Cautiva – El espeluznante sabor del miedo | La Cabecita
 

La carrera de Brillante Mendoza viene marcada por la preocupación de la violencia y la criminalidad en su país. Lo hace desde un prisma además nunca dramatizado, observando con los mismos ojos de aquel que lo vive día a día, y para el que el crimen, pese a ser algo atroz, no es algo ajeno. En Kinatay, miraba el asesinato, como una opción totalmente válida para su protagonista, sabía lo atroz del acto que tenía que cometer, pero nunca llegaba a plantearse aquello como algo meramente excepcional. Era más evidente todo esto al llegar a Lola, con la que Mendoza firmó un 2009 brillante entregando dos grandes películas. Dos abuelas se tenían que enfrentar al hecho del que nieto de una, había asesinado al de la otra. Ellas eran las verdaderas víctimas, pero posiblemente el mayor sufrimiento recaía en la abuela del asesino, que veía a su nieto encerrado, tratando de buscar una esperanza, que para la otra no existía y simplemente debía de seguir página. Ahora en Cautiva se acerca a un hecho real, cambia su mirada, plenamente localista, para ver como afecta todo este crimen a esos turistas que se acercan y sufren en sus carnes algo a lo que no están acostumbrados.

Mendoza se acerca a un caso real ocurrido en 2001, pero realmente podría hablar de cualquier acto sucedido, pues su preocupación, como muestra al final de la cinta, es que estos actos siguen ocurriendo. Arranca de una manera directa y brutal, mostrando como esos secuestradores se acercan armados a un hotel en la playa y se llevan a todas las personas que están allí. Rueda de manera directa y sin concesiones, su retrato, que siempre ha estado cercano al documental, aquí es más fílmico que nunca, pero sin perder ese punto de veracidad que hace mucho más atroces las imágenes que el espectador presencia. Vemos el proceso completo, desde que estos son arrancados de su libertad, hasta que son llevados al cautiverio, se acerca a la figura de unos secuestradores que siguen la doctrina islamista de una manera ciega, sin preocuparse de las consecuencias de los actos que están consumando. La forma que tienen de tratar a los seres humanos es como a ganado, estableciendo incluso niveles, según el dinero que puedan sacar por cada uno de ellos. Pero la imagen, tan salvaje en un principio, irrespetuosa y sin piedad (maravillosa la escena en la que las biblias se tiran al mar), va cambiando, al modo que les conocemos, al igual que sus víctimas. Los monstruos, realmente nunca dejan de serlo, pero poco a poco, vemos como se van humanizando.

La película se divide en dos partes bien diferenciadas, durante la primera mitad, asistimos a un día a día atroz, dónde lo que se impone es la fuerza bruta. Ambos bandos, están viviendo un periodo de adaptación, mientras que los secuestrados asisten horrorizados a todo lo que sucede a su alrededor, los secuestradores, tienen que imponer su liderazgo mediante la violencia. El fuerte se come al débil, de la misma manera que esa serpiente engulle a un pobre pollo en una fantástica y poética escena. Asistimos, con verdadero terror, a ver como se toma un hospital, y se produce un tiroteo en él, sin que a nadie parezca importarle de verdad las vidas que se ponen en peligro. El gobierno tan sólo quiere parar eso, sin preocuparse de los daños colaterales, al final, el que tiene el poder, es igual de peligroso, esté del lado en el que esté.

Pasada la primera hora de la película, vemos como los días se convierten en semanas y luego meses, al final, el grupo es uno, pese a que los secuestrados no estén allí por propia voluntad. No queda otra que aprender a convivir, vemos una boda entre una de las secuestradas y uno de su captores, vemos como la protagonista, Thérèse, una increíble Isabelle Huppert, casi toma en adopción a uno de sus secuestradores que no deja de ser un chaval que simplemente se limita a hacer lo que le han enseñado a hacer, sin poder parar a plantearse si lo que está haciendo es correcto o no. Mendoza ahonda en la psicología de los personajes, coquetea incluso hablando del síndrome de Estocolmo. Le preocupa ver como esas personas tienen que adaptarse a la simple supervivencia. Habla de unos seres humanos, trasladados a un mundo de horror, para los que la esperanza se va esfumando, y la única preocupación latente es vivir al día siguiente. Cambia el motivo de la tiranía, el verdadero villano, no es ese captor que celebra con vítores los atentados del 11 de Septiembre, que están arrastrados a cometer esos actos por la peligrosidad de su doctrina, si no un gobierno que parece completamente indiferente a lo que están viviendo esas personas.

Cautiva posiblemente sea la película más directa de las que ha rodado Brillante Mendoza, en ella, aún acercándose de nuevo a los problemas que existen en Filipinas, habla de una manera más universal, del miedo, de los peligros de la fe, de la necesidad de la supervivencia del ser humano. Lo hace con una mirada atroz, una mirada que contagia todo el terror a su espectador, que se ve de manera cruda y brutal. Una película tan brutal como necesaria, un terrible retrato del miedo, que confirma a su realizador como uno de los nombres más importantes en el cine asiático actual.

Título Original: Captive Director: Brillante Mendoza Guión: Brillante Mendoza, Boots Agbayani Pastor Música: Teresa Barrozo Fotografía: Odyssey Flores Interpretes: Isabelle Huppert, Maria Isabel Lopez, Mercedes Cabral, Joel Torre, Sid Lucero, Raymond Bagatsing Distribuidora: Golem Fecha de Estreno: 26/07/2013