uno de los pocos refranes con los que suelo estar de acuerdo, y no tengo más remedio que abrazarlo para referirme al estreno en nuestro país de una muy estimable película… del año 2011. Saludemos su llegada a nuestras pantallas y hagamos votos para que su permanencia en las mismas no digamos que rivalice con la tardanza que ha tenido en aparecer por aquí, porque eso sería imposible, pero deseemos que no sea tan solo flor de un día o una semana.

Oslo, 31 de agosto es (tras Reprise, obra premiada en su momento en el Festival de Toronto) tan solo la segunda película del realizador noruego Joachim Trier. Respondiendo a la casi inmediata curiosidad, parece ser que sí, que hay un lejanísimo parentesco entre este chico y su cuasi-homónimo danés Lars von Trier, pero hasta ahí llega el parecido si hemos de juzgar por Oslo, 31 de agosto. Se trata de una obra sutil, contenida, punzantemente bella en su sobriedad. No son adjetivos estos -sutil, contenido, sobrio- que puedan aplicarse al inventor del Dogma, te guste o no la obra del danés.

Como el título explicita, la película nos traslada a la capital noruega a la altura del final del verano, y uno de sus grandes aciertos es precisamente la recreación de ese ambiente canicular de ciudad escandinava. Gracias a la espléndida fotografía de Jakob Ihre, casi podemos sentir la caricia del sol en los paseos de su protagonista por el centro de la ciudad, y el alivio que procuran las moderadas temperaturas del verano en el norte de Europa. Casi podemos percibir el contacto frío del agua cuando Anders, el protagonista, se sumerge en el pantano, o hasta oler el aroma a madera nueva de la oficina de la editorial. Son cuestiones estas que no son menores, dado que desde bastante pronto nos es dado saber la intención de Anders de poner fin a su vida, por lo que todas estas percepciones podrían ser las últimas que sensorialmente registra nuestro personaje. Desde temprano tememos que el lugar y la fecha que dan título al filme podrían indicar el sitio y el momento de la muerte de nuestro hombre… aunque conforme avanza la película alberguemos la esperanza de que esas coordenadas espacio-temporales definan en realidad, muy al contrario, un punto de inflexión positivo en la vida de Anders, arrasada por la droga, la nula autoestima, el daño infligido a sus seres queridos y la depresión. Toda la película viene a ser un contraste entre la sensualidad de la urbe que le rodea y el infierno interior que le carcome a lo largo de las apenas veinticuatro horas en que la acción se desarrolla.

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El otro gran acierto, además del guión del propio Trier con Eskil Vogt, es la ajustadísima interpretación de Anders Danielsen Lie que, en su omnipresencia, carga la película sobre sus espaldas. Se trata de una interpretación en línea con la contención de toda la película, ajena a cualquier vacuo histrionismo: un retrato discreto y sin embargo feroz de la depresión. Se trata de una actor que encarna en cada en cada movimiento de hombros, en sus gestos medidos, en sus sonrisas (las hay, y son más tristes que sus ojos permanentemente acuosos) todo el desvalimiento de la falta de horizontes. Anders (el actor se llama como el personaje) lucha contra su adicción a las drogas (así, en general: Anders le da a todo) con muy escasa convicción, sabedor de que el origen de su mal es más profundo y devastador. La adicción solo manifiesta el problema, pero no lo es.

A lo largo de esas veinticuatro horas seguimos a Anders en su día de permiso del centro de rehabilitación, que aprovechará para viajar al centro de la ciudad y visitar amigos y familiares, algunos de los cuales no quieren saber mucho de él, o quieren pero temen. Anders se ha convertido en un peligro para sí mismo y por consiguiente para los demás, o quizá la relación causa-efecto sea la inversa. Hay secuencias de una dureza casi inaguantable, como la  de la entrevista de trabajo. Hay otras de un costumbrismo que acarrea una carga dramática inopinada, como la escena de la cafetería, cuando un solitario Anders aguza el oído y entra en conversaciones privadas que son a la vez divertidas y ridículas, intrascendentes y perturbadoras. Y por supuesto está ese tramo final a través del cual Anders pasea por el filo del desahucio y de la redención, y quizá el saber que se trata del mismo filo constituye una de las ideas centrales de la película. Hay una chica, hay una piscina, hay un piano y hay un plano-secuencia final cuya pericia técnica está al servicio del argumento y que nos conmueve sin estridencias, sin tomarnos por tontos. Un plano secuencia, por tanto, cuya pericia técnica sirve precisa y exactamente para lo que tiene que servir. 

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Ficha técnica:

Director: Joachim Trier Guión: Joachim Trier, Eskil Vogt Música: Ola Flottum Fotografía: Jakob Ihre Reparto: Anders Danielsen Lie, Hans Olav Brenner, Ingrid Olava, Øystein Røger Distribuidora: Abordar Fecha de estreno: 16/01/2014