Faltan unos meses para que se saque la alfombra roja y los flashes inunden el Dolby Theatre, antes conocido como Kodak Theatre, en la que será la 85a ceremonia de la gala de los Oscar. Aun queda mucho tiempo y muchas películas por estrenarse para saber a ciencia cierta quién será la gran favorita de esta edición de los Oscar, pero tras su paso por los festivales más prestigiosos de Europa hay un nombre que destaca sobre el resto: Argo.
Argo es, tras Adiós pequeña, adiós y The Town (Ciudad de ladrones), la tercera vez que Ben Affleck se pone tras la cámara y en ella nos cuenta la historia de los sucesos que acontecieron en 1979 cuando la embajada de los Estados Unidos en Teherán fue ocupada por un grupo de iraníes, tras esto la CIA y el gobierno canadiense organizaron una operación para rescatar a seis diplomáticos estadounidenses. Con este fin se recurrió a un experto en el arte del disfraz y se preparó el escenario para el rodaje de una película («Argo»), en la que participaba un equipo de cazatalentos de Hollywood.
Ben Affleck, como actor, no es de mis favoritos, ni mucho menos, de hecho me atrevería a decir que hay poca gente a la que le guste. Imaginad mi cara, y seguro que la de muchos de vosotros era la misma, al enterarme allá por 2007 que iba a dirigir una película. Si, mi cara era una mezcla de pánico y desconfianza.
Un pánico y una desconfianza que Ben Affleck me quitó de un plumazo con esa pequeña joya llamada Adiós pequeña, adiós. Después vino The Town (Ciudad de ladrones) y para entonces esa desconfianza ya se había transformado en una confianza ciega en que Affleck no me defraudaría como director. Y así fue.