Aunque a priori no lo parezca, podríamos afirmar que Olivier Assayas lleva prácticamente toda su carrera cinematográfica realizando filmes fantásticos – atribuyendo tal adjetivo a dos de sus significados, el de aquello que destaca por sus cualidades extraordinarias y el de algo relacionado con la fantasía o lo irreal – pero que no parecen precisamente películas ilusorias ni plagadas de vampiros ni fantasmas. Si tanto en la hipnótica Irma Vep (1996) como en la majestuosa Clouds of Sils Maria (2014) el cineasta francés trataba la vampirización del séptimo arte por parte de la industria cinematográfica, y en la luminosa Aprés Mai (2012) presentaba los fantasmas de una revolución y unos ideales que se desvanecían con el paso del tiempo, en la alucinante Personal Shopper (2016) los fantasmas se vuelven por primera vez visibles, pero no por eso Assayas deja de ser tan sugerente, osado e inteligente como en todas sus anteriores películas.
Es importante reconocer primero el mérito de Personal Shopper por conseguir ser una película completamente atípica tanto a lo que el cine de género nos tiene acostumbrados (filmes cuya etiqueta genérica les obliga a pasar por una serie de tópicos propios del mismo) como también a lo que el cine de autor actual a veces parece desviarse (películas subyugadas a la etiqueta “de autor”, encandiladas por la “presunta obligación” de innovar y/o provocar). Kristen Stewart interpreta aquí a una desencantada personal shopper de una estúpida celebridad mientras espera una señal o manifestación de su hermano gemelo, recientemente fallecido. Assayas propone una suerte de juego de dicotomías entre lo visible y lo invisible, lo tangible y lo incorpóreo, pues prácticamente podríamos decir que son más visibles y accesibles los fantasmas que se le manifiestan a la protagonista que no otros muchos personajes como su novio a quien tan solo ve(mos) a través de skype o la famosa e irritante celebridad por la que trabaja.
Es un filme que trata en primera instancia sobre cómo superar la muerte, sobre cómo los fantasmas del pasado siguen estando presentes no solo en nuestro recuerdo. Pero aún se convierte en un filme más interesante y apasionante cuando un fantasma empieza a contactar con el personaje de Kristen Stewart a través de whatsapp (sí, whatsapp) pero sin rebelarle su identidad. Es en este instante cuando vemos que en realidad Personal Shopper es una película que trata sobre la inmediatez y la urgencia; la urgencia por responder, por establecer contacto, por enviar, por conectar… que es a la vez la urgencia por olvidar, por poder (y saber) pasar página tal y como lo hace el personaje de la cuñada
de la protagonista, quien sí ha sabido seguir adelante sin dejar de mirar atrás. El filme se reinventa constantemente, evitando caer en el desvarío o el despropósito que algunas escenas parecen rozar, pero es precisamente esta reinvención lo que la convierte en una película única, completamente consciente de sus errores, de sus subidas y bajadas, y altamente hábil en sus (múltiples) aciertos. Además, la película se atreve incluso a dialogar consigo misma, pues no es causal que – relacionándolo con las continuas reivindicaciones de Kristen Stewart sobre su sexualidad – el personaje protagonista que encarna la actriz norteamericana le pregunte (más de una vez) a su acosador de whatsapp si se trata de una chica o bien de un chico, a lo que desde el otro lado responden; ¿Y qué importa eso?
Es curioso, pues quizás el filme a priori más de género de Assayas sea el que menos se aproxime al fantástico. Sí, Personal Shopper es el filme de fantasmas más atípico, interesante y sobretodo actual que veremos en mucho tiempo.
Crítica escrita por Joan Pàmies
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