Le ocurre a múltiples directores, con mayor o menor talento, pero siempre con una película que los catapultó a la fama, que el éxito, la posibilidad de hacer prácticamente lo que quisieran de algún modo les cegó y sustituyó su buen hacer anterior, quizá en parte, a veces todo, por el exceso y la desmesura. Es un ‘mal’ común en esta era del cine en la que los efectos especiales permiten plasmar en una pantalla cualquier deseo del director. Y es esto lo que le pasó a Peter Jackson.
Peter Jackson ha evolucionado mucho desde que dirigió La comunidad del anillo. Y no para bien. Cuando acabó la trilogía del señor de los anillos, con su mayor éxito, El retorno del Rey catapultándole al olimpo de los Oscars, materializó este éxito en mediocridad y aún peor, complacencia. Los 3 siguientes blockbusters que dirigió, King Kong y las dos primeras partes de la trilogía de El Hobbit son un intento sonrojante de intentar imitar lo que consiguió hacer en El señor de los anillos, y más concretamente, en El retorno del Rey. Son un intento naturalmente fallido de imitar lo que, para mí, es su mayor acierto.
Porque El retorno del Rey es una película excesiva, desmesurada, sí, pero probablemente lo es por necesidad. Quien haya leído El señor de los anillos entenderá la épica del relato, lo que supone para el género de la fantasía y la literatura en general y es esto lo que consigue Jackson: Dotar de una atmósfera única, magistral e inigualable a su trilogía, quizá en su máximo esplendor con la última entrega. Nunca la fantasía lució también.
El retorno del Rey es un relato épico. Podría haberse adaptado de múltiples formas, unas más discretas que otras, pero lo cierto es que su duración, muy alargada pero no ridículamente excesiva como la de la trilogía de El Hobbit (aquí hay mucho que contar y muchos más personajes), su paleta de colores, saturada de amaneceres, atardeceres, luz y oscuridad y su banda sonora, que ya ha pasado a la historia consiguieron algo único, inaudito hasta entonces y algo que, desgraciadamente, creo que Jackson no repetirá jamás. Consiguieron El retorno del Rey.
La película comienza donde acabó Las dos torres, asumiendo que el lector ha leído y/o visto las dos películas anteriores, después de la batalla del abismo de Helm. Es pues, una continuación de las múltiples líneas argumentales que se habían ido construyendo en los dos filmes anteriores. Porque El señor de los anillos no tiene protagonistas y su adaptación cinematográfica sigue esa línea con un reparto coral, en el que múltiples líneas se cruzan y se alejan hasta el épico final.
Esta cantidad de líneas argumentales suele ser complicada de manejar y existe el peligro de que alguna de ellas caiga en el desinterés. No es así y si bien no todas son igual de buenas, creo que cada una consigue, a su modo, atraparte. Está Gondor, en Minas Tirith, con Gandalf, imposible pensar en otro que no sea Ian Mckellen, aguardando junto a Pippin a que llegue la tormenta, la batalla de los campos de Pelennor, la escena de batalla medieval mejor dirigida de la historia. Está, en Rohan, al norte, Aragorn con sus inseparables Legolas y Gimli, entre muchos otros. Y por último está Frodo y Sam, de camino al monte de El Destino. En estas líneas argumentales se unen luz y oscuridad. Cuando salen en pantalla éstos últimos, todo es gris y negro, oscuro, iluminándose según se va al norte, hacia el resto de personajes. Lo que consigue Jackson con esto, aparte de lo obvio, pues el territorio de Mordor debe ser oscuro y negro, es jugar con las emociones del espectador, viendo tan complicado que los hobbits consigan su objetivo pasando penurias y viendo un rayo de esperanza en esos atardeceres que inmediatamente suceden a la negrura.
Este inicio nos llevará al principio del fin del conflicto. El punto de inflexión en esta película, a mi parecer, está en una escena terriblemente bella: La de las Almenaras. No desvelaré más de ella, pero es el catalizador de la unión de los personajes, primero en Gondor y más tarde en la batalla final. Subrayada por una maravillosa composición de Howard Shore es el principio de lo mejor de El retorno del Rey.
Y del principio pasamos al final. Un torrente de emociones para aquellos que hemos conectado y sufrido con los protagonistas, primero con el libro, ahora con la película o sólo en el segundo de estos casos. Es un final bellísimo, alegre y triste por igual, en el que descargamos la tensión acumulada durante toda la película sin poderlo evitar.
Es un film extenuante, en gran parte debido a su duración, pero también a su ritmo y a su gran cantidad de ‘set pieces’ en los últimos tres cuartos de película. Sin embargo todo esto es en el mejor sentido, no es una película ligera ni lo pretende ser. Peter Jackson como es bien sabido es poco partidario de hacer elipsis y aunque esto se ha vuelto en su contra últimamente, si no se añade nada gratuito y todo lleva hacia un punto concreto, se ve hasta necesario. Todo está magnificado en esta película, en el mejor de términos, claro. Incluso artísticamente.
En el apartado artístico participaron dos ilustradores de J.R.R.Tolkien e incluso en el proceso de creación del film, los descendientes del escritor sugirieron y asesoraron al equipo de la película. Y con la música, claro, que ya he mencionado anteriormente es otro enorme punto de la película. Es la mejor banda sonora de Howard Shore y ahora solo puedo pensar que es la única que podría haber dado la talla en una película así.
Es una película enorme y como tal son cientos o miles las personas que han trabajado por hacerla posible, pero al final, en último término la responsabilidad recae sobre el director, Peter Jackson, con el que soy crítico ahora. Pero hablando de este momento concreto, creo que realizó un trabajo magistral, perdiendo la cabeza lo justo y suficiente para dotarle de esa atmósfera y encajar todas las piezas, esa música, esas escenas y darle ese tono a la trilogía. Me parece merecido su premio en los Oscar y me parece que la culpa de que esta película sea de esta calidad es en gran parte suya. Pero repito, es necesario tener en cuenta a todo el equipo, algo así de enorme no es cosa de uno solo.
Y enormes fueron sus premios también pues 11 Oscars ganó, y aunque es normal de cinéfilo y de sentido común saber que un premio no da o quita calidad a una película, creo que son un buen reconocimiento a un trabajo estupendamente hecho.
Es una película muy exitosa, y como tal, es objeto de cierta controversia por, como ya he mencionado al principio su gusto por el exceso. Hay quien lo ve muy negativo. Es entendible, pero para mí no se puede ver este relato de otro modo.
No quiero volver a decir lo dicho más pero espero que Peter Jackson recupere lo que aparentemente ha perdido, la capacidad de crear una obra maestra tan magnífica y la capacidad de armonizar cosas pequeñas, talentos separados para crear un todo inconmensurable que nos vuelva a emocionar como lo consiguió. Aunque por supuesto, no quiero que se parezca a El retorno del Rey, pues es un relato épico irrepetible.