Ya era hora de que el Festival de San Sebastián nos sorprendiera con un día lleno de películas notables. La cuarta jornada del festival nos ha dejado muy buen sabor de boca con Phoenix, Haemoo y Loreak. Negociador no se ha llevado el entusiasmo del público pero prácticamente todo el mundo ha agradecido una película de este tono en la programación del festival. El punto más amargo lo ha puesto La desaparición de Eleanor Rigby, que aún no pareciéndonos mala, sí consideramos que le pasa factura ser un mix de dos películas diferentes.
Phoenix – Amor ciego
La heterogeneidad sigue estando presente en el Festival de San Sebastián. La última película de Christian Petzold, director de Bárbara, ha sido recibida de manera muy dispar por el público, una recepción que ya hemos vivido con la mayoría de las películas de Sección Oficial de esta edición. Unos han visto en ella un telefilme absurdo, sin ninguna credibilidad, y otros una obra elegante, con altibajos pero muy correcta. Lo que está claro es que el debate está servido.
En Phoenix, Petzold nos traslada a la Alemania nazi para contarnos la historia de una cantante que tras ser traicionada es enviada a un campo de concentración. Cuando se marcha de allí vuelve con la cara totalmente desfigurada y por petición propia un cirujano se la reconstruye de tal manera que sea lo más parecida posible a quien era antes. Ya recuperada va en busca de su marido, Johnny, un pianista, pero el reencuentro no es lo que ella esperaba.
La historia de Phoenix no se caracteriza por la verosimilitud, y de eso son conscientes tanto sus detractores como sus defensores, pero Petzold juega muy bien con los pequeños detalles, por eso a muchos no nos desentona que Johnny no sea capaz de identificar a su mujer nada más verla, porque antes el director nos ha dado claves para entender todo lo que va ocurriendo, como que el espectador no tenga nunca una imagen nítida de la Nelly de tiempo atrás, la que aún no había pasado por el calvario del holocausto. Además los sentimientos de los personajes están muy bien definidos desde el comienzo del filme, por eso no nos cuesta creer que la culpa y el amor se impongan a la racionalidad (y es que, como afirma el propio director, no resulta tan inadmisible pensar que un hombre abrumado por la culpa, no sea consciente de una realidad que para otros es tan clara). Aunque sí es cierto que Phoenix tiene varias escenas que chirrían por completo y que ponen en evidencia la ingenuidad que la impregna.
Aún así Petzold ha creado una obra muy bonita, con reminiscencias de Vértigo, que aunque decae de manera evidente hacia la mitad del largometraje, sale al paso gracias a una enorme Nina Hoss, que está impecable interpretando a Nelly, un papel complejísimo, plagado de actitudes cambiantes, y que la actriz fetiche de Petzold ejecuta de manera maravillosa. Lo mejor sin duda es su secuencia final, un prodigio que tal y como ha dicho su director en un momento de narcisismo, será recordado durante años.
Haemoo – Oh capitán, mi capitán
Director y guionista de Memories of Murder intercambian los papeles en esta película de aventuras marinas con tintes de cine coreano muy oscuros. Shim Sung-Bo dirige con mucho atino su opera prima que nos recordará a muchas películas del género pero que al final es diferente a todas ellas.
En Haemoo seguiremos las aventuras de un barco de pesca encargado de transportar inmigrantes ilegales hasta Corea del Sur. Esta premisa es el pretexto para ofrecernos cine de aventuras de la vieja escuela, sorprendentemente occidental y muy entretenido. Lo occidental se convierte en coreano y asistimos entonces a una película mucho más directa y violenta, en la que es quizá su parte más brillante hasta un final un tanto convencional. Pero también es pretexto para hacer una interesante disección de la locura y una crítica muy interesante no a la inmigración sino a la regulación de ésta.
Haemoo no es totalmente brillante pero es muy entretenida y a su modo muy única aunque beba de múltiples referencias. De lo mejor del festival hasta ahora.
Negociador – Vivir riendo
Cuesta creer que alguien se haya atrevido a hacer una comedia sobre un asunto tan delicado como las negociaciones de paz con el grupo terrorista ETA. Pero Borja Cobeaga, director de Pagafantas o No controles y guionista de Ocho apellidos vascos, lo ha hecho. Aunque Negociador no es la primera película que se atreve a hacer comedia con un tema así ya que Christopher Morris lo hizo allá por 2010 con la aplaudidísima Four Lions. En esta cinta Cobeaga nos pone en la piel de Manu Aranguren, un político vasco que ejerce de interlocutor del gobierno español en las negociaciones con ETA.
El principal inconveniente de Negociador es que su humor es pasajero, fácilmente olvidable. Cobeaga apoya toda la hilaridad de la cinta en momentos aislados de la trama principal de la misma (la negociación, o como preferiría Araguren, el dialogo). De ahí que los momentos más divertidos sean fruto de la naturalidad con la actúa Ramón Barea o de alguna línea verdaderamente divertida; cabe destacar especialmente la relación amor-odio entre Araguren y su móvil, que con toda seguridad arrancará la carcajada de todos los espectadores, y la recepción que recibe cuando llega al hotel por primera vez. El problema es que más allá de eso no hay mucho más en Negociador, es una película muy agradable de ver pero que no se arriesga a la hora de abordar el tema de la negociación. Reconocemos que somos fans de Carlos Areces haciendo de jefe terrorista pero a Negociador le falta algo más para terminar de conquistarnos, porque, a fin de cuentas, no es más que un sketch alargado de Vaya semanita. Divertida, pero poco más.
Loreak (Flores) – La sensibilidad oculta
En un festival que nos tiene acostumbrados a la tosquedad, el mal gusto y la falta total de sutileza para conseguir emociones en el espectador como hizo el día anterior Susanne Bier en su nueva película o en (mucha) menor medida Bille August con su Silent Heart, el encontrar un drama que alcance niveles aún más altos de emoción con la simple delicadeza de una historia tierna y bien contada es muy de agradecer.
Loreak es la historia de Ane, Tere y Lourdes, tres mujeres que en distintos momentos de la película ven alterada su existencia al recibir flores de un desconocido. Con esta premisa se teje una trama de sensaciones impagables, intriga y misterio y también profunda admiración hacia unos personajes tan distintos e interesantes. No es una película catalogable en ningún género y eso la hace aún más grande, la sensación de que todo puede ocurrir, de sorprender plano por plano, con una excelente dirección y banda sonora.
Es un logro artístico, un soplo de aire fresco para un cine nacional que huele desde hace tiempo a cerrado y para una Sección Oficial de un festival que estaba empezando a quedarse atascado en el barro de la mediocridad. Esperemos que haya alguna película más a su altura antes del cierre del Zinemaldia.
La desaparición de Eleanor Rigby – Mutilación artística
Después de estar muchos meses anunciadas y sin saber cuándo iban a estrenarse se lanzó una versión conjunta de las dos películas que forman el díptico de La desaparición de Eleanor Rigby, (cada una desde el punto de vista de uno de los componentes de la pareja).
Esta versión que contiene tanto el punto de vista del personaje de James McAvoy como el del de Jessica Chastain (excelentes ambos) es más breve y quizá más directa pero también se antoja incompleta, capada y lo que es peor, sin nada realmente especial. Lo que puede ser innovador de una película rodada desde dos puntos de vista diferentes aquí se pierde por completo en un relato, imagino, pues no he visto las otras dos versiones, diferente en su forma e incluso en sus objetivos y resultados.
La versión conjunta, de lanzamiento en cines, quizá sea la única manera de lanzar una película así pero también es cierto que realmente no estás estrenando en la misma película. Al acabar La desaparición de Eleanor Rigby uno piensa que han quedado aún cosas sin ver.
Crónica escrita por Beatriz Bravo y Guillermo Martínez